10 de marzo 2020
Me preparo para salir corriendo del restaurante, tomo mi bolso y me paro. Muy disimuladamente, camino hacia la salida, cada vez más cerca, cada vez más libre. Trato de no correr, pues eso llamaría la atención, pero mi ansiedad juega conmigo. Logro pasar las puertas, sintiendo mi corazón golpear. Veo hacia los lados en la calle solitaria, son las diez de la noche y no veo ningún taxi que pueda recogerme.
Camino hacia la derecha y me paro en una esquina, volteando hacia los lados, lo cierto es que no quiero caminar hasta mi edificio, incluso si está relativamente cerca. Cuando voy a dar un paso para cruzar la calle, escucho mi nombre.
-¡Rosita!
Está bien, no me llamo Rosita, pero la gente cree que es buena idea llamarme así, y los dejo, sólo porque en inglés Rosita se escucha como: Rousita.
Las personas son tan extrañas aquí en Londres. Mi nombre es Rosa, la primera vez que lo mencioné lo modificaron a Rose, luego de un tiempo, en el que pude hacer amigos después de mudarme de México a Londres, en una anécdota que estaba contando, se me salió decir Rosita. Mis amigos me empezaron a llamar Rosita. Excepto que ellos me llaman Rousita.
—¡Rosita!
Cruzo la calle con desesperación, esperando perderme entre la oscuridad, para que no me encuentre. Y dirías: oye, Rousita, por qué no sólo te detienes.
Pero no puedo, si me detengo, Greg seguirá insistiendo que regrese a casa y yo, de alguna loca forma, acabaré aceptando. Por lo que, armándome de valor, corro con mis tacones de siete centímetros por las calles de Londres.
Una vez que estoy fuera de la vista de mi hermano, me permito voltear hacia atrás y respirar un poco. Empiezo a caminar, con la idea de llamar a mi amiga Sophie para que pueda recogerme. Bajo la mirada para sacar mi celular del bolso, es cierto que soy una de esas chicas que odia usar bolsos, pero también es cierto que soy una de esas chicas que llevan de todo en él, causa que me hace estamparme con un pecho, increíblemente duro, para después caer de trasero al asfalto.
¿Qué tan duro está como para terminar en el piso?
— ¿Estás bien? —pregunta, su voz gruesa y suave—, completa mierda, ¿es esta mi suerte? —cuando veo hacia arriba, esta de espaldas pasando sus manos por su cabello. Admito que admire su espalda más de la cuenta, es una buena espalda—. Por fin la encontré, ¿y ahora qué?
Cuando se da la vuelta, creo ver un par de colmillos sobresaliendo de su boca, pero como eso es imposible, lo descarto. En la oscuridad de la noche sólo logro ver su cabello y sus ojos, tan oscuros como la noche misma.
Después de un momento de estar observándome sin decir nada, se acerca y toma mi mano, desde aquí puedo ver bien su rostro, con sus ojos café oscuro y su cabello pelinegro, su atractivo es tan extraño que no concibo compararlo con otro hombre.
—¿Te encuentras bien?
Me observa fijamente, esperando mi respuesta, pero solo veo que sus colmillos han desaparecido, sin duda un efecto de la noche, o tal vez imagino cosas. Cuando por fin estoy de pie, me doy cuenta que es tan alto que apenas le alcanzo al hombro. No puedo dejar de admirarlo, ni a sus músculos, ni sus ojos brillantes.
-Estoy bien.
Me sonríe y busca en mi alguna herida que no encontrará.
Sólo me golpee el trasero, ¿Qué le importa a este?
— ¿Cuál es tu nombre? —pregunta, fijándose en mi collar de flecha que nunca me he quitado del cuello.
—Soy Rose.
—Rose... Podría jurar que escuché un eco de Rosita—su mirada pasa detrás de mi, como cerciorándose que nadie me persigue.
Ilógico, teniendo en cuenta que Greg no me perseguía. De hecho, apuesto a que el perezoso me gritó desde la entrada del restaurante.
—Es Rose, ¿el tuyo? —el abre su boca, queriendo hablar, pero una voz detrás de él lo interrumpe.
— ¡Mason! —el grito resuena en la oscuridad, el desconocido hace una mueca, como si le doliera el sonido, después sólo rueda sus ojos.
En un resoplido, Mason se gira y le grita:
— ¡Ya sabes qué hago! ¡Deja de joder! —la persona que gritó su nombre ríe y se acerca a él.
—Solo me burló de tu incompetencia ante las diferentes circunstancias de la vida-el otro desconocido me sonríe, con una mano en el hombro de Mason—. Hola, mi nombre es Ben y supongo que nos veremos mucho.
Sus ojos azules destellan en la oscuridad, tiene una sonrisa fácil y relajada, contagiosa.
—Rose.
—Escuché —contesta, aún con su sonrisa en el rostro—. Rose, un verdadero placer saber que mi amigo ya no estará desesperado gracias a ti.
Observo confundida a uno y luego al otro. Mason da un paso adelante y me da una mirada de disculpa.
—No le hagas caso, Rose. A veces dice cosas sin sentido.
Les sonrío a ambos, buscando una manera de irme sin ser grosera, bueno, ¿Qué tan malo es Conocer a dos hombres en medio de la noche, oscura, solitaria y tenebrosa?
Material para una historia de terror.
—Debo irme.
—Y nosotros igual—, habla Ben—, seguro Peter estará desesperado por nuestra tardanza, con lo amargado que es.
—Cierto. Ya nos veremos, Rose.
Les sonrío de nuevo y doy media vuelta, alejándome cada vez más de aquellos tipos extraños, dejando una sensación de vacío atrás.
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Destino
VampireCuando encuentras a tu alma gemela... ¿Qué sigue después? ¿El destino?