𝐅𝐢𝐟𝐭𝐡 𝐏𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭

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𝐐𝐮𝐢𝐧𝐭𝐨 𝐑𝐞𝐠𝐚𝐥𝐨

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𝐐𝐮𝐢𝐧𝐭𝐨 𝐑𝐞𝐠𝐚𝐥𝐨

Las gotas de sudor caían por la frente de la pelinegra gracias al calor de la estación. Se encontraban en el patio estirando los músculos con la idea de hacer varios minutos corriendo a través del complejo verdoso que conformaban al colegio. Estaba haciendo equipo con Ashido, ambas de espaldas y con los brazos entrelazados para levantarse entre sí sobre sus espaldas.

—¿Por qué tan contenta? —preguntó la joven de tez rosada, cargando con el peso de su mejor amiga en su espalda al punto de levantarla varios centímetros del suelo.

Sadashi jadeó cuando los huesos de su columna sonaron ante la posición, maldiciendo a su escoliosis por hacerla sufrir de esa forma. En cuanto sus pies tocaron el piso de tierra recompuso la voz y habló:

—Los dulces anónimos hacen que mi humor sea bueno —respondió, ahora siendo ella quien levantó a la contraria, sosteniendo su peso haciendo fuerza con las piernas. Cuando la dejó en el suelo se giró sobre su hombro para verla, suspirando debido al cansancio—. ¿Crees que es exagerado?

Mina sonrió enternecida al ver las mejillas sonrojadas de su mejor amiga, haciéndola ver sumamente tierna ante su percepción. Nunca la había visto tan radiante en el tiempo que la conocía, incluso estando cansada y algo sudorosa podía jurar que los rayos del sol la hacían deslumbrar aún más.

—Me alegra que te gusten tanto, Sadashi —murmuró mucho más feliz de lo normal. Había algo en su mirada que la pelinegra no logró comprender, como cierto aire de misterio y eso hizo que girara la cabeza hacia un costado en espera de una explicación que la pelirrosa nunca le dio—. Te ves muy feliz.

Sus palabras la hicieron sonreír intensamente, moviendo el rabo de un lado a otro cada vez más rápido. Decidió atar su cabello ante el calor para así comenzar con el trote que Aizawa cronometraba, se sintió orgullosa al poseer un buen tiempo. Todo parecía ir perfectamente luego de haber dado diez vueltas hasta que frenó en busca de aire, sosteniéndose en sus rodillas para recomponerse, parecía un perro jadeando al sol y eso provocó que Hanta y Kaminari rieran al verla de ese modo. 

—¿Cansada, Sada-chan? —cuestionó socarrón el rubio eléctrico, rodeando su cuello con el brazo para abrazarla por su costado. Su amiga se removió incomoda, no por el contacto físico sino más bien por el intenso calor propio del mediodía en primavera.

—Creí que tenías mejor resistencia —comentó Sero, confundido. 

—No estoy cansada, sólo... hace calor...

Les pareció extraño verla en ese estado, con el cabello casi deshecho y las mejillas considerablemente rojas luego de haber corrido un buen tramo. Creyeron que estaría bien con esperar unos cuantos minutos, pero se equivocaron al ver como la nariz de la joven comenzaba a sangrar considerablemente. 

𝐒𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐥𝐨𝐯𝐞!; 𝐁𝐚𝐤𝐮𝐠𝐨̄ 𝐊𝐚𝐭𝐬𝐮𝐤𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora