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GENEVIEVE
No pude dormir desde que el sol se asomó por el horizonte. El calor aquí es terrible y por eso me encontré despierta durante el alba, ya que sudaba como si hubiese corrido durante kilómetros.
Rajni me encontró desesperada y de inmediato, mandó a preparar la tina con agua fría. Yo le dije que no era necesario, pero ella respondió que debía de asearme para que las molestias del calor menguaran.
El cuarto de baño está decorado con colores cálidos y vivos, con tejidos finos que cuelgan en los rincones y una serie de velas aromáticas que desprenden un perfume a jazmín y sándalo. Las paredes están adornadas con intrincados mosaicos que reflejan la luz de los candelabros, creando un juego de sombras y brillos que danzante en el ambiente.
Las doncellas, con su precisión cuidadosa y su discreción profesional, se encargan de ayudarme a desvestirme. Cada una se mueve con una gracia que sólo puede adquirirse a través de años de práctica, pero la presencia de tantas manos atentas me resulta incómoda.
Intento mantener mi dignidad, aunque el rubor que sube a mis mejillas me traiciona.
Siento la tela del albornoz deslizarse lentamente desde mis hombros, y el roce de las manos de las doncellas en mi piel me hace sentir más vulnerable de lo que quisiera admitir. Ellas conversan en murmullos suaves, asegurándose de que todo esté en orden mientras yo me concentro en respirar profundamente para calmar mis nervios.
La sensación de ser observada me avergüenza, especialmente cuando me doy cuenta de que mi piel desnuda está expuesta a la mirada de las demás.
Finalmente, me zambullo en la tina de roca caliza, permitiendo que el agua me envuelva. De inmediato, doy un respingo al sentir que de verdad se encuentra helada.
—Es normal que esté fría al principio, mi señora —me dice Rajni con voz calmada y tranquilizadora—. Esto ayudará a estabilizar su temperatura y a proporcionarle un alivio más duradero del calor. Permítame ayudarle a acostumbrarse.
Siento sus manos suaves mientras comienza a aplicar el agua a mi piel con movimientos meticulosos. Por otra parte, el agua fría se va calentando gradualmente con el contacto, y aunque al principio me causa un ligero estremecimiento, pronto empieza a sentirse más tibia.
Rajni comienza a añadir esencias y hierbas exóticas al agua, las cuales desprenden un aroma envolvente que llena la habitación. Los pequeños frascos y bolsas que trae consigo contienen polvos y aceites con fragancias intrigantes: Cilantro, rosa mosqueta, y un toque de mirra. Al verterlos en el agua, los ingredientes se disuelven y crean un remolino de colores y aromas en la bañera.
Mi doncella empapa una esponja en esta mezcla, y comienza a aplicarla suavemente sobre mi piel. A medida que frota, la esponja libera pequeñas burbujas de aceite que se adhieren a mi piel, dejándola suave y perfumada.
