Mató mi cuerpo, el hombre,
Ahogó a la niña, en el mar.
Restauró mi alma, El Hombre.
Lancé mi memoria, a su Mar.
Este capítulo contiene escenas fuertes de abusos, maltrato y violación, si eres sensible, por favor salta este capítulo.
Nunca la entendí.
En ocasiones se balanceaba entre la templanza y la sabiduría, a veces, era bondadosa al extremo y en ocasiones, su mal genio desataba tormentas interminables.
Crecimos juntas. Amigas desde la primaria, nos contábamos todo. Colores y comidas preferidas, chicos, religión, bandas musicales, problemas familiares... etc, etc, etc.
Una vez, ella conoció a un chico que le encantó. Teníamos 12 años y éramos ingenuas en demasía. Aún no teníamos nuestro primer beso. Christian era el objetivo. Se acercaba la fiesta de fin de año y era la oportunidad de robar un beso, luego todo estaría librado al azar. Se acercaban las vacaciones y posiblemente nunca más lo veríamos, porque se iría a otra institución.
Nos pasamos tardes enteras planeando ese beso, mientras probamos peinados y maquillajes en nuestras muñecas y diseñábamos ropas, que nuestras madres jamás nos dejarían usar.
Robamos dos naranjas de la heladera de su casa a escondidas de Mabel, la mamá de mi amiga y decidimos dar inicio a nuestras clases.
Habíamos leído en una revista de chicas, que debíamos cortar las naranjas a la mitad e ir chupándolas con el fin de ejercitar los labios, para ser una gran besadora y conquistar al chico que te gustaba.
Hoy, con mis 60 años, recuerdo ese día y todavía siento el sabor de mi primer beso...
Luego de empacharnos en naranjas, sin un resultado aparente, nos sentimos decepcionadas.
Fue entonces que en una epifanía repleta de herejías le dije:
—¿Y si practicamos entre nosotras? Somos amigas y sería nuestro secreto como siempre...
Me miró sorprendida. Parecía no encontrar las palabras para retrucarme. En compensación se aproximó más a mí y me sonrió.
—Júrame que nadie se va a enterar.
Agité mi cabeza afirmativamente, pero ella, aún no estaba segura.
Salió de la habitación deprisa y volvió a los segundos con una lata pintada con rosas de diversos colores, que hacía las veces de costurero.
De su interior extrajo una aguja grande y tomando mi mano izquierda, me dijo con sus ojos repletos de un fulgor extraño:
—Será un juramento de sangre... ¿estás de acuerdo?
No pensaba negarme, la amaba en demasía como para rechazar un pacto así.
Perforó mi dedo índice y la sangre brotó sin dudar. El mismo procedimiento aplicó para ella
En un instante nuestras sangres fueron una, sellando un silencio que aún hoy guardo sin romper.
Nos besamos tímidamente y luego, entradas en confianza, conspiramos a que nuestras hormonas hicieran el resto. Fue la tarde más extraña y feliz de toda mi vida.
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Eres libre, Namaá.
Short StoryUna mujer consentida por un demonio, encontrará en su dolor y soledad, la redención. Viviendo varias vidas, Namaá, saldará las deudas del karma, una y otra vez, hasta llegar a la libertad. ADVERTENCIA DE CONTENIDO ADULTO.