Junio, 2010.
Su intención fue dirigirse hacia la cocina pero él se encontraba allí para impedirlo, una vez más.
Samantha se cruzó de brazos con su mirada firme. Santiago era lo opuesto.
— Sam, amor, ya ha pasado casi una semana. — Ella lo observó con una de sus cejas alzadas. Él intentó acercarse. — Sé que fui un idiota, que no debí decir aquello, ni siquiera pensarlo, y mucho menos arruinar tu noche. No va a ocurrir de nuevo. —Un suspiro salió de los labios de ella, impaciente, desviando su mirada al techo. — Lo digo en serio, princesa. —Samantha volvió a dirigir su mirada hacia aquellos ojos arrepentidos. — Sabes que no soy celoso, que nunca me diste ni busqué motivos para serlo, pero cuando vi a William ahí, y entonces tu lo viste y no reaccionaste... trata de entenderme, por favor. — El tono de su voz había comenzado a acelerarse, impaciente, apresurado en hacerse oír, nervioso intentando no confundir sus ideas y palabras, asustado de perderla por soltar mal una palabra. Notando aquello, ella comenzó a bajar su guardia.
Claro que podía intentar quitar a Santiago de su camino, pero significaría lastimarle y era una de las pocas cosas que evitaba hacer. Él era demasiado bueno para ella, y ella intentaba ser su mejor versión para él. Sin embargo, ¿por qué aún no podía amarlo? ¿Sus hijas habían aparecido demasiado pronto?
— Si tu dices que no lo amas entonces te creo y ya nunca más dudaré de tus palabras. Si quieres seguirme ignorando entonces hazlo, pero primero quiero que te quede claro que lo lamento, que esa noche me guió el impulso debido a los celos. Pensé que él ya no se iba a cruzar en tu vida, o que al menos tu reaccionarías de otra manera cuando volvieras a verlo. — El morocho trató de tomarle las manos pero ella retrocedió un paso, sintiéndose incapaz de reaccionar de alguna manera coherente y adulta.
— Lo vi. Ayer pasó por mi oficina pero tu no estabas aquí para contarte cuando llegué.
Él supo por qué recién hasta ahora se enteraba de aquello, pues al llegar la tarde anterior ella ya se había rendido ante el sueño. No cuestionó, no preguntó, sólo se quedó mirándola, invitándola a seguir hablando, cosa que no había hecho en días. Las siguientes palabras de ellas salieron cargadas de tristeza, odiando el hecho de que aquellas oraciones fueran las primeras en salir de sus labios en varios días.
— ¿En serio crees que podría engañarte?
Esta vez dejó que él se acercara, apoyando su mejilla en la palma de Santiago en el momento que la sintió. Sus ojos contenían las lágrimas.
— Lo dudé, no te voy a mentir. El pensamiento pasó por mi cabeza unos segundos, sólo esa noche, sólo ese momento donde tu cuerpo reaccionó ante su presencia. En el camino a casa me puse a pensar en ti, en la forma de la que hablas sobre las aventuras de tu padre, sobre la forma en que me pides abrazos o te acercas a mi cuerpo antes de dormir, incluso en cómo tu mano me busca temprano por la mañana en el otro lado de la cama. Recordé ese hábito tuyo por decirme dónde estás, aún si no te lo he preguntado, porque sé que a ti te sienta bien, que lo haces por comodidad tuya y por las razones que sólo tu conoces. Pensé en todas esas veces en que has comentado sobre el físico de otras personas pero sólo seguías teniendo ojos para mi, que elegías tomar mi mano, una y otra vez, frente a todo el mundo. Así que no, Sam, no creo que puedas serme infiel, y sé que me quieres con todo lo que tu corazón puede ofrecer.
Él ahora sostenía su rostro con ambas manos, limpiando aquellas lágrimas que escapaban de los ojos de ella. Su labio inferior temblaba.
— Lo siento, ¿puedes perdonarme?
Santiago se había acercado a ella, quedando a una corta distancia donde podían compartir aire, aunque sus labios no estaban lo suficientemente cerca para acariciarse. Ella asintió un par de veces.
Samantha subió sus manos al rostro de él en un tacto suave y gentil. — Tu eres el único al que quiero.
— Lo sé. —Susurró él, cerrando aquél momento amargo en un beso dulce.
ESTÁS LEYENDO
Dulce y amargo
RomanceSamantha es una chica con los pies pegados a la tierra, pues el baile es su pasión aunque la vida también la haya guiado por el mundo del diseño y las pasarelas. Decidida a alejarse de su familia, para continuar sus estudios decidió alquilar un depa...