Mejor amigo.

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Se frotó los ojos y notó como estos estaban pegados, sin poder siquiera abrirlos. Se incorporó y se sentó en el borde de la cama esperando a que finalmente sus párpados se despegasen. Una vez abiertos observó sus manos con las que había tocado sus ojos, con los dedos negros por la pintura que no había retirado la noche anterior. Su cuerpo logró ponerse de pie, dirigiéndose al aseo para poder asearse. Se miró al espejo y tenía los ojos cual panda. Se lavó su pálida cara y así pudo observar su rostro, algo demacrado por el poco descanso que había tenido pues a penas había dormido tres horas. Sus ojos azules como zafiros apenas se podían ver por lo hinchados y entrecerrados que los tenía en aquel momento y, por último, su cabello rubio teñido -despeinado en este caso por la cama-. Salió tal cual del cuarto en el que estaba encontrándose con dos mexicanos realmente parecidos entre sí, sentados en la mesa del comedor, mientras reían.

-Buen día, Gustabito- dijo amable el de pelo largo-.

-Qué pasa, carnal. Te ves cansado- comentó ahora el de bigote-.

-Hola, Emilio- soltó al aire, pues ni siquiera había mirado a los dos sujetos-. ¿Qué haces aquí, Pablito? No dejas a Emilio en paz- abrió la nevera, tomando de ella el cartón de leche, destapándolo y bebiendo directamente de él-.

-Pero no hagas eso, cabrón- se echó las manos a la cabeza el menor de los hermanos -Emilio-. Y Pablo está aquí de paso, iba a recoger a su hija y pues se pasó a tomar el desayuno-. El de pelo corto no añadió nada, tan solo afirmó tales palabras con un simple "Si, wey"-.

-Ah, vale. Qué interesante.

-Pero si preguntó uste- fue interrumpido por el portazo del frigorífico-.

-Bueno, me tengo que ir al instituto- anduvo hasta su habitación de nuevo, tardando menos de dos minutos en salir vestido, de una manera demasiado desaliñada. Llevaba una camiseta negra y sobre ésta una camisa de cuadros, típica de granjero, con unos pantalones color beige oscuro y unas zapatillas negras. La única diferencia que tenía comparado con antes de entrar a la habitación es que ahora llevaba el cabello bien peinado hacia atrás y que se había colocado su piercing de la ceja. Sus ojos seguían algo negros pues ni se había detenido en lavarlos bien. "Ya se le iría, en algún momento del día", según él-. Que os den- tomó su mochila que estaba justo al lado de la puerta de la casa-.

-Pero, mamoncito, ¿y el almuerzo?- Emilio se levantó rápido de la mesa, acercándose detrás de la barra de la cocina donde tenía preparado algo envuelto en papel de aluminio-.

-Que se lo coma la hija de Pablito- cerró la puerta inmediatamente, una vez ya había salido de la casa-.

El camino al instituto se hizo algo pesado pues, iba en su moto, hubo un atasco. Pero eso no impidió que llegase antes de clases. Siempre llegaba de los primeros por no decir que incluso algunas veces era el único alumno que podrías encontrar por los pasillos. Se adentró en la institución y al ver que no había nadie quién le cayese bien -que eran muy pocos- decidió sentarse en el suelo, en el pasillo, al lado de la puerta de la conserjería. Sacó su celular y comenzó a ver videos de cualquier tontería aunque principalmente de comida. Le encantaban esos vídeos. Aunque no era bueno para una persona que apenas había tomado algo como desayuno y que no llevaba almuerzo.

Aún quedaban como unos 10 minutos para que las clases comenzaran y, de costumbre, no solía despegar la mirada de la pantalla pero aquel día fue una excepción. Al levantar sus azules ojos chocó con la figura de alguien que no había visto nunca. El chico era bastante alto, al menos a su parecer -pues se podría decir que era algo bajo-. No podía apreciar bien su figura pues llevaba unas prendas algo anchas pero si se fijó en su cabello castaño, algo largo y su gafas de culo de vaso. También observó su mochila la cual era mucho más grande que la suya a decir verdad. Le causó curiosidad que alguien, a mitad de curso, se incorporase a la escuela por lo que guardó su teléfono y cogió su mochila, echándosela a la espalda fugazmente. Se acercó de forma sigilosa al chaval, se puso de puntillas para poder llegar a su oído y decir "Hola" en un susurro.

Pero lo quieres a él...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora