Leonardo va a la Iglesia los domingos y reza todos los días. Cree en Dios y no se avergüenza de ello, pero no entiende muchas cosas. Pronto cumplirá dieciocho años, pronto podrá pedirle a Nyx que salga con él, pero nunca le han dado en su casa más explicación que "Es lo que el Señor quiere".
Leonardo ama escuchar a Nyx hablar. Ama su voz y la forma en la que ella dice las cosas. Una vez le dijo a Nyx que le contara un cuento, y ella le escribió una novela. Nyx le habla de cosas con las que sólo puede soñar. Asiste a un colegio religioso, y en su casa sólo se reza, así que no tiene libros más allá de la Biblia, de los tomos que le dan en la escuela.
Él solía pensar cosas horribles de Samuel Éloigné hasta que Nyx le contó que también venía de una familia religiosa.
Pero no lo quieren, le dijo ella, porque a él le gustan los hombres. ¡Qué tontería! A mí también me gustan los hombres, pero nadie me dice nada. ¡Ah, pero que venga Samuel y diga lo mismo, que se forma la gorda! Pero, al final, ¿cuál es la diferencia? ¿Que a Sam le cuelgan las cosas de entre las piernas y a mí del pecho? Una serpiente, sea de cascabel o una anaconda, sigue siendo una serpiente. Una persona, sea hombre o mujer, sigue siendo una persona. A la hora de matar, todas las serpientes son iguales. A la hora de amar, todas las personas también deberíamos serlo.
A Leonardo le tienen prohibido hablar con Nyx o con Samuel, pero cuando su padre está en el trabajo y su madre no está en casa, sale al descansillo del piso a hablar con los dos Hijos de Satanás, como los llaman en casa. Le gusta oírlos hablar, y él también habla a veces. Cada vez que oyen el tintineo del llavero del señor Falcón en la cerradura del edificio, sus dos vecinos lo miran con lástima. Nyx le aprieta fugazmente la mano, Samuel le da un ligero golpe en el hombro; y luego se escabullen.
Leonardo odia cuando su madre no está en casa para cuando llega su padre. Sabe que si están solos, van a pasar cosas que no quiere que pasen. Las manos de su padre van a pasar por su cuerpo, va a sentir algo dentro de él que le duele. Nyx le confesó un día que lo oye todo porque su habitación está justo encima, y Samuel también, porque duerme justo al lado. Cada vez que ocurre, Nyx se tapa los oídos con las almohadas porque no quiere escuchar, y Samuel sale, impaciente, a fumar al balcón. Leonardo sabe que les duele oírlo, por eso trata de no hacer ruido. No ha querido nunca incomodar a los únicos que considera sus amigos.
Leonardo sabe que su padre quiere hacer con Samuel las cosas que le hace a él. Mientras se mueve de esa forma en que le duele, recita el nombre del vecino. Lo ha hecho por casi siete años.
Cuando Leonardo Falcón reza, no pide bienestar, sino respuestas. Le pregunta a ése ser sin nombre que lo gobierna todo. Pero nunca recibe respuestas en su mente, como dice el señor Evaristo, sino desde los labios de Nyx y Samuel.
Samuel, del A3; Nyx, del A4; Nysa, del A3 y 4; Leonardo, del B3.
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Los Chicos del Edificio Florentino
General FictionAunque Samuel, Nyx y Leonardo son muy distintos, los tres comparten lo mismo cada día: el descansillo del tercer piso del Edificio Florentino.