Capítulo 3

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Steve estaba sobre una suave cama con sábanas y almohadas blancas, no estaba solo, una vez más el hombre de ojos color miel y barba estaba presente. Ambos sobre sus costados, viéndose fijamente, ambos desnudos bajo las sábanas, sus manos unidas entre ellos.

—Te dije que la amarías —dijo el hombre, sus ojos brillando con suficiencia.

—Lo hago, sin embargo, todavía pienso que es demasiada cara, podrías haber comprado diez camas con lo que pagaste por ella.

El hombre alzó una ceja.

—¿Y dormir en un colchón barato hecho en serie? No, querido.

Rio, al bajar su mirada la risa se atenuó, tocó una cicatriz en el pecho del hombre.

—Estoy bien… —susurró con consuelo, tocando el rostro de Steve.

Asintió y llevó sus dedos al cabello castaño, acarició su cabeza porque sabía el hombre amaba hiciera eso.

El hombre cerró sus ojos, parecía derretirse bajo su toque, como un gato. Incapaz de resistirse buscó los labios del otro, cuando se unieron sintió su barba contra su barbilla, se acerco más deteniendo el movimiento de sus dedos, convirtiendo su toque en un agarre suave y la unión de sus labios en un beso apasionado.

El hombre tarareo con pesar, colocó su mano sobre el pecho de Steve, deteniéndolo.

—No empieces algo que no puedas terminar.

—¿Quién dijo que no puedo terminarlo? —dijo, en un susurro grave contra sus labios.

El otro rio apartándose.

—Te toca cuidar a los niños hoy.

—Spiderman podrá hacerlo solo. —Intentó capturar sus labios otra vez.

—No, Kamala esta emocionada con esto, no puedes fallarle ni a ella ni al resto. Prácticamente todos esos chicos estarán aquí por ti. —Tras decir eso, le dio un beso fugaz antes de escapar para salir de la cama.

Steve apoyó su mejilla sobre su palma, mirando al hermoso hombre desnudo que comenzaba a alejarse.

Suspiró sin ocultar su decepción.

—Tienes razón.

Una risa melodiosa y ronca.

—Creí que habías tenido suficiente anoche.

—Nunca tengo suficiente de ti.

El hombre se detuvo tras abrir la puerta, sus dedos tamborileando contra el marco.

—¿A que hora comienza el entrenamiento?

De inmediato Steve se sentó animado y miró el reloj en el buro a su lado.

—Veinte minutos —dijo, ahora cabizbajo.

—Mmm —dijo en un tarareo, mientras miraba brevemente sobre su hombro—, entonces aprovéchelos en la ducha, soldado.

Steve despertó antes de que pudiera aprovechar dichos veinte minutos.

Con una mirada afuera se dio cuenta de que el sol aún no había aparecido, sentado a la orilla de la cama apoyó sus codos sobre sus muslos y se tocó la frente.

Sería hipócrita sentirse perturbado por soñar estar en ese tipo de situación con otro hombre, no era la primera vez Steve experimentaba eso, solo que en esos sueños generalmente habían sido hombres desconocidos, ahora había soñado por varias veces con el mismo hombre y no sabía porque.

No tenía memoria de conocer a alguien así, Steve estaba seguro lo recordaría. ¿Entonces, por qué? ¿Por qué estaba teniendo esos sueños?

Steve no quería pensar en eso. No podía. Tras ejercitarse se dio un baño y desayuno. Sería mejor concentrarse en la realidad y en cosas para las cuales si podía encontrar repuestas.

El hombre de sus sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora