"Siempre Juntos, Gustabo" / parte 1

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-Horacio... ya basta. Déjame en paz, ¡vete!- suplica Gustabo.

El maltratado cuerpo del rubio estaba templando porque se sentía abatido, harto de todo. Los mejores amigos se encontraban en la casa de uno de ellos. Precisamente, en la caravana del rubio. Horacio vestido con el uniforme de su trabajo fue a visitarlo. A tratar de poder llegar a su querido amigo, quería ofrecerle su ayuda ante lo que estaba pasando, por lo que estaba sufriendo. Era un asunto delicado y complicado pero quería que sepa que no lo dejaría solo y que, intentaría solucionarlo junto a él, cueste lo que cueste.
Si tendría que ser su héroe, lo sería. Quería serlo. Porque en el pasado Gustabo fue el suyo. Y siempre estuvo a su lado, en las buenas como en las malas. Ambos hicieron una promesa; el que siempre estarían juntos.

-... No. No pienso dejarte, no me pidas por favor dejarte solo. Estás- estás destruido y te juro que te ayudaré a salir de esta mierda.-

Horacio también empezaba a romperse frente a su amor. Quería parecer fuerte, pero con Gustabo nunca lo lograba. Ambos eran incapaces de retener las lágrimas. Se miraron en silencio directamente a los ojos. Ambos querían sentir al otro, acercarse y abrazarse, pero el rubio no quería ceder, no quería correr el riesgo de volver a lastimarlo. No permitiría que pasara de nuevo, aunque le duela enormemente estar lejos de el de cresta, sabia que esa era la única manera de que el fuera feliz.
De un momento a otro, este empezó a enojarse, odiaba que no le hiciera caso, como cuando eran pequeños. El de ojos bicolor. A veces se reusaba a obedecer las órdenes de Gustabo, como todo niño pequeño. Recordó la vez que le pidió que comiera lo que le había servido en el plato, era lo único que pudo conseguir el rubio en días, al instante tubo los alimentos a su alcance no dudo darle todo a Horacio, ya que no era mucho y prefería mil veces alimentar a el pequeño Horacio, pero este último quería compartirlo.
Por esto a la vez, lo amaba. Pero no, esta vez tenía que obedecerle, por su bien.

- Lárgate de mi casa, Horacio. Estoy cansado. - Dijo, dirigiéndose hacia la puerta de la caravana con un semblante malhumorado. Le estaba haciendo daño, lo sabía, pero era esto lo único que podía hacer. Porque por supuesto que le encantaría correr a sus brazos y no soltarlo jamás, pero sabe que eso nunca podrá suceder.
Horacio lo siguió con la mirada, dolido, pero no se movió.

- Gustabo, por favor...- Susurró entre hipo y sollozos.

El de cresta ya no podía calmar sus llantos, sentía mucho dolor. Ya no sabía como evitar todo eso. No sabia como convencerlo. Tal vez era exagerado, pero sentía que el de ojos celestes fríos como el invierno se le escapaba de sus manos como granos de arena. Aunque la realidad es que lo tiene a solo unos metros, sentía que, cada vez el piso se extendía dejándolo a ambos a kilómetros de distancia. Sentía que se empezaba a crear un especie de muro entre ambos y eso le estaba produciendo un miedo inmenso.
El mayor guardó silencio. Dejó de mirarlo a los ojos y con una mano abrió la puerta de su hogar, invitándolo a largarse de una vez. El director del FBI caminó hacia su dirección, pero nunca pasó la puerta, si no que se paró frente a Gustabo.
Finalmente García levantó su mirada intrigado. Y se maldijo por mirar aquellos ojos en ese preciso instante. A la mierda, ya no podía seguir fingiendo ser fuerte, necesitaba sentir el calor corporal de su mejor amigo. Los brazos de Pérez con cautela se aproximaron a él para un abrazo, pero el otro fue mas rápido y lo rodeó fuertemente con sus brazos de manera torpe, y escondió su rostro en el cuello de Pérez.
- ... Te amo, Gustabo.-
- Y yo a ti... eres mi héroe.-
Los dos sonrieron. Los dos corazones palpitaban locos, muy contentos por sentirse entre sí y por expresar sus mas puros sentimientos.
Permanecieron de esa manera por bastante tiempo, en silencio. Porque era lo único que necesitaban, estar de esa manera.
- Te amo en serio. Te amo más que a nada. Te lo dije una vez por teléfono, hace mucho tiempo, pero no me entendiste. -
El moreno finalmente abrió su corazón. Le dijo lo que tanto anhelaba decirle por mucho tiempo. No podía creer lo que el mismo dijo en ese momento, fue casi sin pensar, como si su corazón haya hablado sin consultar con su mente antes. Pero ya estaba hecho, de todos modos, a la vez estaba feliz. Porque no era una mentira, ha estado enamorado de su mejor amigo por bastante tiempo y muy dentro suyo existía un poco de fe. Después de esas palabras, entre sus brazos sintió al de cabellos dorados tensarse.

Gustabo quedó sin palabras. ¿escucho bien? ¿Horacio sentía algo más que amistad por el? No, no podía ser... ¿o si?. De todos modos, su corazón dio un brinco de emoción, no pudo evitar sentirse feliz y que sus mejillas, nariz y orejas se pusieran rojas. Si era todo una farsa, siente había llegado demasiado lejos, esto era muy cruel. Después de su trance, se alejo un poco de Horacio para verlo a los ojos, pero los desvío cuando los halló, porque se sentía avergonzado y tímido.

-... ¿Q-qué has dicho?-

- Que me gustas- Horacio le dedico una bellísima sonrisa enamorada. Sus mejillas también estaban rosadas y sus ojos heterocromáticos resaltaban con un brillo hermoso. Brillaban aunque dentro de aquel triste lugar no había mucha luz. A los Ojos de Gustabo se veía demasiado hermoso, era majestuoso. Y en esos instantes se sentía la persona más afortunada por poder admirar tal belleza. El moreno sonrió más y se animó a llevar una de sus manos que rodeaban el adolorido cuerpo contrario hacia posarla una mejilla de su amor, y continúo diciendo:. - No se si sea buena idea decirte el " me gustas, te gusto" porque en su día con el ruso no funcio- bueno, mejor olvida lo que acabo de decir, ¿debería empezar de nuevo? Eh... Gustabo, me haz gustado desde hace mucho tiempo. De gustar en plan que quiero besarte... diablos, ¡qué diciendo!- Estaba muy avergonzado. De un momento a otro se empezó a sentirse nervioso por tener la total atención de esos ojos celestes y puras tonterías empezaron a salir de su boca.

-...-

-Gustabo...- El de cresta quería desaparecer. Quería golpearse a su mismo, estaba hace unos momentos super seguro que podía declararse de forma normal y tranquila pero quedó como un completo bobo. Alejó sus manos de las caderas de el rubio y las llevó a su propia cara.
Después de un breve silencio que para el mas joven fue una eternidad, se escuchó una encantadora carcajada. Gustabo empezó a reírse con ganas. Horacio separó un poco sus dedos para ver entre los huecos a el rubio.
- ¡Jajajaja! Jodeeer- Se secaba las lagrimas que recorrían su rostro con ambas manos, a la vez trataba de calmar su risa. Toda su cara estaba colorada y sentía su corazón bombear muy rápido. Su corazón y el estaban muy felices. No podía creer que después de tanto, lo que pensaba que no podía ser posible, era real. Que finalmente pasó. - ijoputa, eres un ijoputa. Pero, yo a mí también me gustas. Y mucho.- Finalmente dijo, mirando al moreno con una sonrisa nerviosa pero enamorada en su cara.
Después de eso, ambos sonrieron y rieron. Se volvieron a abrazar con mucho amor. Finalmente todo estaba dicho, ambos sacaron lo que guardaban sus corazones y se sintieron muy felices.



Pero, lamentablemente la vida venía desde muchos años atormentando a estas personas y, la felicidad que estaban experimentando no duró mucho...

(Continuará)

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Bueno, estoy empezando a hacer esto por el sencillo hecho de que con la muerte de el mejor pixel de todos, osea, Gustabo, mi hermoso gustacio está destrozado y mi corazón también. Entonces, para no sentirme tan mal, sacaré todas los HC e historias que mantenía retenidas en mi cabeza porque se me hace algo triste el hecho de que no tuve el tiempo para compartir mis ideas antes de la tragedia. En fin, eso es todo.

Gustabier y Gustacier shipper de corazón no de ocasión

Siempre juntos - One shots GUSTACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora