Mi Pepe Le Pew (Eren Jaeger)

Capítulo 3: ¡Es imposible con este hombre!

Llora (...), llora tranquila sin esperar nada y recuerda, en la vida real cuando rompes con alguien no hay muchos reencuentros románticos, se llegan a odiar y se convierte en "tu ex".

Esa noche escuchó canciones para el corazón roto, entre tantas se durmió con aquella que decía que la iba a extrañar.
El domingo le llegó más tarde que a cualquier otra persona, se levantó a las 11:30 pm dispuesta a salir de casa y comer afuera.
Se hizo una coleta con dificultad después de alistarse y abrió la puerta dispuesta a salir, encontrándose con la sorpresa de que alguien estaba esperándola afuera.

—Hola.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a hablar contigo.

—¿De qué?

—No seas hostil, es importante que conversemos.

—Discúlpame  Mikasa,  llevo prisa.

Mikasa la tomó del brazo y la entró a la casa con fuerza, la obligó a sentarse en el mueble mientras la miraba intensa de pie.

—¿Q-qué es lo que te sucede? ¡No tienes derecho! Es mi casa...

—Mira, no sé de dónde sacaste el disparate que le dijiste anoche a Eren, pero es una tontería, él y yo somos hermanos, nos queremos como hermanos.

—¿Eren te lo dijo?

—Así es.

—¿Así que te pidió que vinieras hablar conmigo?

—Algo así.

(...) se puso de pie después de suspirar, no podía hacerle contacto visual a aquella intimidante dama que la miraba sin pestañear.

—¿Qué harás?

—...

—Ve y habla con Eren, pídele disculpas por comportarte como una histérica.

—¡No soy ninguna histérica! ¡Y tú no tienes por qué venir a mi casa a decirme qué hacer! ¡No soy idiota! Y no pienso volver con Eren, quédatelo, los dos se merecen son iguales de

No terminó la oración porque Mikasa levantó la mano haciendo un gesto de que la iba a golpear, el golpe no llegó, se detuvo en el camino.

—Entonces haz lo que quieras, sólo te digo que estás perdiendo un gran chico por ser tan idiota.

Mikasa se marchó de la casa haciéndola dudar. (...) empezó a dudar de lo que sintió y escuchó, dudó de una realidad por la imponencia de una mujer y sus ganas propias por seguir recibiendo amor de Eren, el tipo que ella internamente sabía que la había usado. Se sacudió la cabeza borrando cualquier confusión y temblor de la duda para salir a almorzar en la calle.

Llegó a un restaurante cercano pero no le dieron el paso, no la dejaron entrar y ella sabía la razón. Pura discriminación. Se sintió ofendida y avergonzada por la existencia de la humanidad, caminó a buscar otro sitio y terminó en una tienda de té donde vendían diversos productos.

Se sentó a esperar tranquila y rápidamente llegó un hombre de corta estatura y con una cara divina. Sintió el miedo de que fueran a echarla pero el hombre no lo hizo, se le acercó pidiendo su orden. Ella le respondió con dificultad. El hombre parecía con cierta paciencia intentando entender, percatándose por su acento que era extranjera.

Ella comía tranquila sintiéndose observada por aquel mismo tipo que la había atendido. No podía comer tranquila y para colmo estaba haciendo tremendo desorden.  Terminó derramando té en su ropa parándose de la silla con mucha vergüenza.
El chico que la atendió antes se le acercó con una cara disgustada.