veredicto

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- Levántate, Tomás. Ya es hora, muchacho.

Carlos, uno de los guardias del área donde me encuentro, me levanta de un solo grito. Miro fijamente el techo y paso algo de saliva por mi garganta seca. Han pasado tan solo 2 semanas desde mi llegada a SunnySide y sigo teniendo pesadillas intermitentes. Retiro las pocas gotas de sudor que cubren mi frente y decido levantarme. El pañal pesado que cuelga de mi cintura me recuerda que necesito un cambio de pañal en cuanto antes. A pesar de llevar tan poco tiempo en SunnySide, he aprendido el ritmo del reformatorio juvenil. Uso pañales durante la noche y ropa interior de entrenamiento en el día, y a pesar de que no los uso para hacer pipí o el número 2, casi siempre tengo uno que otro accidente en ellos, lo que es algo a lo cual me he acostumbrado.

Los pañales son uno de los muchos problemas que tengo. No televisión, no acceso a internet, o incluso llamadas telefónicas al exterior. Un solo uniforme color marrón con trazos de azul marino son las únicas prendas que puedo usar. No se absolutamente nada sobre el mundo exterior desde que salí de casa, lo que hace que mi ansiedad aumente poco a poco. Cada día hago quehaceres de limpieza, aprendo sobre temas como Ciencia, Matemáticas, español, y completo cualquier otra actividad que me ayudaran a superar mis limites emocionales y los problemas que he causado a la sociedad, según aquellas directivas del centro de reformatorio.

Me limito a recoger mis pertenencias tras soltar un gran suspiro. Sigo pensando que no fue mi culpa, que jamás lo fue, y que jamás lo será. Estoy empezando a cansarme de esto, de SunnySide, de mi situación actual.

Si tan solo no hubiera ido ese día al puente. Sin tan solo Allyson hubiera estado en casa debido a su fiebre y no con nosotros, sus amigos, buscando problemas. Si tan solo no la hubiera convencido de seguir mis tonterías... Nunca hubiese puesto un solo pie en este horrible lugar.

Pero no puedo hacer nada para salir de esto.

Solo no quiero creer que es cierto...

No quiero.

La habitación en la que estoy es un poco lúgubre y los pocos rayos de luz que entran en ella pegan sobre mi rostro mientras recojo mis cosas. Un cepillo rojo de dientes, mis lentes de contacto y un libro de reflexión espiritual que mi padre trajo para que lograra pasar el tiempo en "prisión" son las únicas pertenencias que me quedan. Ya he perdido todo. Mi dignidad, mi control de esfínteres durante las noches, mi privacidad, mi dieta alimentaria... todo.

Carlos me mira de pies a cabeza y asiente con su cabeza en forma de desaprobación. Tanto él como yo sabemos lo que me espera cuando entre a esa habitación llena de gente que probablemente volveré a ver varias veces durante mi larga estadía en este lugar. Pienso que tanto Carlos como yo no queremos abandonar el uno al otro. Pero solo puedo enfrentar la terrible realidad y esperar que el tiempo pase rápidamente.

Ya no hay marcha atrás.

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Después de una rápida visita en la enfermería, un penoso cambio de pañal por parte de una de las enfermeras más jóvenes que haya visto jamás, y unos cuantos gramos de talco de bebe y crema para rozaduras esparcidos en mi trasero y partes íntimas, empiezo a caminar un poco incómodo con destino a la famosa habitación de la cual varios chicos han hablado: El Juzgado.

Mi abultado pañal se mueve a diestra y siniestra en mi pálido trasero y una pequeña lagrima cae de mi ojo izquierdo de solo pensar en lo que me espera. Mi pañal se desacomoda al caminar. Cualquiera pensaría que después de usar pañales por varios días, ya debería estar acostumbrado a sentir como lo pañales rozan mi piel y envuelven mi entrepierna... A como usarlos y moverme correctamente con ellos... Pero jamás podre acostumbrarme a siempre oler como un bebe y a tener que subirme los pantalones color caqui sobre la cintura varias veces al día para que aquella prenda blanca no sea visible.

Según he oído, "El Juzgado" es una habitación donde varios adultos deciden qué tipo de reforma social o castigo los niños van a recibir. Muchos tienen que hacer varias horas de trabajo comunitario en varias zonas comunales, la cafetería, las habitaciones de creatividad, la capilla católica, etc... Otros, han recibido castigos físicos que han sido previamente aprobados por sus guardianes legales, padres, o familiares cercanos. Otros tienen que entrar a un programa de acondicionamiento físico por el resto de su estadía...

Unos pocos reciben el castigo de la regresión infantil...


Carlos y un guardia relativamente joven que tiene un gran problema de acné en su rostro me escoltan mientras la luz de aquel pasillo enceguece un poco mis ojos al seguir caminando. Camino despacio y con poco interés, sabiendo que después de aquella puerta color rojo marrón estará mi padre y desconocidos que miraran al pobre chico que tienen que juzgar con miradas y palabras.

Puede que la familia de Allyson también este presente entre los asistentes de mi juicio final. De solo pensarlo, mi estómago se retuerce y empiezo a tener ganas de vomitar. Mi estómago empieza a hacer sonidos raros, y solo espero que el veredicto sea rápido para que pueda hacer una breve parada en el escusado y poder sentirme mejor.

- Buena suerte muchacho, la vas a necesitar, me dice Carlos mientras toma el pomo de la puerta rojo marrón y lo gira. Un pequeño rayo de luz ilumina el pasillo y puedo ver a varias personas esperando por mí.

Puedo ver que, a lo lejos, mi padre está sentado con sus piernas cruzadas mientras revisa su teléfono y acomoda sus lentes arriba de su nariz. A su lado, una señora de mediana edad llora desconsoladamente mientras seca sus lágrimas con un pañuelo blanco un poco desgastado.

Luisa, la madre de Allyson, está en la habitación. Su mirada se fija en la puerta al abrirse. Su pecho se infla y su rostro cambia de tristeza a desprecio y decepción.

Solo quisiera saber cómo se encuentra Allyson, mi Allyson, la misma chica que he querido por un largo tiempo. Allyson, la joven de cabello largo rubio y ojos marrones oscuros. Allyson, la compañera de mis aventuras, travesuras, de fiestas clandestinas, de besos cortos con mucha intensidad.

Allyson, la que casi pierde su vida debido a mí. Allyson, la chica que casi asesino.

No tengo nada más que perder. Y no dejare que me arrebaten mi lucha interior, mi convicción, mi libertad.

SunnySide: El Pequeño ReformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora