03. Carne quemada.

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Si le preguntan a Luffy, él será el primero en contestar que todo está bien. Han pasado dos largos años y al fin está con sus nakamas, él está más que bien. Pero hay ciertos detalles que el no controla y que olvida con frecuencia. Tal como las pesadillas ocasionales.
Y es cierto, jamás les mentiría, él está bien. Pero existen estos pequeños incidentes que a veces despiertan de su subconsciente que le arrastran a aquel suceso de dos años atrás.

Así pues, descubrió que la carne quemada era un factor detonante para despertar un trauma escondido. Aquel día todo iba perfectamente bien, el sol brillaba, el aire refrescaba y él estaba repleto de energía.

Sin embargo, algo ocurrió. La culpa caería automáticamente en el espadachín por despistar al cocinero de sus funciones y permitir que una de las porciones de carne se quemara. Y bueno, Luffy realmente no quería ir al foco del problema a sabiendas de que toda la cocina estaba empapada del olor de calcinación, no lo supo hasta que entró –a esto se le añade que es impensable que Sanji pudiese quemar nada–.

Dicho esto, junto a los gritos de los dos rivales, Luffy corrió a investigar la cocina junto a sus compañeros de juegos; Chopper y Usopp, evidentemente.
Se asomó desde el marco de la puerta pero fue empujado hacia la habitación –por los dos mencionados– por accidente.

—¡Tú...! ¡Maldito Marimo, mira lo que hiciste!

—Fue tu culpa por no prestarle atención, estúpido cocinero —gruñó mientras tomaba otro sorbo de la botella de sake que había tomado minutos atrás.

Su discusión siguió con fiereza tanto verbal como física mientras los tres espectadores observaban el espectáculo riéndose. Excepto uno.

Luffy, en un primer momento, no sabe que ocurre. Siendo sincero, no cree haber tenido ninguna memoria tan viva desde que se reunió con su tripulación. Sus manos están temblando y su cabeza da vuelta e incluso piensa por unos instantes que se desmayaría, su rostro toma una palidez preocupante. Pero mantiene la compostura mientras su latido del corazón se pronuncia en sus tímpanos y deja de escuchar todo sonido externo.

Él sabe que está mal porque no hay manera de detenerlo una vez inciado el declive.

Huele a carne quemada y él tan solo recuerda a su hermano una y otra vez. Quemado, asado, atravesado, muerto. No recuerda los olores con detalle de aquel día, pero sí el cuerpo de su hermano; el fuego de las armas, de la lava, de la mera mera no mi. Entonces, con una fuerza inmesurable, el recuerdo llega y le azota.

Gracias por amarme.

Y el cuerpo cae.

Entonces quiere vomitar y arrojarse al mar. Corre hacia la cubierta para dejar caer de sus labios el desayuno y probablemente la cena del día anterior. Él no ve nada, tan solo el cuerpo de su hermano y la sangre en sus manos. Y, ahora en adelante, vuelve ahí. Cree escuchar el caos, los cañones y los gritos frenéticos de furia, cree sentir el dolor, la desesperación y la pena atravesando cada centímetro de su cuerpo. Pero, sobre todo, puede notar la impotencia consumiendo su mente y cuerpo. Entonces, él parece no poder escapar.

Siente que alguien toma su hombro y el pánico tiñe sus rasgos, no sabe que acontece pero puede escuchar voces llamándole, bajo el caos y el miedo que nublan sus pensamientos.

No sabe cuánto tiempo se mantiene en sí mismo, pero una voz parece flotar entre todos aquellos recuerdos ácidos.

—Luffy, ¿puedes escucharme? Por favor, céntrate en mi voz —la voz es dulce y su ceño se frunce por reflejo—. Éstas en el Sunny, todos estamos aquí, tu tripulación. Estás a salvo.

Entonces lo ve. La voz dulce es sorprendentemente, Zoro. Este se ha puesto de rodillas frente a él, tapándole de su tripulación por completo. Mantiene una mirada firme sobre él y acerca su mano hasta tomar el brazo del más joven.

—¿Qué? —tartamudea unos segundos hasta sentir que su estómago se remueve de nuevo. Da media vuelta para dejar caer aquello que quedaba en su estómago.

Siente la mano del peliverde en su espalda baja, frotando suaves círculos sobre ella mientras intenta controlar su respiración. El acto sigue como una presencia constante y en una clara armonía que calma su corazón.

—¿Zoro? —cuestiona dudoso.

—Has tenido un flashback sobre Ace —explica sin titubeos, de manera concisa y sin rodeos.

Entonces se da cuenta de que todos sus nakamas están ahí viéndole, esperando precavidos. Cae en la cuenta de que ellos han llegado a esa conclusión porque su mente delirante habrá dejado caer palabras traicioneras basadas en el pánico del momento.

—Oh —asiente aturdido, aún sin estar completamente puesto en situación.

—Bien, vamos —ordena. El menor no comprende por unos segundos hasta que dos brazos fuertes le ayudan a levantarse.

Poco a poco, mientras es acompañado al centro de la cubierta para ser sentado en el mástil, se recompone. Es ahí cuando se percata de las lágrimas en su rostro y la alarmante preocupación en los rostros que le rodean. No esta muy seguro del tiempo que transcurre mientras su respiración se nivela y las palabras se aventuran a salir.

—Yo... —frunce el ceño sin saber como sentirse—. Lo siento, no entiendo que pasó.

No es completamente cierto y las personas que le observan lo saben, pero tiene cierta verdad. Fue tiempo atrás, junto a Rayleigh, que este mismo suceso había ocurrido por el mismo detonante. Pero después de dos años quién hubiese sabido que aún seguía ahí, acribillando la mente del joven.

—Está bien, Luffy. Solo estábamos preocupados, ¿estás mejor? —la voz de la pelirroja es melodiosa y siente la poca tensión restante de su cuerpo desaparecer.

Parpadea varias veces mientras exhala, sin palabras con las que explicar el suceso.

—Pensé que ya no ocurriría —confiesa.

La duda recorré el rostro de la joven hasta plantarse una determinación en sus iris.

—¿Sabes que lo produjo?

Sabe que fue, pero tampoco es fácil de explicar. Su hermano era fuego, era calidez, era ceniza, era demasiadas cosas que terminaron contaminados por la guerra; por el fuego de los cañones, la carne carbonizada de las explosiones, la ferviente lava cayendo de los cielos.

Es mucho más que el olor, es la sensación. Es el miedo de recordar tan vivamente la aterradora realidad del mundo, tan cruel y despiadado como un ser humano puede llegar a ser.

Arder hasta las cenizas como papel usado.

—Sí.

No es solo el olor a carne quemada, es el olor a pérdida que viene consigo. El fuego era su hermano pero fue quien le mató. No obstante, no puede explicarlo, así que tan solo dice dos palabras:

—Carne quemada.

El moreno tiene sus instintos desarrollados y puede notar a legüas la culpa brotando del cuerpo del cocinero.

—Está bien, estoy tan sorprendido como vosotros —ríe aunque nadie le acompaña—. Pasó una vez, pero no lo recordaba. Son recuerdos bastante ajetreada en aquellos tiempos.

La tensión no se desvanece hasta días después. Antes de eso, habla con su cocinero e intenta que la culpa que le reconcome se aplaque; nadie tiene la culpa. Y él mismo, como capitán, tiene la responsabilidad de que su tripulación no cargue con problemas innecesarios.

Los días venideros cada uno se le acerca y muestra su afecto con sus habilidades individuales; Nami le ofrecerá un lugar a su lado mientras trabaja y comparte mandarinas; Robin contará historias tan descabelladas y atractivas como skypiea; Usopp inventará juegos tan creativos junto a Chopper, quien se arrimará cada vez que puede; Zoro le arrastrará a tomar siestas junto a él cuando note sus andanzas más letardadas; Sanji preparará banquetes tan grandes que ni su increíble cocina pueda ser suficiente; Franky, totalmente inspirado, les pedirá ayuda con sus inventos; y Brook siempre acompañará la situación con una canción que amarán de todo corazón.

Luffy, aunque en ocasiones se sintiese abrumado por tanto amor recibido, aceptará cada detalle que le entreguen. Sabe que será la única manera en la que su tripulación desprendará su culpa. De tal manera que aceptará cualquier cosa que le den.

Cada una de las veces con una sonrisa aún más grande; desconociendo cómo su tripulación puede ser tan maravillosa.

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⏰ Última actualización: Jul 06, 2021 ⏰

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