Capitulo 1: La primera noche.

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A tan solo 5 días de mi primer año de universidad, de dejar mi casa y mi vida en la ciudad de Puerto Montt, mis padres deciden hacerme una cena de despedida, con la esperanza de conmemorar mis 18 años en esta ciudad. Debo admitir que mis esperanzas en esta cena, desde el comienzo fueron las mínimas, sin embargo como muchas cosas en la vida, todo este asunto dio un giro inesperado, el cual abrió la puerta a todo lo que comenzó después.

Mis padres se decidieron en hacer la fiesta y me vi en la obligación de invitar a mis “amigos” que no eran precisamente muchos. Yo no solía hablar con nadie, pasaba mis últimos días en la escuela leyendo un viejo libro de poesía que me regalo mi padre hace un par de años. Por lo que solo tenía un par de “conocidos” en mi escuela.

Sin embargo sumergido en las expectativas de mis padres y de que todo esto no resultaría del todo mal, decidí hacer algunas llamadas.

Llamé a algunos compañeros y gente de mis alrededores. Gente que pensé quizás vendría a mi “súper cena de despedida “uno de ellos era Pepe, mi pequeño y corpulento compañero de puesto, le conté que me iba de la ciudad y  que si podía asistir a mi fiesta, pero para mí desagrado, me dijo que no. Pepe andaba de vacaciones en Brasil, y no volvería ya hasta la segunda semana de marzo.

Una vez terminé de llamar a toda la gente que conocía, como última opción decidí llamar a Sofía, la chica pelirroja de  el curso de al lado. Ella era probablemente la chica más conocida de toda mi escuela, era alta, delgada y la mayor parte del tiempo los hombres se peleaban por salir con ella.

Nosotros no habíamos cruzado palabras si no es en alguna ocasión como un trabajo grupal entre ambos cursos o pedirle permiso para pasar en la cafetería. Por lo que imaginar que ella vendría a mi fiesta sería claramente una locura, asique preferí dejarla para el final.

Lo pensé un par de minutos y me dí unas vueltas por la casa. Finalmente llamé.

--Aló, Sofía--le dije

--Hola, Gabriel--Contestó ella--, escuché que te ibas…

--Sí, por eso llamo-dije un poco sorprendido- este viernes haré una cena de despedida, pensé que tal vez podrías venir

--Claro. Este viernes por la noche, no te preocupes ahí estaré- me dijo y cortó el teléfono.

Sentí un gran alivio y un gran entusiasmo, la chica más popular de la escuela había dicho que sí vendría a mi despedida, había sido una de las pocas cosas que logré en mi vida, pero era verdad, Sofía iba a venir. Me tomé unos minutos para calmarme y seguí haciendo mis maletas. Quería tener todo listo para aquel día, no hallaba la hora de recomenzar todo, la fiesta era un mero trámite, pero con la presencia de Sofía, todo sería distinto.

Llegó al fin el viernes y papá adornó la casa, mamá se encargó de la mesa, compró unos cubiertos color verde azulado, que hacían juego con la mesa y los colocó de una manera algo extraña, que insinuaban una gran cantidad de invitados, sentí muchos nervios cuando vi la mesa ya preparada pero al cabo de un rato me normalicé.

Llego al fin la noche y nos sentamos en la mesa a la espera de nuestros invitados, al cabo de 30 minutos de espera llegó Sofía, y los amigos de mis padres. Para mi sorpresa (irónicamente hablando) ningún otro de mis invitados llegó, el lugar estaba preparado para 30 personas y nosotros con algo de suerte seríamos 8.

Sentí una gran vergüenza al ver que nadie más quiso asistir y que solo Sofía estaba aquí, no sabía que hacer o que decir, pensé mil veces “diablos Gabriel, ahora Sofía pensará que eres un idiota sin amigos” y probablemente así fuera, ¡pero yo no quería que ella tuviese esa impresión de mi!

Me senté junto a Sofía y mamá comenzó a hablar. Recordó mi infancia y leyó un discurso que tenía preparado, estuvo ahí hablando por unos largos 15 minutos. Papá la abrazó, prendió la Tv y colocó un video mío, de cuando tenía 12; Mis brackets, el pelo largo y mis grandes y notorios 12 kg de sobrepeso deslumbraban toda la sala.

 Me puse rojo de vergüenza y reí para disimular. Había sido un momento bastante incómodo, y no quería hacerlo peor teniendo que dar un discurso yo también, por lo que traté de ahorrar palabras.

--Gracias mamá—respondí, y a ti también papá. Gracias a todos por estar aquí, espero no extrañarlos tanto cuando esté lejos-bromeé-. A pesar que era completamente cierto, yo solo quería alejarme de este lugar, de seguro no iba a extrañar a nadie aquí. O eso pensé por un momento.

El resto de la cena fue un tanto incomodo, la cena era predominada por mis Papás y sus amigos, Sofía y yo comíamos en silencio y nos mirábamos de reojo y de vez en cuando ella soltaba alguna risa. Al final de la cena me paré de la mesa y fui a mi habitación. Sofía subió conmigo. Se tiró en la parte superior de mi cama y yo me senté en un pequeño banco que estaba ubicado justo a la izquierda de donde ella se encontraba.

Sofía clavó su mirada en el techo y con un tono pensativo me dijo- ¿Por qué te marchas Gabriel? 

-Pensé bastante en lo que iba a responder, no quería quedar mal frente a ella y finalmente dije con seguridad-me voy en busca de oportunidades Sofía-

-¿Qué tipo de oportunidades?- Preguntó otra vez-

-Comenzar de nuevo, renovar quien soy- respondí-

Al parecer Sofía tenía un poco de curiosidad en mi después de todo, por lo que finalmente preguntó-¿qué buscas cambiar? ¿Qué es lo que hay en ese lugar?-

-Probablemente no haya nada-respondí sin ganas- pero aquí tampoco lo hay.

Conozco de memoria este lugar, odio su clima y ser el “don Nadie” de este pueblo. Busco la oportunidad de ser alguien distinto, de cambiar mi vida y la de los demás. —Concluí-

Sofía volteó su mirada hacia mi y se acercó a tal punto que pude oler el suave perfume de vainilla que brotaba de su cuello, observé su mirada, clavada fijamente en mi rostro y sus labios decir lentamente la dulce frase:

-¡Wow!, que palabras más profundas... creo que te extrañaré un poco después de todo.

No supe que responder, no fui capaz de decir ni una palabra, mis manos temblaban y tartamudeaba en el más mínimo intento de hablar, ¿esto era cierto?¿Sofía la chica más guapa de toda la ciudad estaba diciendo que me extrañaría? Era como para no creérselo, se me paró el mundo en tan solo 5 segundos, busqué palabras para responder pero no fui capaz de hallarlas, por lo que temblorosamente dije-gracias Sofía, te extrañaré también.

Seguimos hablando y riendo de la cena y los discursos de mamá, Sofía me dio su número de teléfono y al cabo de un rato se fue y sus palabras quedaron rondando en mi cabeza toda la noche. Tirado en mí cama contando uno por uno los agujeros que tenía la madera, imaginé un sinfín de palabras que debí haberle dicho. Palabras que quizás, hubieran hecho que ella y yo nos besáramos, que no tuviera que decirle adiós, palabras que no tuve el valor de decir.

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