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—¿Quién eres? —preguntó el Cuervo.

—Creo que ya ni siquiera yo misma puedo responder a eso —dijo la muchacha de brillantes ojos azules y cabello negro como la noche.

—¿No tienes un nombre? —insistió.

Estuvo a punto de decírselo pero, puesto que ya no tenía ningún significado para ella, optó por negar con la cabeza.

—Entonces yo te daré uno.

Cuentos de Arlan II: El PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora