• Oceane •

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  Siento como los pequeños granitos de arena mojada se moldean bajo mis pies con cada paso que doy, el agua es fría, aunque no tanto como el helado viento que sopla, está cayendo el atardecer

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  Siento como los pequeños granitos de arena mojada se moldean bajo mis pies con cada paso que doy, el agua es fría, aunque no tanto como el helado viento que sopla, está cayendo el atardecer. Si estuvieras aquí seguro te hubiese encantado tomarle una fotografía, ya sabes para "inmortalizar la danza de los colores" y esas boberías tuyas, tonto, qué sabrías tú de inmortalizar.

Lo recuerdo perfectamente, eran mediados de agosto, también estaba anocheciendo. Las playas de Busan estaban repletas de personas disfrutando del verano, en los locales se escuchaban distintas canciones, me pareció reconocer algunas, caminé hasta detenerme en lo que parecía un viejo bar, olía a madera vieja, licor y perfume barato. Yo solo quería tomar algo refrescante luego de andar sin rumbo tanto rato, era un mal día, como todos los anteriores desde hacía unas semanas, me habían despedido de la cafetería donde trabajé por 2 años solo porque a un maldito viejo panzón le molestó que llevara mis tatuajes descubiertos, le dije que se podía ir a la mierda, claro, cómo no adiviné que quien iría a parar a la mierda sería yo. Mi celular se descargó y mi billetera se quedó en casa cuando salí corriendo en la mañana, no tenía cómo regresar a mi apartamento en los suburbios de la ciudad.

Mientras esperaba por mi bebida sentí que alguien tomaba asiento a mi lado en uno de inestables taburetes que habían, sinceramente, el lugar era una porqueria, quería que me atendieran rápido para salir cuanto antes de ahí.

Tocaste mi hombro. Me quedé embelesado, te juro nunca había visto a alguien tan hermoso, ojos grandes, con el brillo de toda una galaxia dentro, tu piel tenía las imperfecciones justas para hacerla perfecta, pude ver un pequeño lunar bajo tus labios, carraspeaste llamando mi atención, el calor se apoderó de mi cara. Tratando de despistarte te pregunté de mala gana qué querías, de lo que menos deseo tenía era de ser amable, no fue tu culpa, yo solo quería encontrar a quien mandar al diablo, me pediste la hora, que tonto Jeon, quién anda preguntando eso por ahí, giré para volver a maldecirte, pero tú, simplemente sonreíste, te juro que en ese preciso momento lo supe, había perdido en un juego que no sabía estaba jugando, temí que escucharas los latidos de mi loco corazón, fue ahí cuando me reiniciaste. Entendí que no podía dejarte ir, no sabía cómo hacerlo, al parecer tú tenías una idea.

Te respondí que yo tampoco sabía que hora era, reíste a carcajadas, no sé qué te hacía tanta gracia. Luego de eso, hablamos por horas, era como si te conociese desde siempre, descubrí que asistimos a la misma universidad, internamente lamenté haberme pasado todo el tiempo encerrado en la facultad, tal vez te hubiese descubierto antes, tal vez te hubiese visto sonreír antes, tal vez me hubiese enamorado antes. Esa noche, ahí con nuestros escasos 22 años, nos contamos nuestras vidas, incluso bailamos una canción que sonaba en la lejanía, mis pies eran torpes pero todo el tiempo tus manos me sostuvieron como si se tratara de una pieza de porcelana fina.

No me cabía en la mente, cómo podías hacerme sentir tan libre, tan cálido, tan liviano, contigo fui tan yo como nunca lo había sido con nadie, no, es mejor decir que esa noche fuimos, tú y yo, nos entregamos, nuestras almas se enlazaron tan naturalmente, se sintió tan correcto, tan real. Me besaste como si tu boca me hubiera estado buscando entre las estaciones, entre los años, entre siglos y yo te amé, te amé con la necesidad, la sinceridad y el cariño de quien ha esperado por estaciones, por años, por siglos. Desde ese entonces no volví a creer en casualidades.

Desperté al día siguiente sintiendo el sol quemarme la cara, debían ser pasadas las 10 de la mañana, recordé todo y sentí temor, de que todo hubiese sido un sueño, de abrir mis ojos y descubrir que nunca ocurriste, sin embargo ahí estabas, ahí has estado, cada mañana puedo despertar sabiendo que el brazo que me rodea es tuyo, que esa calidez que me arropa eres tú.

Limpio mis pies y coloco mis zapatos, ya debes estarme esperando, me echaras tremenda reprimenda por llegar tarde.

Necesitaba contarle al mar cómo nos ha ido, a él que fue testigo de cómo dos almas se reencontraron, al fin y al cabo, es como el mar que te he amado, así de inmenso, así de profundo, sobretodo, así de infinito, porque yo, Min Yoongi, prometo amarte hasta que la muerte nos separe, en esta y en mil vidas.

-Feliz aniversario número 17, te amo.

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