1: El chico del hospital

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Holaaa, antes de nada quiero avisar de que esta historia la he calificado como "madura" porque contiene temas delicados y escenas explícitas.

La historia no va a ir ligada a la realidad. Es decir, no va a seguir los acontecimientos que pasen en la vida real. Por ejemplo, me voy a inventar los partidos, viajes y todo eso.

Quiero recordar que todo es ficticio y en ningún momento trato de sexualizar ni ofender a nadie, por favor entendedme. <3

Ahora si, disfrutad de la historia.
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Aisha.

El olor a hospital me solía producir arcadas. Cuando entraba en uno y veía a los pacientes enfermos sufrir, siempre acababa con un nudo en la garganta al pensar lo mal que se debía de pasar ahí sin salir y solo poder ver esos pasillos grises de luz blanca y sillas y camillas por todas partes.

Pero honestamente ya me había acostumbrado a esa sensación a consecuencia de ir al menos una vez a la semana a acompañar a mi madre a sus revisiones y sesiones de quimioterapia.

Hace un año le diagnosticaron un tumor maligno en el hígado y por suerte lo detectaron a tiempo para que no se complicase más. Ahora mi madre estaba en tratamiento y estaba bien dentro de lo que cabe pero siempre hay que llevar revisión por si se complica el cáncer.

Hoy era uno de esos días en los que había tenido que acompañarla a una sesión de quimio. Ya llevabamos casi una hora en el hospital y todavía no había acabado pero yo tenía que quedarme allí con mi madre por si vomitaba o le pasaba algo.

—Aisha cariño, ves a darte un paseo o a comprarte algo de comida, esto es muy aburrido y ya llevas aquí sentada bastante tiempo —mi madre me miró con una sonrisa y acarició mi mano encima de la silla.

—Mamá, no te quiero dejar sola. Si te dan nauseas y yo no estoy...

—Está lleno de enfermeros en esta sala, si me pasa algo estoy en las mejores manos. Ves y date una vuelta para que te de el aire.

—¿Estás segura?

Mi madre asintió y yo me levanté de la silla suspirando. Si que era verdad que necesitaba caminar por allí porque estaba muy nerviosa y quería calmarme de alguna manera. Mis nervios se debían a que el día siguiente tenía que asistir a una reunión y entregar un proyecto que todavía no había terminado y me quedaba mucho. Así que nada más salir del hospital y llegar a casa, me pondría con ello.

Caminé por los pasillos del hospital hasta llegar a un patio interior en el que la gente podía salir a fumar o a simplemente respirar algo de aire fresco. Cuando llegue allí, me apoyé en una de las paredes blancas y saqué mi caja de cigarrillos del bolso encendiéndome uno. No solía fumar a menudo pero cuando estaba nerviosa, era lo único que parecía calmarme.

Probablemente sea algo psicológico.

Al mismo tiempo que le daba una calada al cigarrillo, llamé a mi hermana mayor.

—Dime por favor que no me llamas otra vez para preguntarme cómo se pone una lavadora —habló mi hermana nada más descolgó el teléfono.

—No, Salma, tranquila que no te llamo para eso.

—Menos mal, creo que la última vez te lo expliqué bastante bien, me pasé ahí una hora.

—Exagerada —murmuré sonriendo.

—De eso nad... ¡Enzo deja ese jarrón en su sitio! —escuché que gritó al otro lado de la línea y yo solté una carcajada—. Lo siento Aisha pero mi hijo lleva unos días destrozándomelo todo. ¿En qué momento se me ocurrió que ser madre a los 22 iba a ser buena idea?

Style | Jude BellinghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora