REGLAMENTO

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Todos los días la hora de levantarse será a las diez de la mañana. En tal momento los cuatro jodedores que no hayan estado de servicio la noche anterior visitarán a los amigos, llevando cada uno de ellos un muchachito; pasarán sucesivamente de una habitación a otra. Actuarán de acuerdo con las órdenes y deseos de los amigos, pero al principio los muchachitos que llevarán con ellos sólo servirán de acompañamiento, porque queda decidido y acordado que las ocho virginidades de los coños de las muchachas no serán violadas hasta el mes de diciembre, y las de sus culos, así como las de los culos de los ocho muchachos, lo serán a lo largo de el mes de enero, y eso con el fin de acrecentar la voluptuosidad mediante el hostigamiento de un deseo inflamado sin cesar y nunca satisfecho, estado que debe necesariamente conducir a un cierto furor lúbrico que los amigos se esfuerzan en provocar como una de las situaciones más deliciosas de la lubricidad. A las once los amigos se dirigirán al aposento de las muchachas donde se servirá el almuerzo consistente en chocolate o carne asada con vino español u otros reconfortantes manjares. Este almuerzo será: servido por las ocho muchachas desnudas, ayudadas por las dos viejas Marie y Louison adscritas al serrallo de las doncellas, estando las otras dos al de los muchachos. Si los amigos tienen ganas de cometer actos impúdicos con las muchachas durante el almuerzo, antes o después, ellas se prestarán a dichos deseos con la resignación que se les supone y a la cual no faltarán sin un duro castigo. Pero se conviene en que no habrá juegos secretos o particulares en tal ocasión y que si se quiere hacer el crápula durante un rato, será entre sí y ante todo el que asista al almuerzo. Las muchachas por regla general deberán ponerse de rodillas cada vez que vean o se encuentren con un amigo, y permanecerán en esta posición hasta que se les diga que se levanten; sólo las esposas y las viejas estarán sometidas a estas leyes: los demás quedan dispensados de ello, pero todo el mundo se verá obligado a llamar monseñor a cada uno de los amigos. Antes de salir de la habitación de las muchachas, el amigo encargado del turno del mes (como lo que se intenta es que cada mes se encargue uno de los amigos de todos los detalles, el turno debe ser el siguiente: Durcet durante el mes de noviembre, el obispo en diciembre, el presidente en enero y el duque en febrero), aquel, pues, de los amigos al que le toque el mes, antes de salir del aposento de las muchachas, las examinará una tras otra para comprobar si están en situación adecuada, lo cual será comunicado cada mañana a las viejas y arreglado de acuerdo con la necesidad que haya de tenerlas en tal o cual estado. Como está severamente prohibido ir a otro excusado que el de la capilla, que ha sido arreglado y destinado para esto, y prohibido ir allí sin un permiso particular, el cual es a menudo negado, por ello el amigo que esté de turno examinará con cuidado, inmediatamente después del almuerzo, todos los excusados particulares de las muchachas, y en el caso de alguna contravención, la delincuente será condenada a un castigo aflictivo. De allí se pasará al aposento de los muchachos a fin de efectuar las mismas visitas y condenar igualmente a los delincuentes a la pena capital. Los cuatro muchachos que por la mañana no hayan estado con los amigos, los recibirán ahora cuando lleguen a sus habitaciones y se quitarán los calzones delante de ellos, los otros cuatro ' permanecerán de pie y esperarán las órdenes que puedan serles dadas. Los señores se divertirán o no con estos cuatro, que no habrán visto hasta entonces, pero lo que hagan será público; nada de solitarios a tales horas. A la una, aquellos o aquellas de las muchachas o de los muchachos, grandes y pequeños, que hayan obtenido el permiso de ir a satisfacer necesidades apremiantes, es decir, las gordas -y este permiso sólo se concederá muy raramente, y a todo lo más a una tercera parte de los interesados-, aquellos, digo, se dirigirán a la capilla donde todo ha sido artísticamente dispuesto para las voluptuosidades inherentes al caso. Allí encontrarán a los cuatro amigos, que esperarán hasta las dos, y nunca hasta más tarde, y que los colocarán como lo juzguen conveniente para las voluptuosidades de esta índole que les vengan en gana. De dos a tres, se servirán las dos primeras mesas que comen a la misma hora, una en el gran aposento de las muchachas, la otra en el de los muchachos. Los encargados de servir en estas dos mesas serán las criadas de la cocina. La primera mesa estará compuesta por las ocho muchachas y las cuatro viejas; la segunda por las cuatro esposas, los ocho muchachos y las cuatro narradoras. Durante esta comida, los señores se dirigirán al salón donde charlarán hasta las tres. Poco antes de esta hora, los ocho jodedores se presentarán en este salón lo más arreglados y peripuestos posible. A las tres se servirá la comida a los señores y los cuatro jodedores serán los únicos que gozarán del honor de ser admitidos. Esta comida será servida por las cuatro esposas, todas ellas desnudas, ayudadas por las cuatro viejas vestidas de magas: serán éstas quienes sacarán los platos de los tornos donde los pondrán las sirvientas y los entregarán a las esposas que los pondrán sobre la mesa. Los ocho jodedores, durante la comida, podrán manosear todo lo que quieran los cuerpos desnudos de las esposas, sin que éstas puedan negarse o defenderse; podrán también llegar a insultarlas y a servirse de ellas con la verga empinada, apostrofándolas con todas las invectivas que quieran. Se levantarán de la mesa a las cinco. Entonces los cuatro amigos solamente (los jodedores se retirarán hasta la hora de la reunión general), los cuatro amigos, digo, pasarán al salón, donde dos muchachitos y dos muchachas, que variarán todos los días, les servirán desnudos café y licores; aquél no será todavía el momento en que podrán permitirse voluptuosidades que puedan enervar: habrá que limitarse a la simple broma. Poco antes de las seis, los cuatro muchachitos que acaban de servir se retirarán para ir a vestirse de prisa. A las seis en punto, los señores pasarán al gran gabinete destinado a los relatos y que ha sido descrito antes. Cada uno de ellos se colocará en su nicho y los demás observarán el orden siguiente: en el trono se sentará la narradora, en las gradas del mismo estarán los dieciséis jóvenes, colocados de tal forma que haya cuatro, dos muchachos y dos muchachas, frente a los nichos; de esta manera cada nicho, tendrá su grupo independiente, este grupo está asignado al nicho ante el que está sin que el nicho de al lado pueda tener pretensiones sobre él, y estos grupos variarán todos los días, ningún nicho tendrá siempre el mismo. Cada individuo del grupo llevará en un brazo una cadena de flores artificiales que estará amarrada al nicho, de modo que cuando el ocupante del nicho quiera a un muchacho o muchacha de su grupo sólo tendrá que tirar de la guirnalda y el escogido correrá hacia él. Detrás de cada grupo de cuatro habrá una vieja, que estará a las órdenes del jefe del nicho. Las tres narradoras que no estén de turno mensual se sentarán en una banqueta al pie del trono, sin estar dedicadas a nada especial pero a las órdenes de todo el mundo. Los cuatro jodedores que estén destinados a pasar la noche con los amigos podrán no asistir a la reunión; permanecerán en sus habitaciones ocupados en prepararse para la noche y las hazañas que ésta exige. Los otros cuatro estarán a los pies de cada uno de los amigos, en los nichos, en cuyos sofás el amigo se hallará al lado de una de las esposas de turno. Esta esposa estará siempre desnuda, el. jodedor llevará chaleco y calzones de tafetán rosa, la narradora del mes irá vestida de cortesana elegante, así como sus tres compañeras, y los muchachos y muchachas de los cuatro grupos irán vestidos de modos distintos y elegantes; un grupo a la moda asiática, otro a la española, otro a la turca y el cuarto a la griega y al día siguiente cambiará, pero todos estos vestidos serán de tafetán y de gasa; la parte baja del cuerpo nunca estará ajustada con nada, y bastará desprender un alfiler para que queden desnudos. En cuanto a las viejas, irán alternativamente vestidas con hábitos grises de religiosas, disfrazadas de hadas, magas y, a veces, de viudas. Las puertas de los gabinetes que dan a los nichos estarán siempre entreabiertas, y el gabinete, muy calentado por las estufas de comunicación, dispondrá de todos los muebles necesarios para las diferentes orgías. Cuatro velas arderán en cada uno de dichos gabinetes, y cincuenta en el salón. A las seis en punto, la narradora empezará su relato, que los amigos podrán interrumpir cuando bien les parezca; este relato durará hasta las diez de la noche, y durante todo estetiempo, como su objeto es inflamar la imaginación, serán permitidas todas las lubricidades, excepto sin embargo aquellas que infrinjan el orden y los arreglos dispuestos para las desfloraciones, que no podrán ser variados; pero por lo demás podrá hacerse lo que se quiera con el jodedor, la esposa, el grupo de cuatro y la vieja, y hasta con las narradoras si se sienten inclinados a tal capricho, y esto podrá tener lugar en el nicho o en el gabinete contiguo. El relato será suspendido mientras duren los placeres de aquel cuyas necesidades lo interrumpan, y se continuará cuando haya terminado. A las diez se servirá la cena. Las esposas, las narradoras y las ocho muchachas irán rápidamente a cenar aparte, ya que las mujeres nunca serán admitidas en la cena de los hombres, y los amigos cenarán con los cuatro jodedores que no estén de servicio por la noche y cuatro muchachos. Los otros cuatro servirán, ayudados por las viejas. Terminada la cena, se pasará al salón de la reunión para la celebración de lo que se llama las orgías. Allí se encontrarán todos, los que hayan cenado aparte, y los que hayan cenado con los amigos, pero siempre excepto los cuatro jodedores del servicio de noche. El salón estará muy calentado e iluminado por candelabros de cristal. Todos estarán desnudos: narradoras, esposas, muchachas, muchachos, viejas, jodedores, amigos, todos mezclados, todos tumbados sobre cojines en el suelo, y semejantes a los animales, se cambiarán, se mezclarán, se cometerán incestos y adulterios, se sodomizará y siempre, salvo las desfloraciones, se entregarán a todos los excesos y a todos los desenfrenos que mejor puedan excitar la imaginación. Cuando tengan que efectuarse estas desfloraciones, será el momento de proceder a ellas, y una vez haya sido desflorado un muchachito se podrá gozar de él cuándo y de la manera que se quiera. A las dos en punto de la madrugada, cesarán las orgías, los cuatro jodedores destinados al servicio de noche, ataviados con elegantes saltos de cama, vendrán a buscar a cada uno de los amigos, el cual se llevará consigo a una de las esposas, o a uno de los muchachos desflorados cuando los haya, o a una narradora, o bien a una vieja para pasar la noche entre ella y su jodedor, y todo a su gusto, pero con la cláusula de someterse a arreglos ingeniosos de los que pueda resultar que cada uno cambie todas las noches o pueda cambiar. Tal será el orden y acomodo de cada día. Independientemente de esto, cada una de las diecisiete semanas que debe durar la estancia en el castillo será marcada con una fiesta. Primero, se celebrarán matrimonios, cuya fecha y lugar se indicarán. Pero como los primeros de estos matrimonios se efectuarán entre los chiquillos más jóvenes y no podrán consumarse, no dislocarán en nada el orden establecido para las desfloraciones. Como los matrimonios entre mayores sólo se realizarán después de las desfloraciones, su consumación no perjudicará tampoco nada, ya que, al obrar, sólo gozarán de lo que ya había sido recogido. Las cuatro viejas responderán de la conducta de los cuatro muchachitos cuando cometan faltas, se quejarán al amigo que esté de turno y se procederá en común a aplicar los castigos, los sábados por la noche, a la hora de las orgías. Se llevará una lista exacta de dichos castigos hasta entonces. Por lo que respecta a las faltas cometidas por las narradoras recibirán la mitad de castigo que los muchachos, porque su talento sirve y hay que respetar siempre al talento. En cuanto a los castigos de las esposas o de las viejas, serán siempre dobles que los de los muchachos. Toda persona que se niegue ahacer cosas que se le hayan pedido, aunque se halle en la imposibilidad de hacerlas, será severamente castigada; a ella le toca prever y tomar sus precauciones. La menor risa o la menor falta de atención o de respeto o sumisión en- las orgías, se considerará como una de las faltas más graves y más cruelmente castigadas. Todo hombre sorprendido en flagrante delito con una mujer, será castigado con la pérdida de un miembro cuando no haya recibido autorización de gozar de la mujer. El más pequeño acto religioso por parte de alguien, sea quien sea, será castigado con la muerte. Se encarece expresamente a los amigos que en las reuniones sólo empleen las palabras más lascivas, más libertinas y las expresiones más soeces, las más fuertes y blasfemas. El nombre de Dios sólo se pronunciará acompañado siempre de invectivas o imprecaciones, y se repetirá lo más a menudo posible. En cuanto al tono de voz, será siempre el más brutal, más duro y más imperioso con las mujeres y los muchachos, pero sumiso, puto y depravado con los hombres que los amigos, representando con ellos el papel de mujeres, deben considerar como sus maridos. Aquel de los señores que falte a todas estas cosas, o que crea tener un adarme de razón y sobre todo quiera pasar un día sin acostarse borracho, pagará diez mil francos de multa. Cuando un amigo tenga una gran necesidad, una mujer de la clase que él juzgue a propósito lo acompañará, para atender a los cuidados que puedan ser indicados durante este acto. Ninguno de los sujetos, hombres o mujeres, podrá entregarse a los deberes de limpieza, sean cuales sean, y sobre todo los de después de la necesidad mayor, sin un permiso expreso del amigo que esté de turno, y si se le niega y, a pesar de esto, lo hace, recibirá uno de los más rudos castigos. Las cuatro esposas no gozarán de ninguna clase de prerrogativas sobre las otras mujeres; al contrario, serán siempre tratadas con más rigor e inhumanidad, y a menudo serán empleadas en los trabajos más viles y penosos, tales como por ejemplo la limpieza de los retretes comunes y particulares de la capilla. Estos retretes serán vaciados cada ocho días, siempre por ellas, y serán castigadas con rigor si se resisten o lo hacen mal. Si un sujeto cualquiera emprende una evasión durante el tiempo de la reunión, será al instante castigado con la muerte, sea quien fuere. Las cocineras y sus ayudantes serán respetadas, y cualquiera de los señores que infringa esta ley pagará mil luises de multa. En cuanto a las multas, su importe será empleado, al regresar a Francia, para los primeros gastos de una nueva partida del tipo de esta o de cualquier otro. Promulgados estos reglamentos el día 30, el duque pasó la mañana del 31 verificándolo todo; ensayándolo todo y, sobre todo, examinando con cuidado el lugar con el objeto de ver si no era susceptible de ser asaltado o de favorecer alguna evasión. Una vez hubo comprobado que se requeriría ser pájaro o diablo para salir o entrar de allí, informó al grupo de amigos de su cometido y dedicó la noche del 31 a arengar a las mujeres. Estas se reunieron por orden suyo en el salón de los relatos, y habiendo subido a la tribuna o especie de trono destinado a la narradora, he aquí poco más o menos el discurso que les dirigió: "Seres débiles y encadenados, únicamente destinados a nuestros placeres, no habréis pensado, creo, que ese dominio tan ridículo como absoluto que se os deja en este mundo os sería concedido en estos lugares. Mil veces más sometidas de lo que lo estarían las esclavas, sólo debéis esperar humillación, y la obediencia debe ser la única virtud que os aconsejo tengáisaquí: es la única que conviene a vuestro estado. No os engañéis confiando en vuestros encantos; demasiado hastiados de tales trampas, fácilmente podéis imaginar que no sería con nosotros con quienes podrían tener éxito dichos cebos. Recordad siempre que nos serviremos de todas vosotras, pero ninguna debe acariciar la idea de poder suscitar en nosotros sentimientos de piedad. Indignados contra los altares que han podido arrancarnos algunos granos de incienso, nuestro orgullo y libertinaje los destruyen en cuanto la ilusión ha satisfecho los sentidos, y el desprecio casi siempre seguido del odio reemplaza inmediatamente en nosotros el prestigio de la imaginación. ¿Qué ofreceréis, por otra parte, que nosotros no sepamos de memoria, qué ofreceréis que no pisoteemos a menudo en el instante del delirio? "Es inútil que os lo oculte, vuestro trabajo será rudo penoso y riguroso, y las menores faltas serán inmediatamente castigadas con penas corporales y aflictivas. Debo pues recomendaros exactitud, sumisión y una abnegación total para atender sólo a nuestros deseos; que éstas sean vuestras únicas leyes, volad delante de ellos, anticipaos a ellos y suscitadlos. No porque tengáis mucho que ganar con esta conducta, sino más bien porque perderíais mucho si no la observarais. "Examinad vuestra situación, lo que sois, lo que somos nosotros, y que estas reflexiones os hagan estremecer: os encontráis fuera de Francia, en lo más profundo de un bosque inhabitable, más allá de las escarpadas montañas cuyos pasos han sido destruidos inmediatamente después de haberlas traspuesto. Estáis encerradas en una ciudadela impenetrable, nadie sabe que estáis aquí, alejadas de vuestros amigos y parientes, estáis ya muertas para el mundo, y sólo respiráis para nuestros placeres. ¿Y a qué seres estáis ahora subordinadas? A criminales profundos y reconocidos que no tienen otro dios que su lubricidad, otras leyes que su depravación, otro freno que sus orgías, unos truhanes sin Dios, sin principios y sin religión, el menos criminal de los cuales ha cometido más infamias que las que podría yo contar, y para quien la vida de una mujer, qué digo de una mujer, de todas las que viven en la superficie del globo, le importa tanto como la destrucción de una mosca. Habrá pocos excesos a los que no nos entreguemos, que ninguno os repugne, ofreceos sin pestañear y oponed a todos la paciencia, la sumisión y el valor. Si desgraciadamente alguna de vosotras sucumbe a la intemperancia de nuestras pasiones, que tome su partido valientemente; no estamos en este mundo para vivir eternamente, y lo mejor que puede ocurrirle a una mujer es morir joven. Se os han leído reglamentos muy sabios y adecuados a vuestra seguridad y a nuestros placeres, obedecedlos ciegamente, y esperad lo peor de nosotros si nos irritáis con una mala conducta. Algunas de vosotras tienen lazos con nosotros, lo sé, que tal vez os enorgullecen, y de los cuales esperáis indulgencia; sería un gran error que confiarais en ellos: ningún lazo es sagrado a los ojos de gente como nosotros, y cuanto más sagrado os parezcan, más excitará la perversidad de nuestras almas el romperlos. Hijas, esposas, es pues a vosotras a quienes me dirijo en estos momentos: no esperéis ninguna prerrogativa de nuestra parte, os advertimos que seréis tratadas incluso con más rigor que las demás, y esto precisamente para haceros ver cuán despreciables son para nosotros los lazos con que tal vez nos creéis atados. "Por lo demás, no esperéis que os especifiquemos siempre las órdenes que queramos que ejecutéis; un gesto, un guiño, a menudo un simple sentimientointerno nuestro os lo indicará, y seréis tan castigadas por no haberlos adivinado o previsto como si, después de haber sido notificadas, los hubieseis desobedecido. A vosotras os toca comprender nuestros impulsos, nuestras miradas, nuestros gestos, captar la expresión, y sobre todo no engañaros respecto a nuestros deseos; pues, supongamos por ejemplo que este deseo fuese el ver una parte de vuestro cuerpo y que, torpemente, ofrecierais otra, os podéis imaginar hasta qué punto un error de tal índole turbaría nuestra imaginación y todo lo que se arriesga enfriando la cabeza de un libertino que, supongo, sólo esperase un culo para su eyaculación y se le ofreciese, imbécilmente, un coño. "En general, ofreceos siempre poco por delante, recordad que esta parte infecta que la naturaleza sólo formó desatinadamente, es siempre la que más nos repugna. Y en cuanto a vuestros culos, hay aún precauciones que deben ser tomadas, tanto para al ofrecerlo disimular el antro odioso que lo acompaña como para evitar mostrarnos en ciertos momentos ese culo en el estado en que otra gente desearía siempre encontrarlo; debéis entenderme, y por otra parte recibiréis de las cuatro dueñas instrucciones ulteriores que acabarán de explicarlo todo. "En una palabra, temblad, adivinad, obedeced, prevenid, y con esto, si no sois muy afortunadas, por lo menos no seréis quizás del todo desgraciadas. Por otra parte, nada de intrigas entre vosotras, ningún vínculo, nada de esa imbécil amistad de las muchachas que, al reblandecer por un lado el corazón, lo hacen por el otro más reacio y menos dispuesto a la sola y simple humillación a que os destinamos; pensad que de ningún modo os consideramos como criaturas humanas, sino únicamente como animales que se alimentan para el servicio que se espera de ellos y que se muelen a golpes cuando se niegan a dicho servicio. "Habéis visto hasta qué punto se os prohibe todo lo que puede parecer un acto de religión cualquiera; os prevengo que habrá pocos crímenes más severamente castigados que éste. Sabemos perfectamente que todavía hay entre vosotras algunas imbéciles que no pueden aceptar la idea de abjurar de ese infame Dios y de aborrecer la religión: éstas serán cuidadosamente examinadas, no os lo oculto, y no se ahorrará ningún acto extremo, si, desgraciadamente, son descubiertas en flagrante delito religioso. Que estas tontas criaturas se persuadan, se convenzan de que la existencia de Dios es una locura que no tiene hoy en el mundo más de veinte seguidores, y que la religión que invocan no es más que una fábula ridículamente inventada por bribones cuyo interés en engañarnos es evidente ahora. En una palabra, decidid vosotras mismas: si existiera un Dios, y ese Dios fuese todopoderoso, ¿permitiría que la virtud que lo honra y que profesais fuese sacrificada, como lo será, al vicio y al libertinaje? ¿Permitiría, ese Dios todopoderoso, que una débil criatura como yo, que ante sus ojos no soy más que una pústula de sarna para un elefante, permitiría, digo, que esta débil criatura lo insultase, lo ultrajara, lo desafiara, se enfrentase a él y lo ofendiera como lo hago cuando quiero en cada instante del día?". Pronunciado este pequeño sermón, el duque bajó de la cátedra y, excepto las cuatro viejas y las cuatro narradoras que sabían bien que ellas estaban allí más como sacrificadoras y sacerdotisas que como víctimas, excepto estas ocho digo, las otras se deshicieron en lágrimas, y el duque, importándole eso muy poco, las dejó conjeturar, cuchichear y quejarse entre ellas, con la seguridad que las ocho espías le darían buena cuenta de todo, yse fue a pasar la noche con Hercule, uno de la tropa de jodedores que se había convertido en su más íntimo favorito como amante, ya que el pequeño Zéphyr seguía ocupando como querida el primer lugar en su corazón. Debiendo al día siguiente encontrarse las cosas tal como habían sido dispuestas, cada cual se las arregló como pudo para pasar la noche, y en cuanto dieron las diez de la mañana, el escenario del libertinaje se abrió tal como había sido rigurosamente prescrito hasta el día 28 de febrero incluido. Es ahora, querido lector, cuanto tienes que preparar tu corazón y tu espíritu para el relato rnás impuro que haya sido nunca hecho desde que el mundo existe, ya que no se ha encontrado un libro parecido ni entre los antiguos ni entre los modernos. Imagínate que todo el placer aceptado o prescrito por esta bestia de la cual hablas sin cesar y sin conocerla, y que llamas naturaleza, que estos placeres, digo, serán expresamente excluidos de este libro y que si por azar los encuentres irán acompañados de algún crimen o coloreados por alguna infamia. Sin duda, muchos de los extravíos que verás pintados te disgustarán, lo sé, pero habrá algunos que te enardecerán hasta el punto de costarte semen, que es lo que se requiere; ¿si no lo hubiésemos dicho todo, analizado todo, cómo querrías que hubiésemos podido adivinar lo que te conviene? Eres tú quien tiene que tomarlo o dejarlo y abandonar el resto, otro hará lo mismo que tú, y poco a poco todo habrá encontrado su lugar. Supón una magnífica comida donde se ofrecen seiscientos platos a tu apetito; ¿los comerás todos? No, sin duda, pero este número prodigioso amplía los límites de tu elección, y encantado por este aumento de facultades, no regañas al anfitrión que te regala. Haz lo mismo aquí: escoge y deja el resto sin declamar contra él, sólo porque no tiene el talento de complacerte. Piensa que complacerá a otros, y sé filósofo. En cuanto a la diversidad, puedes estar seguro de que es exacta, estudia bien la pasión que te parezca que no se diferencia en nada de otra, y verás que esta diferencia existe, y que por leve que sea, tiene ese refinamiento, ese tacto que distingue y caracteriza al libertinaje del que se trata en este libro. Por lo demás estas seiscientas pasiones se han fundido en el relato de las narradoras. Una cosa más que debemos prevenir al lector; sería demasiado monótono enumerarlas una a una sin incorporarlas al relato. Pero como algún lector poco ducho en estas materias podría tal vez confundir las pasiones designadas con la aventura o el simple acontecimiento de la vida de la narradora, se han diferenciado cuidadosamente cada una de estas pasiones con una señal al margen, encima del cual está el nombre que puede darse a esta pasión. Esta señal es la línea justa donde comienza el relato de esta pasión, y hay siempre un párrafo aparte donde termina. Pero como hay muchos personajes en acción en esta especie de drama, que a pesar de la atención que se ha tenido en pintarlos y nombrarlos a todos... haremos un índice que contendrá el nombre y la edad de cada actor con un breve esbozo de su retrato; cuando se encuentre un nombre que nos embrolle los relatos, se podrá recurrir a este índice y a los retratos más detallados si el breve esbozo no basta para que se recuerde de quién se trata. ------------------------------------------------------------ __PERSONAJES DE LA NOVELA DE LA ESCUELA DEL LIBERTINAJE El duque de Blangis, de cincuenta años de edad, formado como un sátiro, dotado de un miembro monstruoso y de una fuerza prodigiosa; se le puede considerar como el receptáculo de todos los vicios y de todos los crímenes. Mató a su madre, a su hermana y a tres de sus mujeres. El obispo de... es su hermano; tiene cuarenta y cinco años; más delgado y delicado que el duque, con una boca desagradable. Es un bribón, hombre hábil, fiel seguidor de la sodomía activa y pasiva, desprecia absolutamente cualquier otra clase de placer, hizo morir cruelmente a dos niños para los cuales un amigo había dejado en sus manos una considerable fortuna; tiene una sensibilidad nerviosa tan aguda que casi se desmaya al descargar. El presidente Curval, sesenta años; es unhombre alto y enjuto, flaco, de ojos hundidos y apagados, boca podrida, la imagen andante de la crápula y del libertinaje, de una suciedad horrible relacionada con la voluptuosidad. Fue circunciso, su erección es rara y difícil, aunque tiene lugar y eyacula todavía casi todos los días. Tiene preferencia por los hombres; sin embargo, no desprecia nunca una virgen. Sus gustos tienen de singular la inclinación por la vejez y por todo lo cochino. Está dotado de un miembro casi tan grueso como el del duque. Desde hace algunos años está como embrutecido por el desenfreno y bebe mucho. Debe su fortuna a asesinatos y es principalmente culpable de uno horrible y que puede encontrarse en el detalle de su retrato. Al eyacular experimenta una especie de cólera lúbrica que lo lleva a la crueldad. Durcet, financiero, cincuenta y tres años, gran amigo y compañero de escuela del duque; es bajito y rechoncho, pero su cuerpo es fresco hermoso y de piel blanca. Tiene todos los gustos y la finura de una mujer; privado a causa de la pequeñez de su consistencia de darles placer, las imita y se hace joder muchas veces al día. Le gusta el goce de la boca, es el único placer en el que actúa como agente. Sus únicos dioses son sus placeres a los que está siempre dispuesto a sacrificarlo todo. Es delicado, astuto y ha cometido muchos crímenes; ha envenenado a su madre, a su mujer y a su sobrina para hacerse de una fortuna. Su alma es firme y estoica, absolutamente insensible a la piedad. No tiene erecciones y sus eyaculaciones son raras. Sus instantes de crisis están precedidos por una especie de espasmo que lo lanza a una cólera lúbrica peligrosa para aquellos o aquellas que sirven a sus pasiones. Constance es la mujer del duque e hija de Durcet; tiene veintidós años, es una belleza romana, con más majestad que finura, maciza pero bien formada, un cuerpo soberbio, el culo singularmente hermoso y digno de servir de modelo, los cabellos y los ojos muy negros. Tiene ingenio y se da cuenta profundamente de todo el horror de su destino. Un gran fondo de virtud natural que nada ha podido destruir. Adélaïde, esposa de Durcet e hija del presidente; es una linda muñeca, tiene veinte años, es rubia, con los ojos muy tiernos y de un azul vivo, tiene todo el aspecto de una heroína de novela. Su cuello es largo y bien torneado; la boca un poco grande es su único defecto. Pequeños senos y pequeño culo, pero todo esto, aunque delicado, es blanco y bien moldeado. De espíritu romántico, corazón tierno, excesivamente virtuosa y devota y se oculta para cumplir con sus deberes cristianos. Julie, mujer del presidente e hija mayor del duque; tiene veinticuatro años, gorda, rolliza, con hermosos ojos castaños, linda nariz, rasgos acusados y agradables, pero una boca horrible. Poco virtuosa e incluso con grandes disposiciones para la suciedad, la borrachera, la glotonería y el puterío. Su marido la quiere a causa de su defecto de la boca; esta singularidad entra dentro de los gustos del presidente. Nunca se le han inculcado principios morales ni religión. Aline, su hermana menor, considerada como hija del duque, aunque en realidad es hija del obispo y de una de las mujeres del duque; tiene dieciocho años, rostro pícaro y muy agradable, muy lozana, ojos castaños, nariz respingona, aire travieso aunque profundamente indolente y holgazana. No parece tener todavía temperamento y detesta sinceramente todas las infamias de que es víctima. El obispo la desvirgó por detrás a los diez años. Ha sido dejada en una ignorancia crasa, no sabe leer ni escribir, detesta al obispo y teme mucho al duque. Quiere mucho a su hermana, es sobria y limpia, contesta chuscamente y de un modo pueril, tiene un culo encantador. La Duclos, primera narradora; tiene cuarenta y ocho años, es todavía hermosa, lozana y con el más hermoso culo que pueda tenerse. Morena, ancha de cintura y regordeta. La Champville, tiene cincuenta años; es delgada, bien formada y ojos lúbricos, es lesbiana y todo en ella lo delata. Su oficio actual es el de alcahueta. Fue rubia, tiene hermosos ojos, el clítoris largo y cosquilloso, un culo muy gastado a fuerza de servir y, sin embargo, es virgen por este lado. La Martaine tiene cincuenta y dos años; alcahueta, es una mamá gorda, rozagante y sana, está obstruida y sólo ha conocido el placer de Sodoma para el que parece haber sido especialmente creada, porque tiene, a pesar de su edad, el más hermoso culo posible; es muy gordo y tan acostumbrado a las introducciones que aguanta los mayores miembros sin pestañear. Tiene todavía bonitos rasgos, que empiezan sin embargo a marchitarse. La Desgranges tiene cincuenta y seis años; es la mujer más malvada que haya existido nunca; es alta, delgada, pálida, había sido morena, es la personificación del crimen. Su culo marchito parece de papel arrugado, con un enorme orificio. Tiene sólo una teta, le faltan tres dedos y seis dientes, "fructus belli". No existe un solo crimen que no haya cometido o hecho cometer, habla bien, tiene ingenio y es actualmente una de las alcahuetas tituladas de la sociedad. Marie, la primera de las dueñas, tiene cincuenta y ocho años; está azotada y marcada, fue criada de ladrones. Ojos turbios y legañosos, nariz torcida, dientes amarillentos, una nalga roída por un absceso. Parió y mató a catorce niños. -Louison, la segunda dueña, tiene sesenta años; es bajita, jorobada, tuerta y coja, pero tiene aún un hermoso culo. Está siempre dispuesta a cometer crímenes y es extremadamente perversa. Tanto ella como Marie están al servicio de las muchachas; las dos que siguen, a los muchachos. Thérèse tiene sesenta y dos años, parece un esqueleto, sin pelo ni dientes, boca hedionda, el culo acribillado de heridas y con un agujero muy ancho. Es de una suciedad y un hedor atroces, tiene un brazo torcido y cojea. Fanchon, de sesenta y nueve años, fue ahorcada seis veces en efigie y ha cometido todos los crímenes imaginables; es bizca, chata, de baja estatura, gruesa, casi sin frente y sólo tiene dos dientes. Una eresipela le cubre el culo, un bulto de hemorroides le sale del agujero, un chancro le devora la vagina tiene un muslo quemado y un cáncer le roe el seno. Siempre está borracha y vomita, suelta pedos y se caga por todas partes y en cualquier momento, sin advertirlo.--------------------------------------------------------

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