Nos levantamos de la cama y vas al comedor. Esta casa es tan pequeña que casi puedo cagar mientras cocino. Me pongo el pijama y me sabe mal no estar aquí, contigo. Estoy allí, en el pasado. En ese pasado que hace que me ponga las bragas al revés.
Voy a la cocina antes que tú para hacer la cena. Cualquier nutricionista dejaría su profesión estando contigo. Te matarías a base de pizza, pasta y huevos fritos.
—¿Haces tú la cena?
—Sí, tranqui —te contesto.
—Perfecto. ¿Qué hay para cenar?
—Haré ensalada y un par de pechugas de pollo a la plancha, que se van a poner malas ya.
—¿Ensalada otra vez?
Ignoro tu pregunta y abro la bolsa de brotes tiernos a punto de caducar. Me da la sensación de que todo se pudre en esta casa. Será la humedad. Te enciendes un pitillo y preparas la mesa. Seguimos viendo esa serie de un caballo que vive en Los Ángeles y que está amargado con su vida. En ese capítulo suena Wild Horses de los Rolling Stones y hago Shazam mientras cenamos. Bendita rutina.
Apuras las últimas gotas de tu copa de vino. Yo me echo un poco más y te sonrío. Te quedas mirándome como la primera vez y tocas mi mano con suavidad. Eres un cielo, Diego, tan bueno que casi no pareces humano.
Nos vamos al sofá e intento ponerme más o menos cómoda para no clavarme la mierda de muelles en la espalda.
—¿Mañana tienes mucho trabajo? —me preguntas.
—Sí, un poco. Tengo que entregar un libro de una chavala que hace vídeos bailando en una app llamada Tik-Tok y que tiene no sé cuántos millones de seguidores en Instagram.
—Anda, ¿y de qué trata?
—Bueno, ya sabes. Consejos de vida trascendentales y frases que sirven para acompañar fotos de Instagram; todo escrito con la madurez propia de una chica de catorce años. —Me río.
—¿No te cansas de tu curro, Alicia? Diego, que tú me preguntes eso tiene cojones.
—Sabes lo mucho que me gusta escribir, amor.
Ese «amor» tan automatizado, tan lejos de aquí y tan perdido en el tiempo. En qué momento empecé a decirlo sin sentirme realmente enamorada.
—Ya lo sé, vida, pero tienes muchísimo talento como para escribir libros para gente analfabeta que cobra cinco veces más que tú y que encima tienen el coño de firmar con su nombre.
Tú, siempre tan sutil.
—¡Por eso mismo! Me gusta ser escritora fantasma. Cobro bien, escribo y me olvido. A la fama que le den por culo.
—Ya, pero no sé... ¿No te apetece escribir un libro tuyo?
—Claro, algún día.
—¿Y de qué iría? Te pega mucho una novela de ciencia ficción. O, mejor, de asesinatos.
¿Ya ni te acuerdas?
—Joder, ¿en serio? Supongo que escribiría ficción, sí. Pero la trama no la tengo clara. Ni lo he pensado. Tampoco es algo que me preocupe, la verdad.
Sobre qué podría escribir. ¿Sobre mi vida en un pueblo costero llamado Montgat? ¿Sobre mi relación con Diego? ¿Sobre la inexistencia de amistades a mis veintiséis años? ¿O sobre cómo me masturbo por las mañanas y lleno de excusas las noches?
![](https://img.wattpad.com/cover/274765493-288-k477344.jpg)
ESTÁS LEYENDO
ZORRAS
De TodoNunca has leído una novela erótica como esta. Una novela en la que tres mujeres -Alicia, Diana y Emily: quédate con sus nombres porque no vas a poder olvidarlas- deciden formar un club para cumplir todas sus fantasías sexuales, más allá de cualquier...