Capítulo 2 Re Escrito

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-En el monte Olimpo-

Los Doce Olímpicos se encontraban reunidos en una majestuosa sala del Monte Olimpo, la morada de los dioses. Cada uno de ellos, imponente en su propia divinidad, irradiaba un aura de poder y grandeza que llenaba la habitación.

Zeus, el soberano de los dioses, se sentaba en su trono en el centro, con su mirada penetrante y su gesto serio. A su lado, Hera, la reina divina, irradiaba una elegancia impecable. A lo largo de la sala, los otros diez Olímpicos ocupaban sus respectivos lugares, cada uno con su propia apariencia y personalidad única.

Poseidón, con su tridente en mano, miraba fijamente hacia el horizonte marino. Atenea, la sabia diosa de la sabiduría, sostenía su lanza y miraba con penetrantes ojos grises a su alrededor. El apuesto Apolo, con su lira en mano, emanaba una belleza celestial mientras su hermana Artemisa, la cazadora, observaba con atención todo lo que ocurría a su alrededor.

Afrodita, la diosa del amor y la belleza, desprendía un aura de encanto y elegancia, mientras Ares, el dios de la guerra, parecía impaciente, ansioso por entrar en acción. Hermes, el mensajero divino, se movía con gracia y rapidez, mientras Hefesto, el dios del fuego y la forja, mostraba su destreza técnica en cada movimiento que hacía.

Deméter, la diosa de la agricultura, parecía en comunión con la naturaleza, su presencia inspiraba una sensación de abundancia y fertilidad. Hestia, la diosa del hogar y la familia, irradiaba una calidez reconfortante mientras permanecía en silencio en su lugar.

La sala resonaba con murmullos y susurros, cada dios y diosa intercambiando palabras o miradas cómplices, mientras esperaban el comienzo de la reunión. El ambiente estaba cargado de energía divina, llena de expectativa y poder.

Con los Doce Olímpicos reunidos en un solo lugar, era evidente que algo importante estaba a punto de ocurrir.

Te lo digo, Padre dijo una Diosa gritando su punto de vista por decima ves, Ares está provocando la invasión de los monstruos al mundo de los humanos con sus interminables guerras dijo Atenea, la diosa de la sabiduría, con voz firme y determinada. Sus cabellos morados ondeaban alrededor de su rostro, y sus ojos violetas brillaban con intensidad mientras expresaba su preocupación por las acciones de su hermano.

Zeus, el rey de los dioses, escuchó atentamente las palabras de su hija. Un destello de tristeza cruzó sus ojos mientras respondía: "Hija, el dominio de tu hermano es la guerra, mientras que la naturaleza de los monstruos es el caos, no podemos hacer nada por ello, tu hermano es inocente. No hay mucho que podamos hacer para detenerlo".

Athena no se dio por vencida. Argumentó con convicción: "Pero padre, sin los humanos, nosotros también perderemos parte de nuestro poder. Además, siento que Ares está tramando algo grande, y la tía Afrodita también está preocupada por sus acciones. No ha cumplido con sus responsabilidades desde hace años".

Zeus suspiró, sumido en pensamientos profundos y conflictivos. Reconocía la gravedad de la situación y comprendía que cada dios y diosa tenía sus propias prioridades y responsabilidades divinas. Sin embargo, también estaba consciente de un complicado dilema personal que complicaba aún más las cosas.

En lo más profundo de su ser, Zeus sabía que no podía simplemente detener y castigar a Ares, su amado hijo. Hera, su esposa, tenía un amor incondicional hacia su primogénito, y si algo le sucediera a Ares, Hera también sufriría, quizás de tal manera que pudiera desencadenar consecuencias desastrosas para el panteón divino.

Pero, al mismo tiempo, Zeus no podía ignorar las preocupaciones de Athena, su hija. Athena le recordaba en muchos aspectos a Metis, la diosa de la sabiduría y su antigua amante, quien lamentablemente había perecido por su propia mano cuando él había engullido a Metis embarazada para evitar el nacimiento de un hijo que podría superarlo en poder.

Naruto Hijo de Hades y Hera (En proceso de re escritura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora