Verte.

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Escuchar el sonido de la máquina le advierte que está despertando pero no puede abrir los ojos por más que intenta, la anestesia lo lleva de nuevo a ese sueño blanco tan detestable pues le dejaba la sensación que ni siquiera podía pensar ya. El siguiente momento de lucidez es de una voz grave pero no entiende, trata de sacudir el sopor de su mente para darle sentido a las palabras sin éxito.

Algo más despierto, una hora después siente algo cálido y suave, los cristales grisáceos estaban empañados por efecto del medicamento pero logran abrirse seguidos de un sutil apretón en la mano que le sostiene la diestra, sólo un nombre se repite por segundo en su mente aunque no puede llamarlo pues ni siquiera sabe dónde está su garganta. La rubia sabía que esos ojos no la veían pero ya había recibido su orden. Busca bajo las mantas y el colchón hasta dar con el par de cosas que debía llevarse, no se atreve a ver el contenido, sólo nota lo arrugado del papel y las letras desordenadas que ya no se parecían a la cuidada caligrafía de su superior. En verdad había podido escribir algo?

Cierta claridad no llega hasta tarde, cuándo Akutagawa reconoce la espalda de Gin que se marchaba pues las visitas habían terminado. Una chispa le dice que si lo visitaban diario debía estar en la ciudad, no se hubieran permitido tener tanta gente de descanso por un moribundo. Pasos en el corredor lo disuaden de hacer manifiesto que había despertado, cierra los ojos de nuevo y al no mucho la voz de la mañana con alguien más suenan dentro del cuarto.

—No ha despertado... Probablemente no lo haga, la dosis es fuerte pero sólo así podría-

—si, si. Entiendo... Entonces, lo que nos recomienda es...

—que se despidan. Daré un permiso especial para que pasen, puede quedarse una persona esta noche. Sugiero que sea un familiar aunque... Sé que sólo está su hermana... No sé si ella quiera estar porque quizás no pase la noche.

—ya veo.

Las personas salen pero aún se escuchan murmullos trás la puerta, luego de nuevo el pestillo.

—sé que estás despierto. No importa. La anestesia es fuerte y te pondré más... Muchas más. Deberías estar agradecido: morirás sin dolor. Es mucho más de lo que mereces.

Se escuchan sonidos de instrumentos, probablemente el hombre preparando la jeringa. El mafioso abre los ojos teniendo problema para enfocar su vista pero logra distinguir al de bata blanca.

—mira, un tipo raro vino a decirme que te envenenara o lo que fuera. Claro que me negué al principio pero... Recuerdas a aquel policía de la caseta dónde estallase una bomba? Quizás no. Yo sí, lo crié y me llamaron para reconocer sus restos aunque no quedaba mucho... pero quién sino su padre lo conocería?

Quizás por adrenalina, al verse en peligro igual que una bestia el azabache tiene una explosión de energía que lo saca de la cama en cuanto vé a aquel hombre acercarse con su instrumento lleno de esa droga que lo ponía a dormir casi de inmediato.

—aunque te esfuerces no te queda mucho, necesitas la saturación de oxígeno de la máquina si no quieres desmayarte. Sabes? No hago esto por venganza, en verdad te he mantenido drogado como médico, si pasarán los efectos cada respiración te quemaría como el infierno. En todo caso, ya me vengué.

Ryunosuke mira sin comprender y sin bajar la guardía un momento, no se sentía en condición de usar a Rashomon pero si se le acercaba más lo haría y con todo el que se le pusiera en el camino de salida.

—ese chico, Nakajima. La primera vez que vino dió tu descripción, dijo que era tu novio, que te había buscado en cada hospital y carcel... Por órdenes nos dijeron que no podíamos dejarle saber que estabas aquí aunque pude haberlo dejado entrar, se veía desesperado. Debes quererlo mucho y él a tí porque vino un montón de veces a preguntar si habías ingresado.

Tras esas palabras todo hace click en la cabeza del joven. Por una parte, el jefe se había enterado de su relación con el detective y prohibió terminantemente que se acercara al mafioso. Cómo se enteró? Quizás supo que un miembro de la Agencia Armada lo buscaba por todos lados.

—jaja esa cara me gusta. Bueno, son tus últimos momentos. Qué harás con ellos?

Akutagawa llama a su habilidad que rompe la ventana trás él, justo antes de saltar por ese hueco inspira profundo en la mascarilla conectada al respirador pues no sabía que tanto podría resistir sin eso, estiraría hasta lo imposible esa bocanada. Rashomon evita que caiga de forma precipitada al césped, cosa difícil desde un cuarto piso.

El jardín trasero del hospital estaba casi totalmente oscuro, dando tumbos camina entre unos cuantos árboles y al no mucho ve la reja exterior. Jadeante utiliza la tela para abrirse paso hasta la calle dónde los transeúntes lo miran estupefactos por su mala pinta y los trozos del conjunto quirúrgico que flotaban a su alrededor. Murmura algo con voz ronca y falto de aliento, la delgada tela toma forma de su armadura demoníaca con la que da los pasos que faltan hasta un auto que estaba cerca, amenazando al conductor con una cuchilla saliente de la habilidad le ordena llevarlo a cierta dirección.

—eso está a diez minutos...
—no te pregunté.

Más bien preocupado por el aspecto de su pasajero y que se pudiera morir en su auto, el conductor acelera yendo tan rápido como le es permitido hasta el lugar que le dicen, sin embargo, el trayecto dobla su tiempo pues la hora aumentaba el tránsito.

Apenas logrando mantenerse conciente con el poco oxígeno que sacaba del aire, Ryunosuke entra al edificio apoyado por su habilidad que mantenía como último recurso. Sosteniendose de la pared sale del ascensor viendo su puerta cercana, claro que no tiene llaves. La cerradura cede al golpe de Rashomon, las luces apagadas lo reciben así como un largo silencio del vacío lugar. Se había ido.

Sin anestesia siente arder desde la nariz hasta el último rincón de su pecho, sin la máquina a penas puede respirar. Se desmaya en plena entrada sabiendo lo cierto que era lo dicho por el doctor. Eran sus últimos momentos.

Carta A Mi Vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora