[ Capítulo 1 ]

673 67 11
                                    

Escuela primaria de Konoha:

El pequeño rubio se encontraba inmóvil, justo frente a la gran puerta de madera que se erigía ante él, como un obstáculo que parecía insuperable. Sus manos temblaban, y pequeñas gotas de sudor resbalaban lentamente por su frente, trazando un camino de nervios que no podía disimular.

—¡Adelante! —llamó una voz profunda desde el interior del salón, una invitación que, para él, sonaba más como una orden.

Con el miedo apretando su pecho, tomó el pomo frío de la puerta. Lo giró con cautela, como si el simple acto de abrirla pudiera desencadenar algo mucho peor de lo que imaginaba. Al adentrarse, sintió de inmediato cómo cientos de ojos se clavaban en su delgado y tembloroso cuerpo, como flechas invisibles que le pesaban sobre los hombros.

—Muy bien —comenzó a hablar una voz autoritaria, perteneciente al profesor, un hombre alto, pálido, de rostro afilado y mirada penetrante—. Deidara, ¿podrías presentarte ante tus nuevos compañeros?

—Claro... —respondió con una tímida vacilación, intentando mantener la compostura mientras fijaba su mirada en un punto impreciso al fondo del aula—. Mi nombre es Deidara y... yo... espero poder llevarme bien con todos ustedes —logró articular al final, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas, sonrojándolo más de lo que ya estaba.

—Excelente, Deidara. De ahora en adelante, te sentarás con... —el profesor hizo una pausa deliberada, sus ojos recorriendo el salón en busca de un lugar adecuado, cuando fue interrumpido por la insistente voz de uno de los estudiantes, que no dejaba de rogar para que el nuevo compañero se sentara junto a él. El maestro suspiró, resignado—. Deidara, por favor, ve a sentarte con él —ordenó, señalando al niño con un gesto de la mano.

—Bu-bueno... —murmuró Deidara, dando pasos lentos y pesados hacia el fondo de la habitación, donde lo esperaba aquel joven de ojos oscuros, tan negros como la medianoche, igualando el color de su espeso cabello ——Ho-hola... —saludó, apenas audible.

—¡Hola! Mi nombre es Obito Uchiha —se presentó con una sonrisa amplia, su tono era de pura alegría—. ¿Sabes? Tienes unos ojos muy bonitos —comentó, sin ningún reparo, señalando los ya mencionados.

—Mu-muchas gracias... —dijo Deidara, desviando la mirada con timidez hacia el suelo, mientras sentía nuevamente ese calor ardiente invadir sus mejillas, que esta vez parecía extenderse por todo su rostro.

—¿Te gustaría que fuéramos amigos? —preguntó Obito, soltando una pequeña risa juguetona que resonaba en el aire, ligera pero sincera.

—Si tú quieres...

—¡Por supuesto que quiero! —exclamó Obito, su entusiasmo era innegable, y sin dudarlo, tomó las manos del rubio entre las suyas, con un gesto cálido y reconfortante—. Te aseguro que no te arrepentirás de ser mi amigo.

—Sé que no... —susurró Deidara, mientras una sonrisa apenas perceptible se dibujaba en su rostro, sintiendo por primera vez en ese día, un atisbo de alivio en medio de tanto temor.

 —susurró Deidara, mientras una sonrisa apenas perceptible se dibujaba en su rostro, sintiendo por primera vez en ese día, un atisbo de alivio en medio de tanto temor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sentado en la tediosa clase de matemáticas, Deidara apoyaba su barbilla sobre la palma de su mano, mientras sus rubios cabellos caían como un velo sobre su frente. Sus ojos, fijos y distraídos, observaban a cierta cabellera azabache. Obito, ahora con diecisiete años, reía y hablaba plácidamente con el nuevo estudiante, un hermoso chico de cabellos plateados que había sido transferido desde otra escuela.

~Rin~Rin~Rin~

El timbre sonó, anunciando el final de las clases. El bullicio del aula aumentó mientras los estudiantes recogían sus cosas con prisa.

Deidara suspiró con fuerza, y empezó a recoger los útiles esparcidos por su pupitre de forma descuidada. Cuando levantó la vista, se sorprendió al ver que su amigo ya no estaba en el aula. Para su mayor desconcierto, el chico de cabello plateado tampoco se encontraba allí.

—Hmm... ¿Por qué no fue capaz de esperarme? —murmuró para sí mismo mientras se abría paso entre la multitud de alumnos que llenaba el salón—. Maldito impaciente...

—¿Y bien? ¿Pudiste entregar la carta? —preguntó de repente una voz femenina a su lado, haciéndolo dar un pequeño salto de sorpresa.

—¿Ca-carta? —balbuceó Deidara, fingiendo confusión mientras trataba de evitar la conversación.

—Sí, la carta —replicó la joven con un tono que daba a entender que era obvio—. Ya le dijiste a Obito lo que sientes, ¿no? En la carta le relatarías todos tus sentimientos.

—Ah... la carta... —repitió él, buscando con rapidez una excusa barata que lo sacara de ese apuro—. No tuve tiempo de escribirla... pero...

—¿Pero...? —inquirió la chica, levantando una ceja.

—No creo que hoy sea el momento adecuado para hacerlo —contestó Deidara con evidente nerviosismo, jugando tímidamente con un mechón de su cabello rubio—. Está con el chico nuevo y no quiero interrumpirlos... No quiero que piense que soy molesto.

—¡Tonterías, tonterías y más tonterías! —exclamó la joven de cabello morado, su tono firme e inquebrantable—. Además, eres su mejor amigo; no le molestará en lo más mínimo que lo vayas a ver un rato.

—Pe-pero... —intentó replicar él, aunque no tuvo tiempo de continuar.

—¡Nada de peros! —interrumpió ella, cruzándose de brazos con determinación—. Vas a ir donde él, y le pedirás que te lleve a casa, como lo hace todos los días.

—Pe-pero... —trató de insistir Deidara una vez más, solo para ser nuevamente interrumpido.

—¡He dicho que nada de peros! —exclamó la chica, colocando las manos en sus caderas mientras lo miraba con cierto enojo—. Cuando Obito te deje en casa, antes de que se vaya, ¡te declararás! —añadió con un entusiasmo que brillaba en sus ojos, mientras su voz adquiría un tono casi soñador.

Deidara, sintiendo que no tenía escapatoria, bajó la mirada y asintió lentamente.

—Hmm... de acuerdo, iré a buscarlo. Muchas gracias por darme ánimos, Konan —agradeció, dedicándole una suave sonrisa a su amiga, quien no dudó en devolvérsela con igual gentileza.

—Mucha suerte, Deidara... —le deseó ella, sus palabras llenas de esperanza y complicidad.

 —le deseó ella, sus palabras llenas de esperanza y complicidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Rivales de amor»

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

❝Rivales de amor❞「Obikaka」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora