La luz del sol que entraba por la ventana fue la causa de que Bruno despertara.
Se dispuso a levantarse de la cama aún sin poder abrir los ojos, lo que hizo que tropezara cayendo contra el suelo de la habitación.
- Mierda! Quién ha dejado entrar al perro? - gritó mientras se levantaba.
Miró al reloj, eran la 13:25 del mediodía. No se alarmó por la hora, porque esa noche había estado en la fiesta de cumpleaños de un amigo, la cual había sido una de las más alcoholizadas del año y aún seguía con el típico dolor de cabeza que deja la resaca.
Despues de despejarse un poco, Bruno decidió darse una ducha para quitarse el olor a alcohol. No pasó mucho tiempo hasta que salió del baño con una toalla enrollada a la cintura y su pelo negro totalmente mojado.
Se vistió con un jersei gris con la palabra VANS en el pecho, unos pantalones vaqueros negros y unas típicas vans blancas y negras y bajó a la cocina para desayunar.
- Hola cariño - dijo su madre nada más Bruno entró en la cocina.
- Hola mamá - contestó él.
- Tienes los cereales y el zumo de naranja en la mesa - le informó su madre sin ni siquiera mirarle a la cara.
- Mamá ¿que pasa? Estas rara - preguntó preocupado.
Hubo unos segundos de silencio bastante incómodos, hasta que ella empezó a hablar.
- Hijo, primero quiero que me prometas que no te vas a enfadar - dijo ella.
- Mamá... Bueno, si ¿que pasa? - le insistió él.
- He decidido que este verano vas ha ir a un campamento - dijo finalmente la mujer.
- ¿Que? ¿Pero porque? - preguntó asombrado por la noticia.
- Bruno, es que me parece que vas mucho de fiesta y te emborrachas demasiado, asi que e decidido que vayas al campamento durante un mes.
- Pero mamá, te prometo que me quedaré más en casa. Espera... ¿¿Un mes?? ¡¡Eso es demasiado mamá!!
- No hay nada que hablar, el campamento comienza la semana que viene.