↟Ketro↡

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Fue hace un incontable tiempo, pocos lograrían recordar cuando fue, durante el ocaso y la estrecha línea entre los inicios y finales, entre los vivos y los muertos, en un lugar cuyo nombre debía ser rescrito sobre sus desordenadas y estériles tierras; en donde la tierra intentaba, de entre todo su caos, recrear un espacio para dar su propio nacimiento. Contaban, los primeros nuevos hombres que nacieron del Verjknan, que con su sola presencia sus puras y benditas almas se iluminaron; presenciaron visiones de un futuro que solo uno de ellos se atrevió a pronunciar.

El Verjknan era un cuerpo ancestral, con habilidades incomprensibles, de una fuerza y poder inmensurable, venerado desde el primer movimiento de la nueva existencia. Un poder indudablemente respetable, y fácil de ambicionar; un deseo que no fue común por un periodo muy corto, tan corto como alguna existencia, puesto que, a veces, se toma su tiempo en presentarse.

El que pronunció su inicio, fue selecto como el primer monarca de aquel pueblo novato e inmaduro. 

El tiempo avanzaba, irremediable y ameno. El pueblo había centrado y confiado el poder en la mano del primero, transformando con el tiempo al pueblo en un solemne y duro Imperio. Un Imperio justo, sobre todas las cosas. Cuando sólo se enfocaban en el presente, en sus familias y en su pueblo. Un jardín del Edén. La paz abundaba, escaseando, por consecuencia, la guerra, aquella palabra de existencia y significancia incierta. Su tierra: un paraíso, perfecto, ordenado; metódico. El paraíso había parado en su mundo y se le era agradecido.

A lo largo del tiempo habían tenido diversos emperadores, cada uno gobernando con la humildad y justicia que contaba correcta; como debía de ser. El último eximio emperador, de ese entonces, había sido bendecido con su primer y único vástago junto a su emperatriz. El emperador había criado a su primogénito con orgullo, y, al igual que él, era justo, benigno, y gentil; no obstante, entre sus dones resaltaban lo intrépido que llegara a ser, era gallardo, era bizarro, con aquel toque peculiar de sutileza. Era un joven airoso y esbelto; pero, lo más importante, idolatraba a su pueblo.

Aquel joven Imperio logró gozar de años de paz cuando el primogénito de su último emperador ascendió al trono.

Años, décadas, pasaron cuando aquel joven de buen ver se había casado, naciendo del fruto de ese amor, su primogénito.

Sin embargo, mientras gozaban de su eterna paz, nunca imaginaron que al igual que ellos, se había alzado un pequeño reino, con seres de una raza y costumbres muy distintas a las suyas; separados por un páramo que nunca nadie de aquel Imperio se atrevió a cruzar debido a las leyendas y mitos que se rumoreaban de generación en generación entre los plebeyos.

Los rumores tenían una razón de ser, provenían siempre de un lugar en específico. Los viajeros del emperador eran los causantes; durante el regreso de su última expedición con información —por primera vez— del exterior que, ahora, se volvería sobresaliente ante cualquier otra cosa. Cuidaron de sus palabras en todo momento; mas, sus expresiones, delataban malos presagios, angustia a través de sus cascos relucientes entre los oscuros reflejos de sus ojos; ante ello las lenguas filudas del pueblo se pusieron en marcha.

La intervención de el emperador fue directa. 

Aquellos rumores eran completamente veraces. Existía en su mundo un reino vecino; una aldea, de hecho. El emperador se esmeró en encontrar una forma de comunicarse con sus vecinos; era demasiado complicado, sus idiomas eran totalmente distintos, pero, con paciencia y el impulso adecuado, se puede lograr cualquier cosa. Les tomó tiempo, pero se halló la forma.  

𝔻 ℝ 𝔸 𝔾 𝕆 ℕ 𝕊 [TodosxPerú] | BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora