Prólogo

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-Deja de esperar mi aprobación.

Sus palabras eran firmes y frías casi tanto como la misma habitación en la que se encontraban.

El mayor de los eslavos estaba en frente de su hijo mayor, ambos sentados en dos sillones paralelos de una de las salas de la enorme mansión, gran construcción creada para ser de difícil acceso, aunque no lo suficiente para que uno de los 15 infantes que crió y crecieron, fuera incapaz de encontrarla. Almenos no en el caso de Rusia.

-Aunque no me dieras tu aprobación para mi compromiso, yo aún lo haría. Pero te estoy pidiendo como hijo que dejes de lado el rencor y puedas aceptar a mi pareja como uno mas en la familia, en nuestra familia

El hombre de un solo ojo bufo por lo credulo que sonaba la petición de su primogénito ¿Olvidar su rencor hacia el país de 50 estrellas con quien ha tenido tantas diferencias y conflictos por años, solo porque su hijo se casara con él?
No, no era suficiente.

-Puedes casarte con quien quieras Rusia, pero no es mi obligación ni mi intención dar mi aprobación a tu unión.

Antes de que el tricolor pudiera intentar usar alguna otra razón a su favor, Urss continuó.

-Si esa fue tu única razón para visitarme después de tanto tiempo, creo que te puedes retirar antes de que anochesca.

La botella encima de la mesa fue abierta y sirvió su contenido en dos vasos, no espero a que el otro tomará también del recipiente y vacío el contenido de un sorbo en sus papilas gustativas. Luego bajó el vaso haciendo un sonido seco al chocar con la fina madera.

Mientras, Rusia intentaba formular las palabras adecuadas para agregar al infructifero pedido de aceptación a su padre.

Al ver el vaso llegar a la madera sintió que su tiempo había terminado.

Se paro del asiento y sacó un sobre de color marfil de su abrigo, dejándolo en la mesa al lado de la botella de vodka.

-No necesito de pensiones mensuales, pensé que lo habíamos aclarado

-No lo es, solo abrela y has lo que quieras con su contenido.

Tomó el vaso aún lleno del mueble y lo bebió con un poco más de tiempo que el ruso mayor.

Urss se paro de su tallado asiento y acompañó a su hijo a la salida de la gran construcción eslava, por suerte el clima era favorable, almenos lo más favorable que se podía esperar de esas tierras frias.

-Vendré a visitarte más seguido y le diré a los demás que también lo hagan.

-Eso significa que llegó el fin a mi tiempo de paz y tranquilidad en estas colinas congeladas

El tono burlesco con el que dijo tales palabras su progenitor, lo hicieron reír levemente mientras se daban un corto abrazo de despedida.

Dio un último ademán con su mano y la silueta de Rusia se desvaneció en la espesura del ambiente en tonos blanquecinos.

El soviético sólo se quedó afuera hasta que lo perdio de vista completamente, dio media vuelta y entró nuevamente a la calidez de su hogar.

Al llegar a la sala en donde habían estado conversando minutos antes, se dispuso a guardar la botella y los vasos, pero dejó los frágiles objetos de lado al ver de nuevo el sobre que había recibido dejado para él.

Sin mayor espera, despegó la solapa de papel y metió dos de sus dedos para sacar lo que parecía ser un pedazo de folio con texturas y cortes delicados.

Maldición

Al sacarlo por completo y solo como un recordatorio en físico de lo que le había dicho su hijo, entre sus manos sostenía la invitación a su boda.

Apretó con demasiado fuerza al leer los nombres en dorado y cursiva al medio de todo. Terminó por dejar notables dobleces por la fuerza que ejerció en el papel, pero eso no sería suficiente para apaciguar su impotencia.

Descuidadamente metió más pedazos de tronco en la chimenea para que el fuego se agrandara. Una vez llegó al tamaño adecuado, procedió a tomar el sobre marfil y la invitación, dispuesto a quemar a ambos sino hubiera notado a tiempo y por casualidad que en el empaque de papel había algo más.

En un momento pensó en ignorar ese detalle, al poder tratarse de alguna otra estupidez romántica entre su hijo y el capitalista. Sin embargo, su limitada prudencia consiguió que sacara también el maltratado y fino pedazo de hoja antes de destruirla.

Su único ojo sano se agrando al ver de que se trataba, una foto antigua, una en donde podía ver a sus 15 pequeños reunirse alrededor suyo para una foto de familia, con un clima nevoso de fondo, había olvidado lo tiernos que se veían con esos acolchados y gruesos abrigos.

Empezó a reconocer el rostro de cada uno de los infantes, Bielorrusia con su inseparable peluche de oso, Kazajistán revoloteando a corta altura sobre sus hermanos, Ucrania con su cara de perro regañado al estsr en su etapa más rebelde, al lado Rusia con una sonrisa pequeña pero tierna y con un brazo sobre el hombro de...

Alemania

A veces olvidaba que una vez terminada la segunda guerra mundial, tuvo que mantener a un niño más en su casa. La reputación de ser un buen padre fue lo que lo metió en eso.

Se le pasaron de nuevo los pensamientos iniciales al traer al infante a su casa ¿Y si los niños no lo aceptan? ¿Si nunca se adapta con los demás? ¿Tendrá que crecer con resentimiento desde tan tierna edad?

Los miedos estaban ahí pero las preocupaciones posguerra los superaban, es por eso que lo dejo a la suerte del destino.

Pará fortunio del niño y alivio suyo, el destino hizo que Rusia siendo sólo un niño con demasiadas responsabilidades para su corta edad, ayudará a que el nuevo integrante se sintiera aceptado dentro de la numerosa familia.

Su estrategia consistía en jalarlo consigo a donde sea que fuera y Alemania colaboraba al nunca despegarse de su brazo. El lazo que formaron sin lugar a dudas era especial, incluso Ucrania llegó a sentir celos por lo apegado que era con su hermano favorito.

Al fin de cuentas siempre fue aceptado, sus hijos lo quisieron como uno más y lloraron el día que cumplió la mayoría de edad teniendo que ir a dirigir a su propia nación.

Había pasado tanto de eso.

La foto había desaparecido entre todos los objetos que cambiaron de lugar en esa casa, muchos de ellos que se llevaron sus descendientes a sus respectivos territorios, eso esplicaba la palpable soledad y silencio de las paredes de madera.

A un lado de la foto, un papel dictaba:
"Encontré la foto hace algunos meses, pensé que te gustaría conservar la original, yo tengo una copia"

Aunque nunca lo dijera, el adoraba las fotos, las colgaba en las desnudas paredes de madera o las colocaba en algún mueble de la casa.

Esa iría en un lugar especial, quizás en su habitación.

Se quedó un rato más sentado en el sillón, contemplando los rostros de los niños. Recordó que Rusia solía decir que los dientes del alemán eran como las de un gato, filudos pero no lo suficiente para lastimar.

No causaban daño como si lo hacían los de su desquiciado padre.

Third

Antes de que sus pensamientos se nublaran por el recuerdo de ese nombre, dejó de ver la foto y se spro en busca de algún marco que pudiera ser del tamaño adecuado.

Los buenos recuerdos se deben mantener.

"La Boda De Mi Mejor Amigo" AlemaniaxRusiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora