Ágata estaba tirada en el suelo con la cabeza apoyada sobre una almohada, leyendo un libro, una pierna apoyada sobre su talón y la otra sobre ésta en posición relajada. Klara por su parte estaba sobre un butacón leyendo una revista de moda.
—¿Crees que este corte de pelo me quedaría bien? —preguntó la chica a Ágata mientras se bajaba del sillón y se sentaba a su lado mostrando la foto de una modelo.
—Seguramente, eres muy guapa, te hagas lo que te hagas te quedará bien —respondió tomando entre las manos la revista y alternando la mirada entre la foto de la modelo y la cara de su amiga. Klara chasqueó la lengua y le agarró la cabeza con las manos, moviéndola con brusquedad—. ¡Joder, Klara, me haces daño!
—¿Sabes que tienes unas raíces feísimas? ¿Cuánto haces que no vas al peluquero?
—Yo qué sé. —Se encogió de hombros—. Supongo que desde que estoy aquí. De todas formas, mi color de pelo no es feo.
Klara se tiró al suelo a su lado, y empujó a la cantante para hacerse un hueco y apoyar la cabeza sobre la almohada, a su lado.
—Siempre pensé que eras rubia natural.
—Que va, soy morena, pero mi representante pensó que como buena alemana que soy debería ser rubia, que eso vendería más entre el público.
—Si quieres, yo puedo arreglarte el pelo antes de que te marches. —El tono de Klara era casi un susurro. Ágata se incorporó y se quedó mirando sorprendida a su amiga.
—¿Podrías devolverme mi color natural y cortarme el pelo?
—Pero si te vuelves morena nadie va a reconocerte —respondió extrañada la chica.
—Esa es la idea —comentó Ágata con una sonrisa en los labios—. Nadie puede saber que he salido de aquí, Klara. Si la prensa se entera me acosará día y noche. No estoy lista para enfrentarme a eso aún.
Klara sonrió dulce y asintió.
—En ese caso, lo mejor será que le pidamos a las enfermeras que nos traigan todo lo que necesitaremos. Si lo pedimos hoy, seguro que mañana por la tarde lo traerán. Creo que hacen la compra por la mañana.
Ágata sonrió y al ver que su amiga se incorporaba, se puso en pie dispuesta a seguirla para hacer la petición.
A la tarde siguiente, Ágata trató de salir del aseo, pero el cuerpo delgado de Klara y una mirada autoritaria que hasta ese momento no le había visto se lo impidieron.
—¿A dónde crees que vas?
—Pues... —balbuceó—. Voy a pasearme un poco.
—Val, vas a ponerlo todo perdido de tinte, lo mejor es que te sientes en el váter y esperes.
—Pero es que es mucho tiempo lo que tengo que esperar y me aburro —gimoteó Ágata mientras hacía un mohín y se sentaba en el borde de la bañera.
Klara no cedió, y se mantuvo en la puerta los cuarenta minutos que tuvo que esperar hasta que, por fin, para alegría de la cantante, se pudo lavar el pelo y quitar los restos de tinte.
—Genial, ahora sí puedo salir, ¿verdad?
—¡No! —respondió Klara exasperada—. Ahora tengo que cortarte el pelo.
—¡Pero aquí no hay espacio! Mejor fuera, en el dormitorio. Mira. —Ágata salió hasta la habitación, sacó la silla del escritorio y la colocó frente a la ventana, corrió las cortinas y se giró con una sonrisa en los labios y los brazos extendidos—. ¿Ves? Aquí hay mucha luz y mucho espacio.
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Trincheras en mi voz
RomanceTras la muerte del amor de su vida por una sobredosis, Ágata, una exitosa cantante conocida popularmente como Valkiria, trata de anestesiar el dolor de la pérdida con heroína. Después de tocar fondo y superar su drogadicción, se muda a una pequeña a...