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Se quedó mirando la nota unos instantes antes de acuclillarse para recogerla. Aether leyó para sí mismo las palabras del papel, acompañadas de algún que otro tachón y garabatos sin sentido en las esquinas. En resumidas cuentas, se trataba de una nota de agradecimiento por la cena de la noche anterior, y Aether sonrió porque sabía que la había escrito Xiao.

Aunque al principio al Yaksha le había costado acceder a cenar con el viajero, finalmente se había presentado en su habitación y hasta había traído varias flores dulces como regalo. A Aether le había encantado el contraste de las flores y el ceño fruncido de Xiao y no había podido evitar sonreír.

Habían comido, bebido y reído juntos, como dos viejos colegas que se reencuentran después de mucho tiempo. Aether se había esforzado para que Xiao pasara un buen rato, pues sabía que tenía un carácter difícil y, a juzgar por la nota que le había dejado, lo había conseguido.

Antes de hacer los encargos diarios del Gremio de Aventureros, Aether decidió pasarse a ver a Xiao, hablar con él un rato, que tanto lo animaba. No sabía bien en qué momento empezó a sentirse así, pero lo único que quería últimamente era estar con el Adeptus, sentir su calor cerca y ver esa sonrisa en sus labios, esa sonrisa que era tan escasa y difícil de ver.

Subió hasta la terraza de la Posada Wangshu, donde Xiao solía pasar gran parte de su tiempo, sin hacer nada en concreto. Aether esperaba encontrarlo allí, y al descubrir que no había ni rastro del Yaksha en la terraza, su sonrisa se esfumó.

Era extraño que Xiao no estuviera allí, pero todavía quedaba la posibilidad de que siguiera en su habitación. De no ser así, lo más probable era que hubiera salido siguiéndole la pista a alguna presencia demoníaca, a cumplir con su deber como Cazador de Demonios.

La alegría que Aether sentía no era normal ni de lejos. Sabía a la perfección que el culpable de que su corazón le aporreara el pecho y que no pudiera concentrarse en nada era el Adeptus al que estaba buscando desesperadamente. No le asustaba la idea de haberse enamorado, al menos por completo. Es más, incluso le ilusionaba poder tener a alguien especial.

El problema era si Xiao sentía lo mismo o no. Era difícil hacer que hablara de cualquier cosa, no mencionemos ya de sus sentimientos. Y alguien como él, ¿se podía enamorar? Aether se preguntó si la capacidad de sentir algo especial por alguien era algo al alcance de Xiao, o si él solo estaba hecho para cumplir con su labor, sin dejar hueco a sentimientos tontos y que lo único que harían al Yaksha sería hacerlo débil y distraerlo de su tarea.

El viajero tragó saliva al plantearse todas esas cuestiones, agobiado por las respuestas y a la vez temiendo conocerlas. Al levantar la cabeza, la habitación de Xiao estaba delante de él y el corazón le latió incluso más rápido, como si llevara un caballo al galope metido entre las costillas. Alzó el puño y golpeó la puerta, esperando alguna contestación.

Los instantes pasaron en silencio y no oyó nada, así que volvió a llamar, esta vez más fuerte.

—Xiao —lo llamó—. Soy yo, Aether.

Se oyeron unos pasos al otro lado de la puerta, que al abrirse bruscamente dejó ver los ojos dorados del Yaksha bajó un ceño profundamente fruncido. Lo intentaba ocultar a toda costa, pero sus ojos estaban vidriosos. Aether no tenía por qué saberlo, pero había estado llorando sin consuelo en silencio durante la noche.

Y la razón de esas lágrimas lo estaba mirando en ese momento desde el otro lado de su puerta.

—Lárgate —escupió.

—Solo quería... —repuso el viajero, desconcertado por el tono del Adeptus—. Solo quería verte antes de ir al Gremio. Y gracias por la nota. —La mostró como si fuera un tesoro, como si fuera el objeto más valioso que había conseguido hasta el momento en su viaje por Teyvat.

Demonios [Xiaether] (One-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora