De pequeña me encantaba decorar mi habitación con muchos de mis dibujos, de vez en cuando robaba algunos caramelos del dulcero de la cocina y los escondía en mi habitación...
Aunque mi madre pensaba que los tomaba para comerlos a escondidas ella estaba equivocada, los caramelos no eran para mi, si no para las haditas de mi habitación.
Por mucho tiempo mis padres me explicaron que las hadas no existen, que solo son seres fantásticos de mi imaginación pero, yo tenia pruebas, cada noche dejaba un caramelo sobre la mesita de muñecas y al día siguiente el caramelo ya no estaba...
Pero ellos decían que tal vez había ratas o cucarachas lo que cual seria muy peligroso para mi, por lo que llamaron a los exterminadores y me pidieron dejar de hacer eso, al no querer causarles más problemas les prometí no alimentarlos más.
Al paso de algunas noches las haditas comenzaron a llamarme muy molestas porque ya no les daba caramelos, ni galletas y que si yo no se los daba entonces mis padres pagarían las consecuencias; asustada fui con mis padres y les dije lo que había ocurrido, a lo que ellos trataron de calmarme y me dijeron que los exterminadores llegarían a primera hora.
Los expertos llegaron temprano y me preguntaron que era lo que más les gustaba comer y les dije que los dulces y las galletas, ellos me involucraron y me dijeron que llevara los caramelos que ellos habían preparado para las haditas, pero me advirtieron de no comerlo o me dolería la barriga...así que solo lo deje dentro de la casita de muñecas y volví con mis padres.
Después de unas horas los exterminadores subieron a mi cuarto y se dispusieron a buscar por todas partes, hasta que volvieron y nos mostraron a aquellos seres que se hacían pasar por hadas, eran de piel rugosa, apenas tan grandes como un pulgar, de ojos grandes y rojos... sus dientes eran tan puntiagudos y afilados como un pedazo de cristal roto, por lo que ellos dijeron que esos dientes no pertenecen a criaturas que solo coman caramelos si no que son dientes para cortar y desgarrar la carne sin ningún problema.
Ese día sacaron al menos a una docena de ellos y después de esa tarde no volví a escuchar nada en mi habitación.
-Mamá porque me cuentas esto?- preguntó la pequeña metida en la cama
-Tranquila cariño, mamá sabe que hacer... esas "haditas" no volverán a ser malas contigo-
Fin