- Ari hoy llega muy tarde ¿No? - se queja Inés sorbiendo el café con ansias y quemándose a partes iguales.
- Tía, te vas a volver a abrasar el hocico - Idaria le quita la taza - Sopla un poco anda.
- Ya me gustaría a mí soplar otra cosa... - contesta rápidamente la otra.
- Serás guarra - y ambas ríen a partes iguales.
De pronto se abrió la puerta de la cafetería con tanta fuerza que el dueño creía que ya era giratoria. Ari entró sudando como una cerda, jadeando y cargada de bártulos.
- ¿Qué? ¿Hemos vuelto a dejar la tarjeta tiesa? - dice Inés mientras Ari se sienta desbarajustando toda la mesa.
- Me ha contestado - escupe Ari tras respirar profundamente un par de veces.
- ¿Cuánto te toca pagar esta vez? - contesta Inés con la boca llena.
- Me ha dicho que nos veamos mañana pero que antes tengo que enviarle una foto de cuerpo entero - termina Ari claramente asustada.
- Ari... ¿Lo ves claro? - interrumpe Idaira siempre sobreprotectora.
- ¿Desde cuándo en Hacienda se han puesto tan exquisitos? Joder, yo pensaba que Hacienda éramos todos - continúa Inés socarrona.
- Tías, no sé qué hacer, me da miedo pero es que si le dejo pasar siempre voy a estar igual. Al final nunca quedo con nadie - Se queja Ari.
- Cari, si de verdad quisiera conocerte poco le importaría cómo fueses en realidad. Te debería querer conocer tuvieses los kilos que tuvieses - Idaria siempre animando.
- ¿No habrás vuelto a pasarte el filtro ese de licuar por la cara? - E Inés acaba su tostada.
- Por favor, a mí un café y una con jamón - pide Ari al camarero - hoy realmente lo necesito - se excusa con sus amigas.
- Como todos los días - contestan ambas a coro.
Y así eran todas las mañanas. Inés, Ari e Idaira no sabían exactamente desde cuándo se conocían y tampoco quedaban por la tarde o los fines de semana. Ellas tres se reunían sólo durante la hora del desayuno. Y para más inri cada una trabajaba en distintos sitios pero parecía que ese pequeño café de malamuerte de la placita había sido el lugar idóneo para encontrarse.
- ¿Cómo me hago la foto? - pregunta Ari preocupada.
- Desde abajo no que sale el acordeón de papadas - señala Inés por su cuello.
- En el espejo tampoco que es muy infantil y se pueden ver partes de tu casa - Idaira comienza a soltar su discurso - A ver si va a ser un pedófilo, sadomasoquista o guarro asqueroso y va a buscar dónde vives ¡Fíate de la Virgen!
- Entonces me la hago en el garaje que hay muy poca luz - resuelve Ari.
- Sí, en el retrovisor y recuerda pintarte los labios. Incluso si das las largas y te pones una buena gorra con visera puedes parecer la más malota del barrio - termina Inés.
- De verdad qué difícil es esto de gustar - suspira la otra.
- ¿Cuándo piensas enseñarnos al galán? - Idaira da un par de golpecitos en la mesa.
- No, si él no tiene foto. Es muy reservado - justifica Ari.
- Toma ya y dale maraca con el señoro. Block and banned please - Inés le quita el móvil a Ari.
- ¿Qué haces? ¡No! ¡Trae! - se queja pero se lo deja. En el fondo quiere la opinión de las otras.
- Norberto, treinta y cinco - Inés ríe - en cada pata ¿Quién con treinta y tantos se llama así? Lector, cinéfilo, escéptico... Puf, corto y cambio ¡Qué pereza!
- Trae pa' ca' - Idaira coge el teléfono - apasionado del oboe y amante empedernido del trecking savage ¿Qué mierdas es eso?
- Norber me lo ha estado explicando. Es hacer una ruta de senderismo extrema y consumar al finalizar cuando ya estás al límite de tus fuerzas - explica Ari ruborizándose.
- ¿Qué me estás contando? Por favor, a este señor le faltan tres veranos. Ari, huye de él que me huele muy mal - Idaira toma la mano de su amiga.
- Qué poco jamón me han puesto hoy y encima es casi todo tocino - suspira la otra.
- Tranquila, no se te va a hacer bola. Pero este tipejo sí - termina Inés - Chico, cobra - llama al camarero.
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Corazón en alquiler
HumorInés, Ari e Idaria son tres amigas treintañeras de costumbres que se reúnen diariamente a la hora del descanso. Amargadas, precarias y picaronas despotrican sobre su existencia y crisis existenciales. Sin embargo, todo cambiará cuando el azar entra...