el comienzo

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No puedo creerlo.

Simplemente no puedo creerlo.

- Vamos Tomás, tienes que ponértelo, no tenemos todo el día.

- No voy a ponerme esa cosa, ¡no soy ningún bebe!

- Venga ya, tienes que ponértelo para poder irte.

- ¡No quiero!

- Tomás, los agentes de policía esperan afuera para escoltarte a la patrulla.

- No, no quiero... No quiero irme, papa.

Lanzo mi cuerpo contra sus brazos y me aferro a él lo más que puedo. El simplemente suspira y revuelve un poco mi cabello con su mano derecha.

- Sé que no quieres irte, yo entiendo eso. Pero no hay nada que podamos hacer. Tienes que bajar y hacer lo que tengas que hacer. Y eso incluye ponerte este pañal.

- Pero papa, no voy a mojar la cama en prisión. ¿Acaso estás loco? Además, no tengo accidentes durante el día, es solo por la noche.

- No es prisión a dónde vas a ir, es un reformatorio juvenil.

- No me hace nada de gracia.

- Ja ja, lo sé, pero tienes que obedecerme en este momento.

Me levanto de mi cama y me bajo los pantaloncillos absorbentes hasta los talones. Mi papa toma mis piernas con sus dos brazos, retira de mis pies aquella prenda húmeda y la deposita en un bote de basura a lado de mi mesa de noche. Sin reparos o titubeos, mi padre coloca aquel pañal sobre mi cama y me observa detenidamente.

- Anda, o te pones el pañal o te lo pongo yo.

- Por favor papa, no quiero ponerme el pañal.

- Tienes que hacerlo, en la "cárcel" solo vas a poder usar pañales. No hay excusados y no hay baños privados. Es una nueva política, me han dicho.

- ¿Pero papa, un pañal? ¡No necesito pañales!

- No, no los necesitas, pero si los tienes que usar. Además, son las reglas de SunnySide y hay que seguirlas. Todos los jóvenes que van a entrar al reformatorio tienen que usar pañales, sin excepción alguna.

Unas pocas lagrimas caen de mis ojos. Me dejo caer al suelo y empiezo a llorar aún más.

Como si fuera un pequeño bebe

- ¡Pero yo no lo hice, papa, yo no fui! ¿Por qué todo el mundo quiere culparme por algo que no fue mi culpa?

- No hagas esto más difícil de lo que es, Tomás. Cuando bajes, quiero que tengas ese pañal puesto, o te daré unas nalgadas como cuando eras un bebe.

Mi papa sale de mi habitación y baja las escaleras rápidamente. Escucho como mi papa emite un pequeño gemido, como si estuviera triste. Su sonido se pierde a lo lejos, y lo único que puedo hacer es decidir si me pondré aquel pañal o no.

Me levanto del suelo y me tumbo en mi cama de cowboys. Solo puedo llorar, ya que llevo varios días en arresto temporal domiciliario antes de que sea enviado a SunnySide. Al parecer estaré un tiempo encerrado en aquel lugar, del cual nadie tiene buenas referencias.

He tenido que estar en mi casa sin poder salir incluso a la puerta principal, y la impotencia y el miedo hacen que cada día me sienta más solo, frágil, como si no pudiera hacer nada para mejorar mi situación. Miro a mi lado y veo como el pañal de adultos yace sobre mi cama al lado de una mochila llena con ropa. Desde que estoy atrapado en mi casa, no he podido dormir bien, comer bien... y he tenido pesadillas todas las noches... lo que incluye varios días de mojar la cama.

Mi papa no ha estado muy contento con este problema. Los pañales Goodnites ya son habituales a la hora de dormir y mi padre revisa y se asegura que traiga uno puesto cada noche. Desde aquel horrible accidente, la relación con mi papa ha mejorado y somos más cercanos que en el pasado. Mis días de salir de la escuela en medio de clases para ir a jugar a los videojuegos en la tienda local, asistir a fiestas, tomar alcohol de a menudo, y tener encuentros íntimos con chicas han acabado. Ahora solo puedo obedecer y seguir las reglas. No tengo otra opción.

Sé que este día llegaría. Más tarde que temprano, o eso creía.

¡Maldita sea!

SunnySide: El Pequeño ReformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora