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Dos personas se encontraban caminando tranquilamente por en medio de un bosque mientras el silencio reinaba junto a ellos, cosa que es poco común ya que él menor solía hablar hasta por los codos y él mayor lo seguía con entusiasmo.
Pero había dos razones para su silencio.

Desde que emprendieron su viaje fuera de la aldea Jiraya se encargo de contarle todo lo que sabía y resolvió sus dudas, así que ese día era un triste ya que es el cumpleaños de Naruto.

—vamos mocoso, festejemos en un pueblo —lo alienta él mayor —yo invito.

Él rubio, que andaba cabizbajo, pateo una roca que se cruzó en su camino —¿Cómo puedo festejar mí cumpleaños? No lo merezco, si tan solo no hubiera nacido, mis padres estarían con vida.

Jiraya dejo de caminar, pero Naruto no. Pudo ver su espalda encorvada mirando al suelo, ya no sabía que hacer, quiere ayudarlo, más que nada en el mundo, dejaría y daría todo lo que tiene con tal de poder sacarle una sonrisa, que vuelva a ser feliz.

Pero lo había intentado todo y nada había funcionado.

A veces quería largarse a llorar por ver a su ahijado así, no lo podía evitar.

Paso su mano por el pelo que tenía en la cara y lo echo hacia atrás, inhaló aire y lo dejo ir.

—Naruto —él rubio siguió caminando, así que lo alcanzo y lo tomo por el hombro —mírame.

Él ojiazul elevó la mirada dejando ver esos ojos muertos, sin alguna pizca de luz que revele que sigue con vida.

—tus padres dieron la vida por ti porque te aman —lo abrazo dejando el rostro del muchacho en su pecho —lo hicieron con todo el amor del mundo, te mantuvieron con vida para que vivas las maravillas que hay en este mundo, no para que sufras —acaricio su cabeza cuando empezó a escuchar leves sollozos —la vida te tirara muchas veces Naruto, pero solo tú decidirás si levantarte o no —murmuro —pero quiero que sepas que siempre habrá alguien que estirara la mano para ayudar a levantarte... Y yo soy uno de ellos.

Naruto se aferró a las ropas de su padrino desesperado por sentir el cariño que le prohibieron de niño, ese que tanto anhelaba por todas partes y que nadie le brindaba.

—y-yo no se que hacer —dijo entre lágrimas —ya no entiendo cómo me siento, es un vacío y duele, duele que esté ahí —exclamó.

Jiraya se mordió el labio evitando que las lágrimas se desplazaran por su rostro.

—tranquilo, todo estará bien.

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