La pena de la Luna

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En el espacio, cada planeta tenía asignadas sus propias constelaciones, sus propias lunas y algunos planetas hasta tus propios anillos.

El planeta Tierra, por su parte, gozaba de una pura Luna, llamada Tsukishima Kei y un encargado de colocar las estrellas en el cielo, llamado Yamaguchi Tadashi.

El trabajo de Tsukishima era asegurarse de sujetar siempre en alto la gran esfera que era la luna y producir las estrellas nuevas que debían decorar el cielo, mientras que Tadashi se despedía de las estrellas viejas y las hacía fugaces, remplazándolas por estrellas jóvenes que producía Tsukishima.

Sin embargo, la única manera en la que Tsukishima podía crear nuevas estrellas, era sintiendo una profunda tristeza porque la Luna no podía brillar sin depender del Sol.

Porque la Luna no era una estrella con su propia Luz, y porque sentía una profunda pena de que la Luna fuese el único satélite natural solitario que flotaba cerca del planeta Tierra.

Una noche, cuando Tsukishima sostenía la Luna bien en alto frente al Sol, aclamando un eclipse Lunar, no podía dejar de llorar.

Las estrellas que corrían por sus mejillas caían al vacío, y otras se quedaban flotando en el aire, esperando a ser parte del cielo que podían ver los humanos.

Tadashi se acercó, preocupado por esas estrellas desamparadas que nunca brillarían en lo alto, porque esas lágrimas, más que de tristeza, traían consigo una pena, que algunas de las estrellas ni siquiera tenían luz propia.

Era como si Tsukishima estuviera creando ahora Lunas con su pesar.

━ ¿Por qué lloras, Tsukki? ━ La voz de Tadashi retumbaba más esa noche en ese punto en el gran espacio que los rodeaba, pues el llanto de Kei era silencioso, pero doloroso.

El constelador llevó consigo una cubeta para recoger las pobres estrellas sin brillo y lo dejó a flote, para que sus propias manos acunasen las mejillas del hombre Luna.

━ Porque quiero que llegue el día en que la Luna pueda brillar por sí misma y que no me necesite, ni necesite al Sol, ni necesite a nadie. ━ La mirada de Tadashi se enterneció y con sus pulgares removía una que otra estrella, cada una que tocaba, creaba una nueva peca en su rostro.

━ La Luna existe por ti y tú existes para ella. ━ Añadió, dejando un pequeño beso sobre los labios de Kei, porque esa era la única forma de cesar el llanto. ━ Sin ti, no existirían estrellas, y sin ellas, yo dejaría de existir. Así que, por favor, existe por la Luna, existe por ti, existe por mí. ━ Masculló, juntando frentes y llevándose el balde que contenía las estrellas.

Era hora entonces de una lluvia de estrellas fugaces para que las nuevas estrellas, sólo las que estaban brillantes, pudiesen ocupar de las otras viejas, que cada que terminaban con su labor de brillar por miles de años en el cielo, se volvían Lunas pequeñas que iban a contar el legado de la Gran Luna madre que las había acompañado todas las noches y las había traído a decorar la tierra.

Sr. Luna y el Constelador - [ TsukiYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora