Aadir

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-'¡ARRRGH!'- escuché unos gritos que me despabilaron.

-'¡Ugh!'- otro grito más a lo lejos, dirigí mi mirada hacia el lugar del que provenían estos sonidos.

Alguien abrió la puerta, un hombre vestido en un traje negro de látex, ¿algo fetichista? sí, pero no me sorprende, al menos no en este estado, se acercó a mí, abrió las tijeras y cortó la soga, me desplomé en el suelo de madera y quedé inmóvil, tal vez no tenía fuerzas para moverme, observaba a la puerta por la que había entrado este sujeto, me levantó por encima de sus hombros y me llevó, mis ojos se cerraban y mis párpados vagamente hacían un esfuerzo por mantenerse abiertos, él caminaba hacia la salida y yo logré divisar los cuerpos de ambos sujetos que me habían amarrado, no sabría decir si estaban muertos o no, solo estaban inconscientes, supongo. Mis párpados se cerraron.

...

Sería insensato decir que no tuve siquiera una mínima imagen plasmada en mi mente entre las horas que pasé inconsciente, tal vez sea una o dos, pero no, fue más bien un collage, una galería de arte del infortunio que develaban como moriría o tal vez como intentaría morir, unas que otras imágenes trataban sobre eso, muchas se repitieron y unas pocas se impusieron sobre las otras al tener un mayor significado para mí, era yo, algo menor, muy menor, no les mentiré.

Cuando desperté, estaba en otra cama, encadenado, nuevamente encadenado, me sentía mejor, no me dolía mucho pero mis piernas estaban muertas, no las podía mover y, si algún si acaso las movía, me causaba un dolor tremendo, estruendoso; se supone que el corazón bombea la sangre desde donde está ubicado por todo el cuerpo, pero realmente sentía que toda mi sangre salía por mi boca, mi nariz, mis ojos, oídos y demás, ah, que horrible sensación, me estremezco solo de pensar en ella. Bueno, pestañeé y pestañeé, debería de ser lo normal, las cadenas que me sostenían a la cama eran muy largas, me permitían pararme y caminar por todo el lugar, tal vez haría un recorrido más tarde.

Traté de gritar para ver si alguien venía a por mí, pues... debo decir que si vinieron por mí, el mismo sujeto vestido de látex, paso a través de la puerta y con un movimiento leve empezó a acercarse a mí, paso a paso, lentamente, inclinaba su cabeza en diagonal como inspeccionándome, cuando ya estuvo parado al lado de la cama dio media vuelta y se sentó, justo a mi lado, movió sus brazos por detrás de su cabeza y empezó a abrir la cremallera que tenía plegada en el cuello, lo hizo muy despacio, lo hacía tan lento que sus mechones rubios salieron antes de que pudiera notar que se había descubierto el rostro.

-'Hola, soy Aadir Fierre'- no podía hablar, tenía que ser diferente, no creo que sea, no, no lo es, es muy difícil de creer, es imposible, no se puede, debería estar muerto -'Soy tu padre'- Sí, sí era posible.

Después de eso, él puso su mano en mi cabeza y dijo: -'Descansa, dentro de unos días deberías poder moverte'- ¿A qué se refiere? ¿Quiere decir que estaré aquí por lo menos una semana?, bueno, eso es algo bueno, me dará tiempo de investigar, pero, si era verdad, no podía moverme mucho y no podía decirle cuanto lo detestaba por haberme abandonado todo este tiempo, tampoco le dije que lo quería de todas formas, quería... quería abrazarlo y decirle que lo quería y que él me dijera lo siento, ¡No! ya basta de sentimientos, tengo cosas que hacer.

...

Así pasaron los días y yo seguía acostado, por momentos pensaba en cuando me dijo que descansara, su mano en mi cabeza, podía sentir las pulsaciones, estaba agitado, bueno, no lo culpo, estar así encerrado en un traje de látex debe de ser difícil, pues según yo lo veía, no habían costuras ni aberturas por donde pudiera abrirlo y sacárselo; también, en sus ojos, sus ojos azules, parcia un ángel, un ángel que me fue a rescatar, tal vez él no me había abandonado, ni a Soledad, tal vez nos estaba vigilando, solo tal vez y un tal vez es un tal vez. 

...

Cuando no conciliaba sueño me ponía a pensar en qué preguntas le iba a hacer cuando me levantara, al medio día siempre llegaba con un plato de sopa y me ayudaba a comer, lo detestaba por eso pero mis brazos... no los podía controlar.

Pasaron diez días, diez días viviendo de esa forma, porque cuando llegó el décimo día me dieron ganas de pararme y caminar, moverme un poco, me senté en la cama y puse mis pies descalzos en el suelo, se sentía muy extraño, aunque me hormigueaba no era suficiente como para que no pudiera levantarme, mis zapatos estaban a un lado de la cama pero con las cadenas que llevaba puestas no podía ponérmelos, aun lado había un baño, había un espejo, la luz estaba apagada y la oscuridad cubría todo, encontré el interruptor y lo presione, me vi en el espejo, tenía semicírculos muy marcados alrededor de mis ojos, había perdido peso, mi piel se estaba pegando a mis huesos y mi cabello se caía cuando pasaba mi mano, noté que tenía las marcas de los cortes de la tijera en mi cuello y que también había sangre coagulada, me limpié, salía del baño y fui a la puerta, lamentablemente, la cadena impedía que saliera, no era muy larga, la cama estaba atornillada al piso y no la podía mover, pero asomé mi cabeza por el pasillo, él estaba ahí parado, estático, fui a la cama de nuevo y lo llamé.

Se acercó, se quitó la máscara de gas y me preguntó si quería algo.

-'Tengo que hacerte unas preguntas'- le dije con mi voz seca y ronca.

-'Está bien'- me respondió, movió su mano por detrás de su cadera y sacó un llave con la cual me desencadenó, se volteó y me dijo que lo siguiera, se colocó la máscara de nuevo.

Lo comencé a seguir, salimos de mi habitación y recorrimos el largo pasillo en dirección derecha, era muy extenso y todos las puertas que abarcaban el lugar estaban cerradas, pasamos por una bombilla que parpadeaba, no tenía un buen presentimiento sobre eso, al final, cuando una pared fue el término del pasillo, él sacó otra llave de su cintura, esta vez abrió la puerta número uno, mientras la abría me decidí a mirar atrás sorprendiéndome de que no habían mas puertas, regresé la mirada, me asusté, él estaba encorvado frente a mí, como si estuviera mirándome, se alejó y entró en la puerta abierta, yo lo seguí.

Entramos a la habitación, había dos sillas frente a frente y una sola bombilla iluminaba el cuarto entero, había otra puerta atrás que tenía el título de 'EXIT' en rojo.

Él estaba volteado moviendo la silla de mas allá, yo agarré la otra y con ella lo golpeé en la cabeza hasta que no se moviera, luego me dirigí a esa otra puerta, estaba abierta, era otro cuarto, lleno de documentos, eran documentos de asesinatos, todos ellos, de la policía, había uno que leí detenidamente, perplejo, sin palabras, Aadir Fierre, muerte por estrangulamiento, no terminé de leerlo, sentía una presencia en el lugar, volteé y ahí estaba él, ese sujeto.

Lo ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora