II

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Desperté en la casa de Sara, definitivamente lo de ayer no fue un horrible sueño, era la realidad.

Luego de reflexionar un rato me dispuse a levantarme y cuando fui a saludar a Sara la sorprendí conversando con el idiota de Don Alfonso.

— Recién te has despertado y aún así te ves preciosa. — Me sonrió complacido. — Lo que más anhelo es que tú estés conmigo, tenerte en mi cama, solo para mí, que tú me des lo que todas estas prostitutas de cuarta no tienen; la pureza y la inocencia que posees. Ansío tanto ser tu primer hombre, tu único hombre.

— Sueñe, yo jamás estaré con usted, primero muerta. — Lo señalé molesta y desafiante, frente a eso el solo sonrió.

— Me gusta que seas así, me encanta.

Sin más palabras salí de allí, me irritaba verlo pero... A la vez me gustaba, ¿Que carajo?

— Quiero que sea mía, solo mía Sara. — Sara asintió no muy complacida. — ¿Que pasa?

— Ella no sabe lo que es consolar a un hombre, quiere entrar en esto para recuperar a sus hermanas.

— Entonces las mando a traer aquí, no hay problema.

Sara frunció el seño.

Ella va a ser mi mujer exclusiva y nada ni nadie incluyendo ella misma podrán separarme de esa niña tan linda.

Sara se ahorró comentarios hasta que él salió de su casa.

Me encontraba afuera acariciando a un caballo, aquel pura sangre hermoso con un pelaje terso y fino. Sin pensarlo dos veces me subí arriba de el teniendo absolutamente todo el control de él.

— Así que te gustó mi caballo. — Me volteé de inmediato. — Te ves fantástica cabalgando mi pura sangre. ¿Quieres dar un paseo?

Molesta me bajé del caballo.

— ¿Con usted? Jamás.

Herrera comenzó a reír.

— Dentro de poco serás mía, toda mía.

— Primero muerta antes de que usted me de un beso. Mejor larguese que no quiero verlo.

Él con furia fue a mi y me apretó el brazo.

— Me encanta tu carácter pero no te pases, si me vuelves a tu faltar el respeto yo...

— A ver ¿Usted qué? No le tengo miedo ni tampoco tengo razones para tenerlo, usted es solo un hombre como todos los demás así que mejor déjeme. — Le arrebaté el agarre, me di media vuelta y sonreí al escuchar como se iba.

Justo iba pasando Sacramento con su carretilla cuál era ocupada con todo tipo de frutas y él, con una hermosa sonrisa se acercó a mí. Tomó mi mano con delicadeza y la besó.

— Dulce... Quería invitarte a que veas los campos petroleros.

— Ojalá que no me encuentre con  el jefe, el tal Alfonso.

— No nos verá, el jefe maneja otro tipo de cosas, no trabaja con los obreros. — Me dedicó un amplia sonrisa. — ¿Vamos? — Yo solo le sonreí dándole a decir que mi respuesta era afirmativa.

Pasamos por un largo camino hasta llegar a un sitio donde trabajaban una cosa negra.

— ¿Se supone que es oro? Yo veo que es líquido no sólido.

— Tontita. — Dice riendo. — Se le llama oro negro y es otro tipo del normal.

Luego fuimos dónde había una laguna y para refrescarnos nos metimos al agua ambos en ropa interior.

Nunca me la había pasado tan bien, Sacramento me hacía tan... Felíz, es el único amigo que tengo y por nada del mundo lo voy a perder.

Luego de una gran y hermosa tarde nos vestimos y aunque mi ropa interior seguía mojada actué de lo más normal al ponerme de nuevo el vestido. Sacramento me dejó en la casa de Sara y despues de darme un beso en la mejilla lo ví desaparecer entre la niebla que había.

— ¿Qué es lo que tienen los dos? Dulce, si tú estas dispuesta a ser la mujer de Herrera no podrás seguir frecuentando a los hombres y menos a Sacramento que ya ha desafiado al hombre que te está reclamando y Sacramento... En cualquier momento si a Herrera se le plazca lo manda a matar o él mismo lo hace, él no tiene escrúpulos, deberías pensarlo...

Quedé estática a lo que me dijo Sara. ¿Tan malo es Herrera? Con esa tengo más motivos para odiarlo, pero no puedo hacer nada, tendría que ser de él lamentablemente.

Fui junto a Sara dónde las 4P. Estaba Mina Malicia Corre Caminos y Teresa; se estaban vistiendo y maquillando. Pronto abriría el lugar y las chicas estaban casi listas para cumplir los deseos carnales de los mismos trabajadores que le servían a Herrera trabajando el petróleo.

— Herrera siempre viene junto con sus trabajadores, así que quédate en mi casa ¿Vale?

Yo solo asentí y me fui del lugar, por la ventana veía muchos hombres que entraban dónde las 4P. ¿Todos esos hombres tenían que ser satisfechos con las chicas? Quedé sorprendida viendo como entraban y entraban hasta que ví a alguien cabalgando un caballo; era Herrera.

Sentí un nudo en el estómago al verlo, no pude evitar el mirarle hasta que entró al local. ¿Ese hombre me quitaría la virginidad?

Una lágrima cayó por mis pómulos hasta llegar al mentón. Silvia se dió cuenta de que estaba llorando y se sentó junto a mí y como supiera lo que estaba sintiendo me abrazó sin decirme una palabra.

— ¿Es necesario?

— Es la única forma de que traigan a tus hermanas, Don Alfonso tiene mucho poder e influencia por lo tanto es el único que puede ayudarte... Claro, a cambio de lo que tú sabes.

Me aferré más al abrazo de Silvia escondiendo mi rostro en su pecho.

Pues que así sea.

— Sara, ¿Dónde está la chica? — Sara puso los ojos en blanco.

— En mi casa, obviamente Alfonso.

— ¿Por qué? — Respondió algo molesto a pesar de que tenía a Malicia sentada en sus piernas

Ella no pertenece aquí.

Malicia miró a Sara. — ¿Por qué no? Si será la zorra exclusiva de este bombón.

Alfonso enojado tomo con fuerza a malicia del mentón.

— Ella no es como tú; aquí la vil zorra eres tú. Ahora tráeme algo de beber. — Empujó a Malicia dejando a Sara impactada aunque sabía que era capaz de hacer ese tipo de cosas y mucho más, muchas cosas peores. — Mañana quiero que la estrenes. Va a ser algo especial.

Sara quedó sin habla, ¿Tan pronto?

— ¿Estás seguro?

Alfonso golpeó la mesa con su puño captando las miradas de todos

— ¿Y ustedes que miran? — Todos volvieron a hacer lo que estaban haciendo y Alfonso volvió a mirar a Sara. La quiero mañana a esta hora, y que no se te olvide su primer baile... Todos la desearan pero solamente yo la tendré.

Posteriormente a eso se llevó a Malicia en su caballo hacia su hacienda.

Después de horas, cuando ya el local estaba cerrando Sara fué a ver a Dulce.

Dulce, despierta. — A lo lejos escuchaba la voz de Silvia varias veces desperté encontrándome a Sara y Silvia a mi lado.

— Dulce, es tu día.

Oh no...

Flor SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora