𝒱𝐼

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— ¡Llegamos! —anuncia Luna ni bien entra a la mansión.

Mónica cierra la revista y mira a los chicos sentada en el sillón.

—¡Hasta que por fin! ¿Dónde estaban?

—En el roller mamá, Juliana nos hizo entrenar un rato más. —responde la mexicana sentándose al costado de la castaña.

—¿Y qué tal?

—Bien, bien cansado la verdad. —comenta Simón y ríe.

—Pero tenemos hambre. —comenta Luna con rapidez.

Mónica ríe.

—Tienen suerte, papá pidió Pizza a pedido de tu abuelo.

—¡Yei!

—Ya debería estar por llegar. ¿Por qué no vas a dejar tus patines en el cuarto y te cambias? Los dos, que se les ve sudados. Dúchense y regresan, hemos pedido hace unos minutos, debe llegar pronto.

Los dos asienten. Luna se dirige a su cuarto, Simón al segundo piso. Entra al cuarto de invitados que compartía con Matteo y con Pedro y que pasó a ser casi suyo. Saca un pijama azul de la cómoda café, un par de toallas y se dirige al baño del dormitorio. 

Abre la llave para que salga el agua y se permite relajarse un rato bajo ella. Muchas cosas lo agobiaban, entre ellas ciertas primas no biológicas con las cuales no puede dejar de vivir ni pensar. 

Luna, su mejor amiga, la pequeña mexicana castaña que desde los 3 años era tan soñadora, tan risueña y tan encantadora, con la cual creció —y podría decir que hasta vivió— por casi toda su vida. Lo único que deseaba era estar cerca de ella y ahora lo estaba, pero algo no lo dejaba tranquilo. 

Y aquella rubia que cambió su mundo de una forma tremenda y sin que lo esperase. Ámbar Smith, la que nunca fue Sol Benson, pero realmente él fue la luz en su ser. Tanto había cambiado por él, y nunca lo logró ver, hasta cuando ella lo necesitaba más y se alejó. Se alejó tanto pero aún la seguía sintiendo como antes, lograba percibir como se sentía y todo... Era extraño y bastante raro, nunca pensó relacionarse con alguien así.

Sale de la ducha, se seca y se cambia. Se pone una casaca encima y sale del cuarto, sonríe al oír murmullos desde la sala.

Para un momento al pasar por la puerta del dormitorio de Ámbar y titubea, desea entrar pero se resiste. Niega, baja las escaleras hasta llegar al comedor y sonríe al ver a su novia. Se acerca y despeina un poco a la mexicana en pijama.

—¡Simón! —reclama ella riendo.

—Dime. —responde divertido.

Miguel entra al comedor con una caja de pizza. Los dos lo miran atento.

—Provecho chicos.

—¿La podemos acabar? Tenemos hambre. —sonríe Luna con inocencia.

—Pues supongo que sí, suerte que no pedimos para ustedes la familiar y esta es un poco más grande de la personal. —Miguel ríe.

—Ustedes vean, se lo merecen. —sonríe el adulto y sale hacia la cocina.

—¿Mitad mitad? —pregunta Luna sonriendo, él asiente. 

Se sientan y proceden con la comida. Luna termina y sonríe algo cansada.

—¿Rico?

—Muy rico, hace tanto que no comía pizza. —admite ella.

—¿A dormir?

—¡Si! Mañana tenemos entrenamiento, Juliana nos asesina si estamos cansados.

Él asiente. Besa su frente y ella lo abraza.

—Te amo, buenas noches.

—Buenas noches. —responde ella y se va.

Él se encarga de llevar la caja vacía a la cocina, se detiene al ver a Mónica preparando algo.

—Mónica, ¿Cenaron?

—Si, pedimos una pizza más pequeña. 

—¿Por qué cocinas?

—Algo ligero para Ámbar, igual le guardamos una porción de pizza por si las dudas. 

—¿Está bien? —pregunta pareciendo despreocupado.

Ella asiente. —Si, está bien. Algo cansada pero bien. ¿Por qué no le preguntas tú?

—Digo, está descansando. No quería molestarla.

Asiente. 

—Buenas noches Mónica

—Buenas noches Simón. —responde la mujer y él sale.

Mónica mira como se va, y sonríe negando. Algún día tendría que dejar su orgullo de lado para hablarle a la rubia. Nota mental, ir a verla cuando termine su cena. 

Happier || SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora