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La oscuridad embargaba el ambiente. Por los espacios en la cortina entraba algo de luz de afuera, proveniente de autos, negocios y los mismos faroles prendidos por la noche. También podría notarse el sonido, no obstante, Minho ya se había acostumbrado a las motos pasar y los tanques llenar. Todo se había vuelto ajeno a él, excepto-.

Otra vez habían aparecido.

Telarañas.

Se enredaban por dónde sea que caminara. No iba a su casa hace semanas, quizá meses; no era consciente del tiempo. Había vuelto después de pasar tantas noches en la empresa. Se levantó de la cama en la madrugada para ir al baño. Ruidos, ruidos, ruidos. Tantos sonidos cándidos. Uno, en especial, despertó sus sentidos, dormidos hasta el momento.

Sus pasos apenas se escuchaban, las medias chocando con el piso de manera que eran mudas. El silencio era tal que aturdiría a cualquiera. ¿Por qué el silencio era tan atroz si los sonidos no desaparecían?

Entonces escuchó ──un golpe── de nuevo. Era un taco, el talón de la suela que resonaba en la madera. Jeongin se puso alerta, había un intruso en su casa.

Caminó haciendo el mínimo ruido, tomó el bate de béisbol, que Seungmin había dejado allí, y fue hasta el living, el lugar más iluminado de la casa.

Sus ojos viajaban por todas direcciones, sus sentidos al tope y examinando con la mayor frialdad posible. Los latidos eran cada vez más rápidos y la mano que sujetaba el bate estaba pálida de lo fuerte que lo apretaba. A pesar de saber el peligro que corría ahí, en el centro del lugar, dónde no había esquinas para protegerse y dónde podrían atacarlo desde la espalda──, a pesar de saber eso, se quedó ahí. Quizá, había algo en el aire, algo más que las telarañas.

Su vista se depósito en el bulto al lado de la puerta, oculto por su sombra. Eso no estaba allí está tarde.

Lentamente avanzó, calculando cada uno de sus pasos. Las teclas del piano sonaron de repente. Miró con rapidez hacia su izquierda y vio a uno de sus gatos caminando arriba del mismo. Un suspiro del susto salió de el, y antes de volver su vista al frente cayó secamente al suelo.

Sus piernas a los lados del torso de Jeongin y sus manos apretando con elegancia el cuello de este; el intruso se abalanzó sobre él. De la impresión había dejado caer el bate, y ahora estaba muy lejos para tomarlo. El ahorcamiento que le ejercía lo estaba debilitando, perdería el conocimiento. Pero eventualmente el atacante perdió las fuerzas y Jeongin aprovechó para escapar.

Fue hasta el teléfono, no tenía cobertura. Corrió hasta el fijo y la línea estaba cortada. Fue hasta la puerta principal a irse de allí. La llave estaba puesta aunque partida. En la desesperación pensó que lo único que le quedaba era pelear con el.

Caminó hasta la cocina buscandolo. Sus pasos ya no eran silenciosos. A pesar de que las medias tenían el mismo efecto se notaba ahora sus pasos cargados de todo el peso de la situación. Miró la cocina y estaba a punto de irse cuando escuchó un corte al aire detrás. Volvió a girarse en su dirección, pero él estaba en todos lados.

La hoja del cuchillo se incrustaba en su abdomen. Las respiraciones de ambos mezclándose, eran como una composición. El último suspiro de Jeongin se acercaba, no tenía escape, ya había perdido todos sus sentidos. Y, atrapado entre sus manos, quién había abandonado el arma sentía que necesitaba más. Entonces decidió quitarse la capucha y que viera su rostro.

Pero no lo consiguió. Jeongin ya había muerto.

Se escuchó el golpe sordo de su cuerpo caer contra el suelo. El asesino sentóse en una de sus rodillas a su lado, saco algunos pelos de su rostro. Con el dedo mayor le pegó en la frente. Sonrió con sorna. Pero no lo satisfizo. Se miró al espejo, su cabello rubio desparramado por su frente sudada, y sus gruesos labios temblorosos. Dejo soltar un chasquido y el salir por la ventana fue el último sonido.

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Bang Chan llamaba repetidamente el timbre en la casa del menor. Era entrada la tarde y le parecía extraño que aún no se haya presentado. Al no recibir respuesta sacó la llave de emergencia y la ingresó a la cerradura. Curioso el sonido que escucho de adentro, la mitad de la otra llave había caído.

Cerró la puerta tras de si, una vez dentro, y recogió las dos mitades de la llave. Se adentro y al no verlo en la sala decidió ir hasta las habitaciones. Algo recorrió su espina dorsal. Las manchas de sangre en la alfombra lo frenaron. Siguió las pocas que había hasta llegar a la cocina en dónde vio la roja fuente de las mismas.

──¿Jeongin, estás bien? ¿Estás bien, Jeongin? ¿Me dirás qué te encuentras bien?

Chan sentía los escalofríos, y aunque intentará escapar, el rostro de Jeongin lo perseguiría por siempre, así cómo la pulsera enredada entre sus dedos, esa que una vez le había regalado a Hyunjin.

sonido de una telaraña # hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora