Prólogo

809 43 14
                                    

Kathia
El coche arrancó. Dejé a Ovidio tirado en el suelo, forcejeando con su hermano. Él quería venir en mi busca, pero se lo impedían. Mejor así.

Los recuerdos me abrumaban y apenas me dejaban respirar. Era consciente de lo poco que valía mi vida si él no estaba a mi lado. Todo lo que para mí tenía significado llevaba su nombre. Ese nombre que retumbaba en mi cabeza con más intensidad que nunca.

Ovidio, Ovidio, Ovidio...

Lo miré por última vez. Todavía tenía el sabor de su cuerpo en mis labios, el calor de su tacto en mi piel, el susurro de sus palabras en mi cuello... Y ahora veía cómo su figura se iba alejando. Me obligaban a apartarme de él sin darse cuenta de que con ello me obligaban también a morir. Pero eso es algo que no les debía de importar lo más mínimo, después de tantas veces como habían puesto mi vida en peligro.

Mi corazón se quedó allí, con él, mientras su imagen se borraba empañada por mis lágrimas.

Mírame y dispara | Ovidio GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora