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Me bajo del autobús. Tenía en frente a una anciana que no se había lavado –al menos el pelo– en meses, y en la otra punta del transporte, a un niño haciendo tributo a la Polla Records a pleno pulmón.

Fascinante.

Observo –creo que por quinta vez– mi nueva casa. Es de un piso, muy larga y de color blanco. De un blanco aburrido. Al lado de la puerta principal, empieza el jardín, primero en forma de pasillo y luego expandiéndose. Veo a mi hermano rebozándose cual puerco en el suelo.

–¡Leire, mira! ¡Yo ser gusano! –grita. Pongo los ojos en blanco y entro en casa.

the penDonde viven las historias. Descúbrelo ahora