3.La de los pompones

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No nos voy a mentir.

Estar entrenando con un vestido corto y apretado cón las iniciales de tu colegio en el pecho puede ser motivo de orgullo en muchas.

Y de hecho, en mí también lo es.

Formamos un grupo, una gran masa de color rojo que forma figuras y excelentes coreografías.

Pero hay algo que no me gusta.

Cuando, aún siendo un grupo, siento unos ojos pegados en mi.

Ahora mismo, sé que tres pares de ojos me observan, y analizan cada paso que doy.

Conozco mis principios, y sé que a dos de ellos no pienso hacerles ningún caso. Al tercero, no logro encontrarlo.

Bajo de la torre en la que estoy subida haciendo un mortal y aterrizó suavemente en el suelo.

Sonrío y doy finalizado el entrenamiento. Al menos por hoy. Es lo bueno que tiene ser la capitana.

-Carolina! - Amanda se dirige a mi, sonriente. Me quedo quieta esperándola, mientras sonrió.

-El entrenamiento de hoy estuvo increíble - me felicita- enhorabuena capitana, te superas un año más! - celebra. Yo no puedo evitar reír. - Vienes? - dice, señalando a los vestuarios.

-Ve llendo tú, ahora voy - contesto. Me acerco al banco y recojo mi toalla para el sudor y mi botella de agua con limón.

Un cuerpo se pone delante de mi, en cuanto me giro.

-Hola Carolina - dice. Es un chico algo bajito, con la cara aplastada y marcas vistosas de las espinillas. Es un enclenque, y lleva la ropa demasiado grande. No recuerdo su nombre, pero intento que no se me note.

-Hola! - sonrío. Él parece nervioso, así que intento que mi blanca dentadura le tranquilice un poco.

-Esto.. Hola.. Yo.. y.. yo..

-Tú? - le ayudo, sonriendo. Pero el pobre no parecer poder arrancar.

-Y.. yo.. me preguntaba... en fin... sí tu...

-Si a ti te parece bien que hables conmigo - dice, una tercera, voz, apareciendo por detrás del pobre chico tímido.

Ruedo los ojos nada más verle.

-Simon, no seas pesado. Estoy hablando con el - digo, de mala gana al futbolista.

-No pero él ya se iba. Verdad Gremlinsk? - dice, mirando amenazadoramente al chico.

Este se asusta y tiembla.

-Sss ... sí.. sí! no pasa nada, yo... Ya me iba - dice, guirándose con miedo y escapando.

Pobre chaval.

-Eres un imbécil Simon! No hacía falta asustarlo así! - protestó, golpeandole con la toalla en el pecho.

-Si si fierecilla. Pero él estaba intentando ligar con mi chica. Y eso no puedo consentirlo.

-Primero, no soy tu chica - respondí, enfadada - y segundo, no sabías que iba decirme, a lo mejor  necesitaba ayuda con algo!

-Claro que la necesita! Para conseguír novia! Ese tío esta más solo que la mierda.

-Cállate de una puñetera vez, Simon! Y no hables así de la gente! Eres un inmaduro!

-Un inmaduro con el que saldrás esta noche. - dice, con su cínica sonrisa.

Río de camino mientras atravieso la puerta del vestuario.

-Sigue flipando Simon.

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Estoy sentado en las gradas, mirando el partido.

O al menos creía que era el partido.

Finn me había rogado que viniera, ya que nunca lo hago, y no cumplo con el estereotipo de mejor amigo.

Pero estar solo en las gradas en cuanto podría estar en mi ca haciendo algo mejor me fastidia.

Hasta que la vi.

Subida encima de un chico de espalda ancha, y sonriendo a tiempo que levantaba la pierna de una forma vertiginosa.

La verdad es que la coreografía era muy bonita. Las chicas se movían a buen ritmo  y daba la sensación de que dibujaban algo, algo extraño. Pero bonito.

No me di cuenta de cuento tiempo me había quedado mirándola embobado hasta que el partido terminó.

El se alejó del grupo, y cogió sus cosas.

Entonces, un chico moreno, muy poquita cosa, se acerco a ella.

Pobre chico, se le veía nervioso.
Seguramente se iba declarar.

Ella le recibió con una sonrisa, que mantuvo durante toda la conversación.

Fue algo que me gustó de ella.

Era la capitana de las animadoras, la chica más popular del instituto, y habla como si nada con un chico como ese.

De hecho, la cosa una bien si no fuera porque pareció ese neardental al que llamar mejor jugador de fútbol.

Simon es un imbécil  y yo eso lo sé de primera mano.

Creo que son novios, o algo así.

Pero en cuanto la vi gritarle, y hablándole con cara de pocos amigos, no pude evitar sonreír.

Esta le odia tanto como yo.

Entro en los vestuarios y aún me quedé un rato viendo a Simon, que tiraban el casco al césped, frustrado.

Una sonrisa volvió a asomar en mi cara. Me gustaba tanto verlo enojado.

-Eh, Tío, que tal lo hice? - preguntó Finn, sentándose a mi lado. Estaba todo sudado, y tenía las mejillas rojas por el cansancio.

-Oh, muy bien - mentí. Apenas me había fijado en él.

-La estuviste viendo a ella, verdad? - dice, con una sonrisa de lado y voz cansada.

Yo sonrió avergonzado, asintiendo con la cabeza.

-Deberías decirle algo - me aconseja, mirando hacia el campo de fútbol, en el que todavía hay bastante gente.

-Tienes razón. Debería. - asiento. - Pero no lo haré.

Es una másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora