Siempre he sentido una presencia constante, una mirada que nunca se aparta, como si estuviera siempre bajo observación. Esa sensación de estar vigilada me ha acompañado durante años, sumiéndome en una profundidad de incertidumbre.
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La duda me ahogaba cada vez más. ¿Estamos haciendo lo correcto? Pero, ¿realmente me importaba tanto? A los 14 años, me encontré atrapada entre la confusión de lo que es correcto y lo que no lo es, influenciada por los estereotipos que mi padre impuso en mi vida. Él era...
¿Cómo describir a alguien tan despiadado sin caer en lo vulgar?
Un verdadero obstinado, machista, que tenía una obsesión insaciable por alcanzar la cima, incluso si eso significaba pisotear a quienes se interponían en su camino. Su ansia de poder parecía interminable, y a menudo, en mi enojo y desesperación, pensé en la posibilidad de acabar con él. Mis cicatrices, que solía ocultar con historias de accidentes triviales, eran la marca de su crueldad.
Mi padre era una figura dominante en nuestra pequeña ciudad. Aunque el lugar no era muy conocido, su influencia se sentía en cada rincón. Se preocupaba obsesivamente por las apariencias y los estereotipos que proyectaba a los demás, como si todo se redujera a cómo te veían y cómo tú los mirabas a ellos.
En el fondo, mi padre era una persona cruel. Su maltrato hacia mi madre la llevó a la muerte, un suceso desgarrador que presencié junto a mis dos hermanos hace casi siete meses. Ellos lograron escapar, a pesar de ser uno de ellos aún un niño, y yo me convertí en su protector, llevándolos a un lugar seguro. Desde que tengo memoria, nuestra casa ha sido un campo de batalla, siempre inundada de gritos y conflictos, un lugar donde la paz era un sueño inalcanzable.
Hice todo lo posible por convencer a mi madre de que denunciara el abuso, pero ella siempre volvía a la misma conclusión: perdonarlo era la mejor opción. Me resultaba difícil entender por qué elegía eso, pero me prometí a mí misma no seguir sus pasos.
A los 16 años, aunque los problemas persistían, empecé a ver un rayo de esperanza en mi vida. Creía que había encontrado mi arcoíris a la vuelta de la esquina, aunque no era tan colorido como había esperado.
Es sorprendente cómo una sola persona puede cambiar tu vida de manera tan profunda. El tiempo, ese concepto tan frágil y a la vez implacable, puede transformar nuestra realidad en un abrir y cerrar de ojos. Lo que parecía una promesa de cambio puede desmoronarse en un instante, alterando todo lo que creías saber.
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En Aquel Entonces
LosoweDespués de aquel encuentro, Crystal empezó a sentir que no todas las sombras se desvanecen bajo la luz; algunas te siguen, esperando el momento perfecto para revelarse [La historia está concluida, estoy subiendo los capítulos nuevamente, con cambios...