PRÓLOGO

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La noche ya había caído sobre la pequeña ciudad de Exmouth en Inglaterra, los últimos rayos que brindaba el sol, se escondían detrás de las altas montañas que se alargaban tras el lugar. Dentro de las casas a pie del mar, había antorchas encendidas. En el centro, escondida entre las pequeñas callejuelas del barrio bajo, abría sus puertas un día más la antigua posada del viejo Henrick, el anciano regordete y bonachón dueño de ésta. Era un establecimiento sucio y que parecía bastante descuidado, con una pared de madera de roble y un suelo del mismo material. Las mesas, también de madera, se encontraban repartidas a lo largo del amplio lugar. Aunque el viejo posadero había abierto sus puertas en ese instante, dentro ya había gente sentada, todos aquellos que habían pagado por su estancia en la posada. La música ya sonaba alto, y los borrachos del pueblo comenzaban a juntarse. Sin embargo esa posada no solía ser muy visitada, tenía la desdichada fama de atraer maleantes, ladrones e incluso en algunos casos, piratas. El antro estaba algo vacío, la mitad de las mesas no tenían ocupantes, y gran parte de la barra estaba abandonada. Henrick se entretenía fregando los cacharros tranquilamente, mientras veía como los granujas de sus clientes gastaban su dinero. Algunos apostando a las cartas, otros bebiéndose todos sus ahorros en forma de cerveza y algunos otros gastándose el jornal del mes en prostitutas. De todo ello él sacaba beneficio, no podía quejarse. Y aunque la gente no soliese pasar mucho rato dentro, las habitaciones se alquilaban solas, y prácticamente no había habido ninguna pelea grave en su posada en los últimos dos meses, solo algunos pequeños choques. Algún que otro apuñalamiento fallido, alguna pelea entre borrachos acabada en sangre, pero nada preocupante. La mirada de Henrick se paseaba por todos y cada uno de sus clientes, hasta que llegó a posarse sobre uno en especial. Un extraño hombre encapuchado, vestido con una capa negra que le cubría todo el cuerpo. Estaba solo, sin nada de beber en la mano, y con la única compañía de alguna que otra rata que correteaba por el suelo. El anciano posadero pensó que podía ser un viejo viajero, ya iba a acercarse al hombre, cuando de pronto, cuatro hombres vestidos de negro, ataviados con sombreros oscuros y pañuelos que tapaban su boca irrumpieron por la puerta del local, portaban espadas envainadas y no tenían pinta de ser maleantes cualquiera. Parecían mercenarios. Henrick se acercó a ellos:

-Buenas noches señores. ¿Puedo ayudarles en algo?- preguntó algo asustado.

-Lo cierto es que si.- dijo uno de ellos adelantándose.

-¿Que desean?

El hombre apartó al viejo de en medio, y tumbó una de las mesas de una sola patada. Apoyó su pierna en gesto grosero sobre ella, y sacó un pergamino. Parecía bastante antiguo, y ninguno de los presentes alcanzaba a leer lo que ponía hasta que su portador decidió hablar.

-Estamos buscando a Drake Edward Campbell. También conocido como el capitán Drake. Cualquier tipo de información acerca de su paradero o acerca de él será bien recompensada.

Echó una mirada en derredor y vio como ya esperaba que nadie movía ni un solo músculo, y que nadie se atrevía a hablar con ellos. Salvo aquel hombre de la capucha, que seguía en el fondo del local, sentado solo en su mesa. Él se atrevió a levantar la mano lentamente. Los cuatro hombres de negro dirigieron la mirada hacia él, acto seguido avanzaron a través del salón hasta sentarse a su lado en la mesa.

-¿Qué es lo que sabes?

-Muchas cosas.- su voz sonaba tranquila, y no parecía la voz de un anciano, de hecho el encapuchado debía rondar la treintena de edad por el tono y la forma de la misma.

-¿Que es lo que puedes contarme?

-La pregunta correcta no es lo que puedo contarte, sino el qué quieres saber.

-Quiero toda la información que se pueda aportar sobre Drake o sobre su paradero como ya he dicho.

-Conozco su historia.

-Tengo tiempo.

-Y yo tengo ganas.

-Adelante.

-Tome una taza de café señor, esto va a ser largo.

El mercenario le miró fijamente, se quitó el sombrero y el pañuelo, descubriendo un pelo negro y unos ojos marrones que lo seguían, tenía una perilla abundante y un bigote largo.

-Le escucho.

Black Flag I (Bandera Negra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora