Constantinopla, 965 d.C.
Entre la negrura de la arboleda aguardaba impaciente uno de los más grandes y legendarios guerreros de sangre pura y legítima que su pueblo hubiera visto jamás. A sus veinticinco años había participado en más batallas de las que le gustaría recordar y extinguido con su espada un centenar de vidas, unas más intrascendentes que otras. Sin embargo, esto realmente no le provocaba gloria ni regocijo alguno a diferencia de sus antepasados más arcaicos, o de su mismo padre, el antiguo jarl. Quien tras haber sido exiliado le heredó por ser su único hijo varón, todo lo que implicaba ser jefe de un clan. Asumió no solo los beneficios y responsabilidades con su gente, también adquirió enemigos proclamados desde la época en que su bisabuelo llegaba para establecerse en aquellas tierras.
Lo anterior fue lo que lo empujó hasta este momento.
Como cada vez que se acercaban los días oscuros del Skammdegí los hombres de la comarca debían salir de pesca y caza buscando víveres suficientes para soportar el gélido invierno, esta vez no fue diferente. Partieron en varias cuadrillas todos aquellos que tuvieran la fuerza y edad, dejando a las mujeres a cargo de la comuna. Ellos no tardarían en volver más de tres días. No obstante, a su regreso solo encontraron muerte y desolación.
Movido por la sed insaciable de venganza emprendió junto a sus mejores guerreros una extenuante travesía en busca del hombre que se había atrevido a desafiarlo, desatando así "El terror del norte".
El crujir de las hojas secas lo alertó de la llegada del hersir – ¿Lo encontraron? – Le exigió.
Su segundo al mando y hombre de mayor confianza se detuvo ante él – No Kraka, pero Adrián y Christian se toparon con algo mucho mejor.
Furioso caminó de un lado a otro pensando que debería haber ido personalmente, pero la vieja sabia se lo había impedido advirtiéndole que las runas le demandaban no intervenir en la captura – ¿Qué puede ser más importante que esa maldita serpiente? – Pronunció con evidente desprecio.
– Su hija.
La respuesta detuvo su andar de tajo, aquello no podía ser cierto – De qué hablas, Ibrahim Mazur solo tiene un hijo y está en el ejército.
Sabía que el griego había hecho uso de sus contactos y del cobro de favores para que su primogénito fuera aceptado en la milicia, ya que como simple comerciante ni él ni su familia gozaban de privilegios políticos y escalar a la siguiente clase social solo se pudo lograr gracias a su reconocida reputación y a la red fructífera de negocios que estableció de Oriente a Occidente.
Sin embargo, en todo el tiempo de rivalidad nunca había escuchado hablar de la supuesta hija – Pues al parecer a ésta la tenía muy bien escondida.
El joven líder miró el cielo recubierto por un manto estrellado, agradeciendo en silencio a los Dioses por haberlo bendecido otorgándole el instrumento más poderoso para venganza de los suyos, pues si el heleno mantenía oculta la existencia de esa cría solo significaba una cosa... lo valiosa que era para él – ¿Dejaron el mensaje?
– Fuerte y claro – Afirmó Iván.
*
– ¿Ya están en los Drakkars? – Preguntó de camino al puerto.
– Sí, ya embarcaron el motín. Consiguieron pieles, semillas, especias y... – Hizo una pausa receloso de la reacción de su jarl – También mujeres y algunos esclavos.