3. Apellido

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—No aquí, Gojō, estamos en la escuela— insistió, sosteniendo el rostro del hechicero por la quijada, sus manos no lo suficientemente grandes como para sostenerlo por completo, pero si con la suficiente fuerza como para evitar otro beso.

Gojō era un novio demasiado entusiasta con las demostraciones públicas de afecto.

—Vamos, Hime, no te he visto en una semana.

Su novio también parecía un niño cuando hacia pucheros infantiles al quejarse por el tiempo que pasaban separados, pero era parte de su relación y ambos estaban intentando hacer que eso funcionara a distancia mientras continuaban trabajando. Aunque aquella acción solamente era para molestarla, lo sabía muy bien y simplemente ya no se quejaba por su actitud, menos aún cuando había viajado para verla en su día libre.

—Lo sé, Gojō, pero debemos ser profesionales— él obviamente solamente continuó sonriendo, sus brazos rodeándola sin problema para acercarla a él, Utahime solamente pidiendo a todos los dioses que podían existir para que nadie entrara en su oficina en esos momentos. —Este es mi lugar de trabajo, Gojō, puedes esperar a que vayamos a mi departamento.

—Son solamente unos besos, a menos de que quieres que hagamos algo más— el hechicero movió sus cejas de manera que intentaba sugerir lo que era obvio que pasaba por su mente y Utahime puso los ojos en blanco un momento, negando ante aquello.

—Gojō, no seas tonto.

No pudo detenerlo cuando se volvió a inclinar hacia ella, lo suficiente para volver a besarla, aunque esta vez sintió la sonrisa sobre sus labios, provocando que Utahime se alejara levemente cuando notó la sonrisa demasiado entusiasta y que no desapareció cuando él besó su mejilla.

—Utahime, de tanto que me llamas por mi apellido juraría que quieres que te lo de— Utahime se quedó sin aire un momento, al menos eso creyó cuando escuchó las palabras de Gojō, es decir Satoru, tan cerca de su oído que produjo un escalofríos en su columna que la sacó de su sorpresa. —¿Qué dices? ¿Cómo suena Gojō Utahime? Bien, ¿no lo crees?

Utahime se alejó, no demasiado debido a su agarre, pero si lo suficiente para verlo abochornada, sus mejillas demasiado calientes y tan nerviosa ante la idea que no supo que decir, provocando que su sorpresa solamente lograra volver la sonrisa más grande aún y que era la clara evidencia de que todo aquello lo estaba entreteniendo demasiado.

—¡Baka!.


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Gouta: Una canción púrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora