| Ú N I C O |

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Las mentiras en muchos casos sirven para proteger al del lado. Pero también pueden dañar a quién las dice.

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El viento soplaba, moviendo sus hebras platinadas, al compás de las hojas ya sueltas en el pavimento, mientras su vista yacía fija en la puesta del sol. Aquella qué tanto le gustaba, aquella qué tantas veces había contemplado junto a él.

Dirigió su mano hacía el costado del asiento, tocando suavemente el frío y vacío espacio. Sintiendo cómo de apoco su labio inferior comenzaba a fruncirse en un puchero.

¿Cuándo fue qué aquello qué tanto amaba, había terminado?, ¿Hace cuánto había creado su propio infierno?. Soltó un suspiro tembloroso, cerrando los ojos, ¿Cómo había sido tan idiota?, Aún no podía comprender por completo su actitud de ese entonces.

Sí tan sólo hubiera dicho la verdad.

— Todo sería tan diferente...— Murmuró, quitando su mano, guardandola en el bolsillo de su abrigo. Su pecho dolía de una forma qué desconocía al recordar aquél día, aquél maldito día qué dió por finalizado todo lo bueno y duradero qué había creado.

Apoyó su espalda en el respaldo de la banca en la qué sé encontraba sentado, observando cómo el sol sé iba escondiendo entre las montañas, frunciendo levemente el ceño, con un deje de tristeza. ¿Porqué todo le recordaba de alguna a otra forma a él chico qué le había robado más de un suspiro? Quién le había amado pese a todo, aquél qué siempre le había dado su espacio cuándo se encontraba de mal humor.

— ¿Cómo esque pasó?.— Se cuestionaba, apoyando ambas palmas en su rostro, sintiendo sus ojos picar, soltando un sollozo, sin poder evitarlo.

Se maldecía por lo bajo, no había día qué no lo hiciera. Si bien, sus amigos trataban de distraerle, incitandolo a conocer a más gente y así poder olvidarse de San, tal cómo si nada fuese fácil el hacerlo, pero claramente, era un suplicio llevarlo a cabo. No tenía ganas de conversar con personas externas, no le agradaba la simple idea, le creaba malestar, un malestar enorme.

Y, sí, sabía perfectamente qué no le hacía bien encerrarse en sí mismo, pero realmente no quería nada qué ver con nadie, no quería y no lo deseaba.

— Aveces...— Susurró, secando con pesar el rastro de las lágrimas qué recorrieron por sus mejillas.— Me gustaría saber qué a sido de ti, sí esque haz estado bien...— Miró el cielo notoriamente un poco más oscuro.— Qué sí ya me olvidaste.— Río amargamente, haciéndose más presentes gotas, cuáles rápidamente secó.— Sí ya eres feliz.— Se cruzó de piernas, tomando el gorro de lana qué traía consigo al saber qué se pondría helado, colocándoselo por sobre su cabello.

Tenía en claro qué se estaba autodañando, pero por más qué quisiera, no podía cesarlo, eran las dudas de todos los días. Su cabeza no paraba de repetir el mismo episodio.

— Hey.— Se hizo escuchar la voz de una persona, llegando a su lado. Creando qué mirase para arriba, topandose con el rostro de esta.— ¿Estás bien?.— Preguntó.

Sus ojos por un momento conectaron con los del chico qué le miraba con cierta preocupación, a lo qué atinó simplemente a asentir levemente.

— No pareciera ser así...— Sonrió apenado.— Toma, esto te ayudará.— Le tendió un pañuelo.

— U-uh, gracias.— Agradeció.— Aunque no era necesario.—

El chico desconocido sonrió, haciendo visibles sus dientes blanquecinos, achicando levemente sus ojos.

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