Psycho Crusher

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El carro era un Toyota Corolla del año 2005. El olor del queroseno arder causaba satisfacción a Travis, al igual que la vista del metal arrugado, los vidrios rotos y quemados. Una sonrisa torcida estaba marcada en su rostro. No pudo admirar las consecuencias del acto que había cometido por mucho tiempo, a lo lejos empezó a escuchar las alarmas de autos de policía, puede que no lo buscaran a él, pero las llamas los atraerán. Lleno de frustración dio una patada a una puerta suelta del ahora destruido auto y empezó a correr.

Esta actitud empezó desde que Travis tenía seis años, jugaba con pequeños carros de juguete pero su atracción principal venía en destruirlos. "Todos los niños son así." Aseguraban sus padres mientras se despreocuban, pero ese simple acto de chocar y pisotear carritos de plástico, fue evolucionando, lenta y silenciosamente.

El reloj marcó las 3:25 cuando Travis volvió a su departamento, su camiseta blanca estaba manchada de aceite. Todos los cuartos, incluyendo su habitación tenían un olor muy marcado a ambientador, esto era para ocultar el hedor a restos de auto, a pesar que todavía se notaba si uno prestaba mucha atención a los olores. Él abrió el refrigerador, lleno de botellas de cerveza y comida enlatada, siempre la misma comida enlatada: Chili.

Agarró una de las latas y la puso a calentar en la estufa, se adelantó con la bebida abriendo una botella de cerveza y tomando un trago. Mientras la lata se calentaba revisó su teléfono. Hubo un impulso por no escribir el mensaje usual en el teléfono. Pero aún así ya comenzaba a sentir el pulso acelerado, revisó las fotos del Corolla que había desbaratado. La lata de comida empezaba a sobrecalentarse, pero él estaba buscando el contacto, encontró el número de teléfono en los más recientes e inmediatamente le escribió:

"Lo hice." Seguidamente envió una foto que había tomado del auto envuelto en fuego. Pasaron dos minutos hasta que el contacto contestó:

"¿Tan rápido?" El olor a quemado de la comida enlatada empezaba a ser más marcado. Travis no contestó, le apenaba decirle. Estaba luchando contra su impulso. Pero no tenía que decir nada.

"No te daré otro hasta que pagues." Escribió el contacto. El precio total de su deuda flotó en su mente, era una preocupación que alejaba de su mente, pero ahora corría en riesgo. Iba a contestar algo pero en ese momento la lata no pudo soportar más el calor y con un chasquido reventó, dejando restos de comida por el suelo. Travis soltó un quejido de frustración. Enojado se retiró al baño por un paño con el que limpiar el suelo. Volvió y limpió el suelo, pero no podía quitarse la idea de su cabeza.

No quería rogar, odiaba la idea de rogarle a su contacto. Sin haber comido salió de su departamento, el cielo comenzaba a aclararse, eran las cinco de la mañana. Cerca de una cafetería había un dispensador de periódicos, metió una mano a uno de sus bolsillos llenos de monedas y sacó dos centavos, los metió en una ranura de la máquina y esta dispensó un periódico. Travis agarró el periódico y comenzó a revisar la sección de trabajos, pero sus manos empezaban a temblar. El demonio en su interior gritaba y reclamaba que lo saciaran. Pero no había nada que hacer. ¿Verdad?

Con el periódico arrugado entre las manos volvió a su departamento, pero en la puerta de entrada volteó a ver a uno de los edificios de su cuadra, con la mala suerte de ver la pequeña cochera poblada con sólo dos autos. "No." Intentó luchar, pero la tentación gritaba, opacaba cualquier pensamiento. Subió a su departamento y buscó entre sus herramientas de trabajo, sostuvo entre ambas manos los instrumentos que parecían más adecuados: Un mazo de hierro y unos alicates.

El portón del estacionamiento estaba protegido por un candado grueso. Empezó a cortarlo con el alicate y terminó de reventarlo con un mazazo certero. Estaba ciego y sordo por la adicción, se podía escuchar a una persona bajando al estacionamiento. Una mujer joven vestida todavía con pijamas llegó bajando cuando Travis estaba destruyendo una de las ventanas de un Mazda CX-30.

"¡Mi auto!" Gritaba la joven. Se abalanzó a detener a Travis, que, sin dudarlo, atacó devolviendo otro golpe con el mazo, destruyendo el cráneo de la muchacha y dejándola en el suelo inmóvil. Un momento de claridad volvió para que Travis viera lo que había hecho, le había quitado la vida a una persona por sus deseos perversos y egoístas. Pero ya no había nada que hacer, solo subirse al auto mientras seguía funcionando y llevarlo a un lugar oculto para destruirlo. Solo que cuando las alarmas de policías sonaran, ya tendrían una verdadera razón para perseguirlo.

Fin. 

Psycho Crusher [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora