—¡Annabelle!—me gritó Cameron, desde el exterior del coche, al ver cómo me había quedado sentada en el asiento del coche, entretenida con el móvil. —¿Qué haces?— me preguntó, dirigiéndose a mí para mirar la pantalla del móvil.
—Estoy hablando con Christophe, intentándolo, al menos.—le contesté, sin quitar la mirada del móvil, estaba algo preocupada por que aún no sabía nada de él, desde por la mañana, antes de que se fuese.
—Cuándo salga de la radio, te llamará.—intentó calmar mís nervios Cameron, poniéndome en el hombro su mano.—Te lo ha dicho.— continuó, a continuación, me dio un leve empujón para que saliera del coche, y caminara con el hacía dónde Hayes y Nash, nos estaban esperando.
Entramos a la pizzería, mientras escuchaba los chistes malos qué Hayes había comenzado a contar, haciéndo que Nash y Cameron, no pudieran dejar de reír.
Nash correteo por la pizzería, hacía una mesa a lo lejos, dónde en ella habían tres chicos sentados, cuándo Cameron mandó callar al menor, por el chiste tan malo que acababa de contar.
—¡Annabelle!— gritó Nash, cuándo estuve con su hermano y con Cameron, frente a los cuatro chicos, señalandome con el dedo, llamando la atención así, de los tres chicos restantes, qué se reían por algo, que estaban mirando en el móvil de uno.
—No hace falta que grites.— comentó uno de los chicos, rubio y de tez blanca, antes de pararse a mirarme, para que pudiese ver el verde azulado de sus ojos.
—Opinó lo mismo.— aparte la mirada del chico rubio, para mirar al chico castaño que estaba entre medias de ambos.
—Igual.— miré al último chico, que me faltaba por ver, tenía la piel un poco bronceada, y era moreno, con los ojos de un marrón oscuro.
—No me hubierais hecho caso.— se defendió el chico de mirada azul, cogiendo asiento.
—Por supuesto que te hubiésemos hecho caso.— comentó de lo más divertido el moreno de los tres.
—No digas tonterías, le hubiésemos hecho caso a ella.— le secundó su amigo el chico rubio, haciendo que mís mejillas tomarán un poco de color, siempre solía pasarme aquello, al recibir comentarios como esos.
—¡Johnson!— miré a Cameron, quién miraba al chico rubio con algo de enfado en el rostro.
—Era solamente, una broma.—se disculpó el chico.
—Será mejor, que lo dejes estar, Johnson.— dirigí mí mirada hacía Nash, que de nuevo me miraba cómo lo había estado haciendo antes.
—Tú debes de ser Shawn.— señalé al chico castaño, para cambiar de tema.
—Él mismo.— contestó el chico, levantándose de donde estaba sentado, para acercarse a mí y darme un par de besos.
—Y vosotros, Jack Johnson.— señale al chico rubio, que me sonreía ampliamente.—Y Jack Gilinsky.
—Los mismos.—hablaron los dos al mismo tiempo, haciéndome reír, a continuación, me hice un hueco entre Hayes y Nash, quienes miraban la carta de la pizzería.
—¿Pizza o pasta?—preguntó Cameron, mirando también él la carta del restaurante.
—Pizza.— respondieron los cinco chicos restantes, convencidos de que querian tomar.
—Yo, prefiero pasta.— contesté pensandome mi decisión mejor.
—¿Y que pizza?— preguntó de nuevo, Cameron haciéndome caso omiso a mí elección.
—Cuatro estaciones.— respondió Shawn, dejando a un lado la carta.
—Boloñesa.— contestaron a la vez, Hayes y el rubio de, Jack Johnson, chocando después los cinco.
—Barbacoa supreme.— contestó ahora el moreno, tocayo de Jack Johnson.
—Caribeña.— confesó Nash.
—Estoy de acuerdo con Nash.—le secundo Cameron, dejando su carta a un lado, sobre la carta de Shawn.
—¿Y tú que vas a pedir?— me pregunto, Hayes preocupándose por lo que yo tomaría.
—Una ensalada de pasta.— le contesté, aún leyéndo la carta.
Después de escuchar a los chicos tener una larga charla sobre sí compartirían las pizzas y etcétera, pedimos lo que tomariamos, y esperamos a que llegará la comida, mientras hablabamos de cosas que pudiésemos tener en común los tres chicos, recién conocidos, conmigo.
Y cuando paso una larga hora y media, y hubimos acabado de cenar, cada uno de nosotros pagamos nuestra propia cuenta, al menos yo si que hice eso, debido a que los chicos se habían cogido cuatro pizzas a medias, aquellos chicos eran realmente unos glotones.
Después de dar una larga vuelta, demasiado larga, por un parque que estaba justamente al lado del restaurante italiano en el que habíamos cenado, los cuatro subimos en el coche de Cameron, para que este acompañado de los otros dos, los hermanos, me llevasen a casa, hasta entonces no me acorde de papá, del que seguía sin tener noticias algunas.
Salí del coche, acompañada de Nash, quien fue de lo más caballero y quiso acompañarme hasta la puerta de mi misma casa, perseguido por la atenta mirada de su hermano pequeño y de mi protector primo, nunca antes lo había sido aunque antes no habían sido los chicos que eran sus amigos.
Me despedí del chico de ojos realmente azules, con una agradable y amplia sonrisa, para a continuación despedirme también de Cameron y de Hayes que esperaban atentos a todo lo que haciamos, con la mano, giré sobre mis talones y abrí la puerta principal con las llaves, antes de girarme por ultima vez y despedirme de los chicos.