Capítulo uno.

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El molesto sonido de mi teléfono no había parado de joderme desde hacía veinte minutos y mis nervios estaban comenzando a erizarse. Volví a mirar la pantalla del aparato, percatandome de que efectivamente, era la misma persona quien seguía llamando. Quince llamadas. Esto debía parar o definitivamente iba a volverme loca. Él tenía que entender que no iba a responder, nunca, otra vez a sus putas llamadas.

El nombre de Franco aparece otra vez en la pantalla del aparato, junto a un nuevo mensaje de texto.

"Ho bisogno che tu torni a casa. Subito, Amelia"

Ruedo los ojos.

-Sí, papi. También te extraño.

Digo para mí y apago de una vez por todas el móvil.

Me estiro sobre la cama, tomándome el tiempo necesario para desperezarme y luego me incorporo para comenzar mi día. Me despojo de mi pantalón de pijama, quedando únicamente en ropa interior y con una delgada blusa de tirantes para cubrirme el cuerpo. Aunque, no es como que alguien me fuese a ver, quiero decir, vivo sola, no tengo que contenerme ni guardar ninguna clase de respeto o pudor. Así que, sí quiero andar por mi departamento, parcial o completamente desnuda, es totalmente mi asunto.

Abro la ventana de mi habitación cuando voy de camino a la salida, el aire fresco siempre es bueno, mantiene tu cabeza fría, o por lo menos eso es lo que siempre ha dicho mi padre. Sacudo la cabeza, queriendo alejar la imagen de mi padre de ella.

Cuando llego a la sala lo primero que hago es encender el televisor y al instante aparece mi programa de música favorito. Después de unas cuantas palabrerías del conductor, la música por fin comienza, siendo Line Without a Hook de Ricky Montgomery la primera de esa sección en reproducirse. Mis pies se coordinan con mis caderas, moviéndose al ritmo de la música.

De esa manera, me traslado hasta la cocina y bailoteo por todo el espacio en busca de los ingredientes para mi desayuno. Saco dos platos hondos de la alacena y los pongo sobre la pequeña barra, tomo el cereal y lo vierto en uno de los platos, mientras busco a tientas una tabla para picar y un cuchillo, los cuales dejo sobre la barra para ir en busca de unas cuantas frutas, un bote de yogurt y leche al refrigerador. Vierto la leche en el plato con cereal y un poco de miel para después revolverlo con una cuchara y dejarlo reposar mientras lavo y pico la fruta para ponerla en el otro plato junto con un poco de yogurt. Tomo una cuchara y comienzo a comer mi cereal, degustandolo al ritmo de la canción completamente desconocida que ahora suena en los altavoces del televisor.

Es domingo, lo que significa que no tengo que preocuparme por nada. Puedo tomarme mi tiempo, desayunar tranquila y hacer lo que yo quiera. Sin trabajo y con mucha paz mental. Paz mental que no duró mucho tiempo, ya que unos golpes en la puerta interrumpen mi preciado tiempo conmigo.

Me levanto molesta del sillón, yendo furiosa hacia la puerta mientras los malditos golpes son cada vez más insistentes.

-¡Un segundo, carajo!

Me asomo por la mirilla en la puerta y ruedo los ojos, abriéndola de mala gana.

-¿Qué carajo quieres, Alicia? ¡Son las malditas nueve de la mañana!

Alicia, mi vecina y mejor amiga, me mira sonriente desde el otro lado de la puerta, pero su gesto se borra al verme de la cintura para abajo.

-¿Es que no tienes vergüenza, Mía?

Ella da un paso al frente para que yo pueda cerrar la puerta.

-Me da igual y lo sabes, Lizzie.

Digo y un poco de mi acento se me sale al decir su nombre.

-Sé que todo te importa un carajo...y realmente, te envidio por eso nena.

La Princesa de la Mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora