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Yeonjun fue dado de alta del hospital una semana después del nacimiento de Sunoo. Ambos estaban bien y el omega comenzaba a recuperarse muy bien gracias a los cuidados que su alfa le daba.

Ahora han pasado dos meses. Las finas hebras apenas rizadas de Sunoo son oscuras, haciendo contraste en su blanquecina piel de mejillas rojitas y nariz de botón, acompañados por unos ojos tan grandes y brillantes como los del alfa. Fueron tantos los comentarios acerca de cuán precioso era el bebé y el gran parecido a su padre, que tenían a Soobin constantemente con el pecho hinchado de orgullo.

Y no está de más agregar que el lobo de Soobin ha estado muy sobreprotector esos días. Todo el tiempo él se mantuvo alrededor de su pequeña familia, siendo atento y alerta ante cualquier amenaza que se presentase. Y Yeonjun no podría estar más encantado con ello.

—No me voy a volver vegetariano ―el omega refuta por milésima vez, aún vestido con su pijama holgado sin importarle que lo a llevado la mitad del día, caminando a la habitación para ver a Sunoo, quien había comenzado a sollozar.

―No estoy pidiéndote eso ―Soobin dice, de igual manera, yendo detrás suyo―, sólo creo que debes comer más vegetales.

―No me gustan ―inclinado por sobre la cuna, alza al cachorro y lo lleva a la seguridad de su pecho, arrullándolo.

—A mí tampoco me encantan. Deberías comerlos, Yeonjun. El doctor dijo que eran buenos para ti y Sunoo.

―Sunoo no puede comer aún ―y el comentario hace que el azabache ruede los ojos.

―Lo que quiero decir, es que todos tus nutrientes se los pasas al cachorro a través de la lactancia.

―Ew, no digas eso.

―¿Decir qué?

―Lactancia. Suena muy... Ew.

―Okay, no lo vuelvo a decir, pero prométeme que comerás más vegetales y menos dulces.

―Pero me gustan los dulces, Soobinie ―un puchero involuntario surca en sus labios al escuchar la condición del alfa, quien se cuestiona en silencio si está tratando con un niño o con un adulto.

―Lo sé, bebé. Pero no es sano, no para ti.

―Bien, lo haré ―finalmente se rinde y se dirige a sentarse en la cama, alzando luego su camiseta para darle de comer a su retoño.

―Entonces iré a comprar las cosas para el almuerzo ―se aproxima a dejar un beso en la cabeza de Yeonjun y aprieta, suavemente, la mejilla del bebé―. No me extrañen.

―No lo haremos ―dice, riéndose.

Cuando cree que su hijo ha saciado completamente su hambre, lo acomoda sobre su hombro, y al instante los quejidos bajitos de Sunoo se hacen presentes, pidiendo más.

―No, no, no ―palmea despacito la espalda del niño para hacerlo eructar―, has tenido suficiente, amor ―la pequeña criatura suelta un gran aire y Yeonjun se ríe―. Ew, eres igual que tu padre.

Vuelve a ponerlo en la posición original, entre sus brazos. En estos dos meses había aumentado bastante de peso y crecido unos 2 centímetros.

―No crezcas muy rápido ―le dice a su bebé besando su nariz, y él sólo bosteza, sus diminutas manos hechas puños yendo a su boquita―. Vamos, mi bebe, verás un poco de televisión conmigo.

Yeonjun siempre hablaba con su hijo cuando estaban solos, él creía que era bueno, para que así pudiera identificar su voz y reconocerla fácilmente.

―¿Qué crees que debería de ver, mhm? ―se sienta en el sillón, siendo cuidadoso de no lastimarse a él por la herida que aún sanaba en su vientre bajo, ni a su hijo en movimiento apresurado―, ¿una película o un documental? ―pregunta, pero lo único que obtiene del bebé es un adorable estornudo―. Bien, película será.

Ven aquí y ámame || SooJun ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora