0. El comienzo de todo

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Estacioné mi auto —o, más bien el de mi madre— y miré las letras grandes con luces rojas que iluminaban aquella esquina.

El bar de Emily.

Que su nombre empezara con El bar de... ya me parecía curioso. Pero que sea de una mujer me parecía aún más curioso. Me gustaba. Por lo general los bares que tenían nombre de algún ser humano, era de un hombre.

Sin pensarlo más, bajé del auto y caminé hacia allí. Tomé la manija de la puerta de entrada y me metí en él sin dudarlo. Lo necesitaba.

De hecho, lo merecía.

Después de tanto estudio, tantas noches de insomnio, tantas fiestas y salidas perdidas... me lo merecía.

Aunque... había prometido a mamá que mañana me levantaría temprano por su cumpleaños para ir a pasear a algún lugar. Ni siquiera sabía que había tomado el auto y me había ido.

Bueno...

A la mierda todo.

Era mi último año de estudio de psicología. En realidad, mi último examen. Le he dedicado tanto tiempo, que aunque todavía no me había recibido, ya era hora de que me dedique un tiempo a mi misma.

Cuando abrí la puerta, sonaron unas campanillas arriba de esta anunciando mi entrada que hizo que algunas personas voltearan a verme.

Le di un vistazo al lugar. La barra se encontraba en el fondo del salón. En la mitad del salón hacia la derecha, se encontraban mesas de pool, y en la pared juegos de dardos. En la otra mitad se encontraban mesas bajas y mesas altas por todas partes. La iluminación era perfecta, ni mucha ni poca luz. La música era lo que más me gustaba. Los ochenta.

Ni mucha ni poca gente. Había hombres y mujeres por todas partes, riendo, charlando, jugando. Se sentía acogedor. Había elegido el bar perfecto.

Sonreí para mi misma y me dirigí hacia la barra. En ella se encontraba un chico y una chica. Pensé en dirigirme hacia la chica, pero tenía cara de muy pocos perros así que mejor fui hacia el chico de cabello castaño algo desordenado.

—Hola —saludé, subiéndome al taburete. Me quité mi abrigo y mi bolso y lo dejé en el taburete de al lado. Mi blusa color vino y de tirantes quedó mejor a la vista. Me gustaba demasiado, dejaba al descubierto mis clavículas y me hacía sentir bien.

El chico me sonrió. Sus ojos verdes me llamaron demasiado la atención.

—Buenas noches. Bienvenida a El bar de Emily —saludó. Su voz era la combinación perfecta entre profunda y suave.

—¿Tú eres Emily? —bromeé.

—Por las noches sí. Por el día soy Emilio —siguió mi broma con una sonrisa. Reí—. ¿Qué deseas de tomar?

—Vodka, por favor —respondí de inmediato. Mi querido y preciado vodka.

—Enseguida.

En pocos segundos dejó un vaso alargado en frente mío sobre la barra, y comenzó a abrir una botella de vodka.

Esperé ansiosa a que me sirviera pero él desvió su mirada hacia otro lado.

—Se ha caído tu bolso —me dijo, señalando el suelo.

Dirigí mi mirada hacia allí, y efectivamente se había caído.

—Oh —bajé del taburete para recogerlo y dejarlo nuevamente donde antes, esta vez asegurándome de que no iba a caerse de nuevo.

Un cielo lleno de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora