Katzen Maiden: La criada del infierno

Myakza Holdried L. Demonigrum

" La muerte que no mata "
Capitulo #3

"Las Katzen Maiden son una raza de demonios femeninos de apariencia humana, pero poseen orejas de gato en la parte superior de su cabeza. Conforman el 60% de la población general del infierno y están en el segundo lugar de la jerarquía demoníaca, justo por debajo del rey de reyes, el señor y amo Lucifer. Esta raza solo tiene hembras, pues, no se han encontrado registros de algún ejemplar macho por el momento."

El barranco se acercaba con violencia, las piedras salían volando por doquier, ¿Acaso ese infierno iba a terminar? Recordaba que estaría tirada en el suelo, sus escopetas recortadas salieron disparadas contra un muro de cuarzo dónde finalmente se rompieron. No podía ver nada, excepto por una extraña luz que emanaba con violencia delante suya, escuchaba voces gritando su nombre, "Myakza, Myakza, debemos irnos, ¡Myakza!" Pero aunque ella estuviera despierta, no daba respuesta. Sus ojos solo podían mirar esa luz poseedora de una silueta en medio, ignoraba todo lo demás, ¡Sus compañeras de escuadrón solo querían salvarla! Sin embargo ya era tarde, no deseaba ser rescatada, pues ya habría surtido efecto aquel daño masivo, ese daño traía consigo el dolor de la muerte de alguien muy querido para ella, ¡Alguien que no merecía morir! Pero que por amor dió su vida, aquello lo hizo para protegerla, pero sentía que era demasiado, quien debía fallecer ahí era ella misma, ¡No la única persona a quien valoraba como una parte igual! No obstante, eligió su destino, no pudo hacer nada.

- No lo hagas...- Susurró Myakza, quien apenas con fuerzas podía mantener los ojos abiertos y su mente conciente.

La potencia de la luz empezaba a cegar a las demás chicas, que eran testigo del acontecimiento tan impactante a punto de suceder; ráfagas de viento golpeaban sin cesar, pero Myakza se mantenía firme, con sus manos enterradas en lo profundo del rocoso suelo, dejó en claro que no quería apartarse de su persona especial, al único ser cuál amor llegó a su vida, y pensaba que nunca se le iba a ser arrebatado... Que tonta había sido, la ingenuidad le dió un golpe bajo que la dejó sin aire en sus pulmones.

Extendió su mano para tratar de alcanzarla, pero solo pudo ver el rostro de la fémina delante suya dedicándole una mirada sonriente, "¿Por qué?" le preguntó con unos ojos cargados de profunda tristeza, incluso llegó a soltar lágrimas viajeras que se fueron con el agresivo viento. "No lo sé, pero a pesar de lo que está a punto de suceder, quiero que sepas que estaré contigo siempre" Myakza no escuchó nunca esas palabras, más por la expresión final que tenía en su rostro, supo de ante mano lo que quería decirle, y esa respuesta solo pudo romperle más el agrietado corazón que arrastró durante toda esa campaña. Segundos después, una inmensa explosión se llevó a cabo en el centro del Inframundo. Tan grande era, que acabó no solo al feroz enemigo, sino también a una valiente guerrea que se fue con la frente en alto.

- Myö...- Dijo Myakza con lágrimas en cuyos ojos apenas serían abiertos.

Han pasado ya más de 5 años desde que todo acabó, la campaña de Görok debía traer la paz a ese adolorido mundo, el infierno desde entonces no ha sido el mismo, pero por lo menos trata de recuperarse actualmente.
Myakza se quedó dormida en la subida de una montaña, salió de viaje junto a su nuevo amigo llamado Dogo, se trataría del cachorro de lobo que salvó hace 5 días atrás, ¡Era todo un loquillo! No sé quedaba quieto en lo absoluto, sin embargo se le veía más animado que antes, e incluso luego de la muerte de su madre, ganaría unos cuántos kilos de peso, además de su hermoso pelaje que creció mucho más después de las porciones de comida como regalo por parte de su nueva dueña. Ahora se encontraban en un exhausto viaje encima de una montaña vecina, Myakza quería buscar una especia que solo era común en las cimas de aquellos lugares, pues la planta que les daba origen podía resistir bajas temperaturas, o por lo menos se encontraba fácilmente en ellas.