Ella aceptó con gusto aquel pastel, saboreando la crema con sus labios gruesos, deseando que aquellos que se posaban ahí estuvieran en mi polla. Un suave calor me agitó y sentí como la sangre fluía más rápido, uno de los impulsos de la naturaleza.
– Mierda, no lo comas así ¿Quieres que me corra una paja aquí mismo?
Sus ojos, lujuriosos pero devastados me miraron. Arrebaté el pastel de sus manos y comencé a retirar las sábanas que me privaban de admirar su figura. Cada vez que me acercaba, ella parecía cohibirse y mirar hacia abajo, como si fuera una perra arrepentida.
– Sé suave conmigo, por favor...
– Lo haré como una puta bestia y no podrás sentarte en 4 días – me arrebaté, dejando el pastel tirado sobre su cuerpo y mis manos, convenientemente en sus pechos. Ella se sonrojó y miró hacia arriba, deseando engullir todo el semen que expulsara.
La vida nocturna detrás de las ventanas abiertas, y el suave olor a incienso se hacía presente mientras ella comenzaba a soltarse en mis brazos, lentamente subió la sabana y comenzó a lamer el pastel que había quedado en mis manos. Arrodillada como una gata, lamia mis manos sobre la cama, para luego juguetear con el bulto sobresaliente desde mi pantalón.
– Me gusta el sabor.
– Me gustas tú. – respondí, cuando ella miraba hacia arriba. Su mano izquierda se asomó debajo de mi ropa interior, manos delicadas con suaves caricias. Sus uñas y el meñique acariaba mi prepucio, descendiendo lentamente hacia más lugares.
El incienso y el ambiente romántico nos llevó a saborear el cuerpo del otro, comencé a follarla, con mis manos en su pecho embetunado en crema blanca. La fricción de ambos causaba excitantes palpitaciones dentro de ella, tan fuertes que comenzaba a sudar lentamente, mientras maneobraba con mi polla.De un momento a otro, ella comenzó a descender su rostro, comenzando a lamerme lentamente. Los restos de crema en sus manos se mezclaban con el presemen que ya había salido, de pequeñas bocanadas, lo lamia todo.
– Mmgh.... mgh.... Vas bien...
– Lo sé, es mi trabajo después de todo.
Una y otra vez, hasta que el semen caliente cayó sobre su rostro, empapada, comenzó a juguetear como si este fuese un elástico, para luego llevarlo a la boca. Era mi rehén, pero la rehén más caliente y jodidamente sexy sexy se podría tener.
– ¿Eso es todo? Ni siquiera duraste 10 minutos...– Quieres ver... ¿Quieres retarme, no? – tomé su cabeza en un arrebato, para llevarla frente a frente. Ella, mirándome fijamente y haciendo un ligero puchero, bajó la mirada. – Ya verás, perra, eres codiciosa y vas a obtener tu merecido– dicho esto, la tiré contra el colchón, su pequeño cuerpo rebotó contra aquello.
– E-era broma, yo...
Una nalgada fue suficiente para acallarla, tome mi cinturón y la esposé. Arrastre su débil cuerpo contra el balcón y la até en una esquina, un movimiento en falso y caería al vacío.
– Quiero ver de que eres capaz, haz lo que quieras pero... Una condición ¿Será sin manos esta vez, de acuerdo?
Ella asintió desde el piso, mientras tiritaba por el frío. Estaba desnuda y frágil, atada. Ambas piernas comenzaron a rozar mi entrepierna, mostrando su destreza, mientras descendía mi pantalón. Sus pies fríos en mi polla eran una combinación perfecta, sentía como ella disfrutaba de estar amarrada, tanto que mojó todo. Parecía haber llovido el día anterior, cada paso mío era un temblor suyo, podía ver como se estremecía cada vez que daba un paso al frente, dejándola inmóvil y tiritando.
De inmediato, retrocedí, y procedí a sentarme frente a ella, facilitando su trabajo con los pies. Hábiles y pequeños, eran lo suficientemente capacitados para hacerme una paja. Bajando y subiendo, habíamos olvidado el pudor, sin recordar que estábamos en el balcón y las luces del edificio aledaño se apagan rápidamente.
– Oops, creo que ya hay invitados – solté una carcajada, mientras ella comenzó a achicarse. Soltó todo y comenzó a lloriquear, la vergüenza la comía – Es irónico ¿No lo crees? Mucha gente disfruta de verte follar todos los días, pero ahora no puedes hacer un simple trabajo de pies? ¿Quieres morir, no?
– N-no es eso... Yo....
– ¿Qué? ¿Tienes miedo?
– Acércate un poco... – dijo con una voz suave. Me acerqué a ella, como si de un secreto se tratara.
– Jódete. – y sin pensarlo, la sangre brotaba de mi oído. Esa perra me había mordido y estaba furioso, sin pensarlo la desató y comencé a follar ese culo redondo contra el pavimento, sin piedad, sus chillidos y la expresión perversa en su rostro delataba que parecía disfrutar. Fue tan fuerte que la sangre brotaba desde ella también, gritaba y chillaba, mientras mantenía una expresión de placer máximo.
– Mgh... Mierda... Jimin, eres mío ¡Jimin, Park Jimin! – gritaba mi nombre, delatando mi identidad. Puse mis manos sobre su boca, mientras ella seguía gritando mi nombre, debía acallarla como fuera de lugar. Su cuerpo, salpicando un squirt sobre mí, estaba convulsionado de placer contra el piso, mientras llegaba a mi punto de eyaculación, los fuegos artificiales de un edificio aledaño alumbraba la escena. Nuestros gemidos se coordinarán, el placer era tan grande que ella cayó desmayada, mientras yo miraba el espectáculo.
Lo habíamos hecho en un balcón, al aire libre.